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Jaime Salinas anuncia la publicación de la primera parte de sus memorias

El editor tiene en proyecto la edición completa de la obra poética de su padre

Amelia Castilla

Lleva meses retirado en un pueblo de 300 habitantes de Islandia. Allí, Jaime Salinas (Argel, 1926) dedica sus mejores horas a revisar el primer tomo de sus memorias, que publicará Tusquets el próximo año. La primera entrega de sus recuerdos llega hasta 1955. "Terminan el año que volví a España, en Barcelona, en la puerta de Seix Barral, poco antes de conocer a Carlos Barral", cuenta. Tenía entonces Salinas 30 años y nunca había pensado que acabaría convirtiéndose en editor. Ahora, entre otras cosas, estudia la publicación de la obra completa de su padre, Pedro Salinas.

"Fue una casualidad del destino que acabara dedicándome a eso", dice Jaime Salinas. Tampoco sabía el hijo del poeta cuando aterrizó en Barcelona, recién llegado a España tras un largo exilio, que en esa ciudad haría amigos eternos, como Barral, Jaime Gil de Biedma o el escritor islandés Gudbergur Bergsson.

Salinas lleva ocho años trabajando en el primer tomo de sus esperadas memorias. Sus recuerdos y las notas que ha ido tomando a lo largo de su vida son la principal fuente de inspiración de un trabajo que, reconoce, muy difícil para alguien que no ha escrito nunca -"Me estoy comportando como un novato"- y que siempre ha dependido de secretarias. A los 12 años, cuando las tropas franquistas avanzaban sobre Madrid, Jaime Salinas abandonó España con su madre y su hermana camino del exilio. Primero pasó una corta temporada en Argel, donde todavía vivía su abuelo materno, y luego se trasladó a Estados Unidos, donde ya se había exiliado su padre. "Mi escolarización fue en inglés, nunca he estudiado el español como lengua, y eso se nota. Escribo un castellano que necesita muchas correcciones", añade. La primera versión de estas memorias fue revisada por la editora Beatriz de Moura, quien sugirió algunos de los cambios en los que ahora anda enfrascado.

Hasta que se publique la primera parte, no se enfrentará al siguiente tomo de sus memorias, presumiblemente más polémico porque contará su vida en España y su trabajo como editor. "La memoria remota es más fácil de recordar, fantasear y enriquecer. A partir de cierto momento, hay que andarse con mucho cuidado, especialmente con las fechas y con las personas. Tengo redactadas cosas sueltas, pero me falta mucha documentación sobre mi trabajo en Seix Barral, Alianza y Alfaguara", apunta Salinas en una conversación telefónica.

Una de las ideas que estudia para la redacción de la segunda entrega de sus recuerdos es realizarla a partir de la correspondencia continuada que sostuvo con el escritor islandés Gudbergur Bergsson, al que conoció en Barcelona en los años cincuenta y con el que mantiene una gran amistad. "Él ha guardado esas cartas y el pasado verano estuve catalogándolas; en ellas cuento lo que estaba pasando en España y pueden serme muy últiles".

Sobre la manera en que ha influido en su vida el hecho de abandonar su país para convertirse en un exiliado, como hijo de un poeta leal a la República, Salinas recuerda que un día, mientras charlaba con su padre, le dijo que no quería ser "ni un ruso blanco, ni un exiliado de por vida", pero que ahora, con el paso de los años, no sabe muy bien cómo influyó aquella ruptura de sus raíces en su alma. "No siento especial apego por mi país. Soy español porque algo tengo que ser. Tampoco me gustan los nacionalismos, los detesto. De España hay aspectos que no me gustan nada, pero no me preguntes dónde me gustaría vivir. Supongo que, como muchos, contestaría que en Londres o en París".

Hurgando en su pasado, el editor que en los años sesenta codirigió y puso en marcha la histórica colección de bolsillo de Alianza, que revolucionó el mundo editorial español, añade que sólo una vez se sintió español: cuando ocupó el cargo de director general de Bibliotecas, con el primer Gobierno socialista. "En mi despacho tenía una bandera española y un retrato del Rey".

Escéptico hasta el final, el editor omite hacer un balance sobre la generación de los que ahora cumplen un centenario de su nacimiento, en la que figuran nombres como los de Cernuda o Alberti: "Por razones que Freud podría explicar, la poesía no ha sido nunca un género que me entusiasme. Me he criado entre poesía y mis amigos son poetas, pero sería irresponsable por mi parte emitir un juicio sobre eso", añade el editor, que, sin embargo, no oculta su satisfacción por la oleada de publicaciones sobre la situación de los que perdieron la guerra civil. "No quiero hablar de justicia, pero sí de conciencia histórica. Muchos jóvenes creen que la historia de España empieza en 1976".

Jaime Salinas, durante un acto de homenaje a la traductora Esther Benítez en Madrid en 2001.
Jaime Salinas, durante un acto de homenaje a la traductora Esther Benítez en Madrid en 2001.LUIS MAGÁN

Un señor que escribió poesía

El pasado año se cumplió el cincuenta aniversario de la muerte del poeta Pedro Salinas en Boston. Pero sus herededos, sus hijos Solita y Jaime, no olvidan la obra de su padre. Entre otros proyectos, Jaime tiene desde hace tiempo en mente la edición de la obra poética completa de su padre, puesta al día, corregida y fijados los textos, pero el proyecto, dice, está en manos de su hermana y su cuñado, Juan Marichal, que no se encuentran demasiado bien de salud.

Solita y Jaime dieron el visto bueno hace unos meses a la publicación del libro de Pedro Salinas Cartas a Katherine Whitmore (Tusquets), una selección de las cartas de amor que Salinas envió a la profesora estadounidense a lo largo de 15 años. "No fue fácil para nosotros, especialmente para mi hermana, aunque mi sobrino Jaime Marichal la convenció para firmar ese contrato", cuenta el editor, quien reconoce que no ha leído, por razones fáciles de comprender, el libro en que se da cuenta del idilio de su padre con otra mujer, lo que provocó un intento de suicidio de su madre. "Me enteré de todo eso a posteriori, cuando mi madre había muerto, pero tanto mi hermana como yo creímos que esas cartas podrían ser útiles para los estudiosos de Salinas", añade el editor, que en todo momento se refiere a su padre como don Pedro o como Salinas. "Es una costumbre al referirme a la obra de un señor que escribió poesía y que era mi padre".

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