Chávez responde a la huelga de la oposición con la toma de un petrolero por el Ejército
"Yo no me voy a ir de aquí por presiones de un grupo de gerentes", dice el presidente
La clase media venezolana bate cacerolas a diario y la tarde del sábado tomó Caracas, con cientos de miles entre sus filas, exigiendo elecciones anticipadas o la renuncia del aborrecido presidente, Hugo Chávez, a quien imputan la división social imperante y la crisis de gobernación. "¡Maldito seas!", imprecaban algunas pancartas. Lejos de ceder, el gobernante ordenó el abordaje del carguero Pilín León, buque insignia de los huelguistas que piden su salida del poder. Una tripulación extranjera sustituyó a la venezolana.
El éxito de la marcha del sábado, una de las más numerosas de la historia de América Latina, estimuló a la oposición, que acudirá a la mesa de negociaciones con renovados ímpetus. La clase media, secundada por desencantados de otros sectores, detesta tanto a Chávez que le llama demente y aclamó la inflamable arenga de Carlos Ortega, presidente de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), el principal sindicato obrero. "Es un asesino", dijo, y "el ladrón más grande que ha parido la patria". El principal error de Chávez, según la tesis del abogado Carlos Escarrá, fue "joder a la clase media".
El estrato más pudiente no sólo abomina del discurso y estilo del comandante de la boina roja; también encaja, entre otras calamidades, una depreciación del bolívar de casi un 100%, en un proceso antiguo, y una contracción del PIB cercana a los siete puntos. El jefe de Estado argumenta que sus contrarios constituyen el 20% más privilegiado de los 24 millones de compatriotas, mientras el 80% restante, cantera de su electorado, más mulato que blanco, sufre estrecheces, pobreza o miseria. "Al contrario de lo que mucha gente parece creer, estas tendencias económicas han afectado más a la clase media que a los pobres", dice el sociólogo Gregory Wilpert.
La devaluación afectó más a la clase media, progresivamente empobrecida desde hace dos decenios, porque "tiende a adquirir más productos en dólares: coches, computadores, bienes raíces o unas vacaciones en USA". Repentinamente, no pudieron hacerlo porque se han encarecido. "Por primera vez un Gobierno se ha preocupado más por los que menos tienen y eso tiene sus consecuencias", dicen fuentes oficiales. La renuncia exigida por la muchedumbre fue respondida ayer por su destinatario, en el programa ¡Aló, presidente! "Chávez se va de aquí, primero cuando Dios quiera porque estoy en manos de Cristo, mi comandante. Cuando él diga, obedezco, y, segundo, el pueblo. Asumo que la voz del pueblo es la voz de Dios", afirmó. "Yo no me voy a ir de aquí por presiones de un grupo de gerentes, de un grupo de golpistas, de un grupo de fascistas, de un grupo de empresarios de un grupo de medios de comunicación".
Las movilizaciones callejeras y los cacerolazos, un ritual, proseguirán. "La gente drena. Son válvulas de escape", explican los psicólogos. La clase media reúne al grueso de profesionales, funcionarios, intelectuales, periodistas, artistas y propietarios. Se siente excluida y despreciada. Chávez no podrá gobernar sin apaciguar al grupo social más cualificado.
Mientras, el buques cisterna Pilín León, que secundó la huelga general en sus primeros días fue tomado ayer por 30 soldados con armas largas, dentro de la ofensiva gubernamental para retomar el control de los cargueros en paro y reventar la paralización de la estatal Petróleos de Venezuela. El barco permanecía fondeado en aguas del lago Maracaibo con 44 millones de litros de gasolina en sus bodegas. Un general del Ejercito bajó "a empujones" del barco a los oficiales y tripulantes, bautizado con el nombre de la venezolana que ganó el concurso Miss Mundo de 1981. La belleza también secunda la huelga.
La huelga entra hoy en su tercera semana con el vital sector petrolero, corazón de la economía, prácticamente paralizado. La protesta, que continuará indefinidamente, impide el normal funcionamiento del país y sus efectos comienzan a sentirse en el abasto de productos. La cerveza, entre otras muchas cosas , comienza a escasear. La cúpula empresarial Fedecámaras paga los salarios de todos los trabajadores de las empresas asociadas, la CTV, el principal sindicato, estableció un sistema de asistencia para sus agremiados, y otros sectores en paro aplican medidas para garantizar el suministro de artículos de primera necesidad.
Dos mundos
A estas alturas la conciliación es casi imposible porque las políticas en curso, que acentúan el papel del Estado en los sectores educativo, sanitario o agrícola, son rechazadas, en ocasiones a la ligera. La arremetida de la prensa en demanda de una sublevación social no ceja e influye en el activismo de la clase media, cuya masiva y diligente movilización por teléfono, correo electrónico o medios de comunicación encuentra pocos precedentes en América Latina. Los fragmentados partidos de la Coordinadora Democrática, a remolque, son apéndices de la furia ciudadana."Tenemos una sociedad plagada de conflictos no resueltos, acumulados por varias décadas, que será muy difícil de encauzar", señala la María Teresa Romero. La intolerancia y el resentimiento son intensos. "Ahí van los vendepatrias", espetaban varios vendedores ambulantes, que proliferan como hongos, a unos manifestantes de regreso a casa.La sostenida devaluación de la moneda en un país que importa casi un 70% de sus bienes de consumo acentuó el malhumor al desatar una inflación, visible en los productos consumidos por los hogares más acomodados. Los pobres venezolanos, clase media en África, reciben un precario servicio público en salud o educación y sufren menos la inflación porque la conjuran trasladándola a los precios de sus tenderetes de comida, textiles, fritangas, ropa barata o discos piratas.
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