Los cadetes de la academia de Marín se unen a los voluntarios para limpiar la isla de Ons
La necesidad de arrancar el chapapote a mano hace cundir el desánimo en las cuadrillas
"¡Atención, ahr!". Doscientos alumnos de la Escuela Naval Militar de Marín se cuadraban a las ocho de la mañana de ayer para la izada de bandera, con el equipo antichapapote a sus pies. Las lanchas de instrucción calentaban motores para llevarlos a sus destinos: 90 a la isla de Ons, 40 a las Cíes y 70 más distribuidos en tres buques para la búsqueda y captura de manchas perdidas. El desembarco en Ons los aúna con 100 funcionarios de Parques Nacionales, 210 voluntarios y cuadrillas de la empresa Tragsa. La complejidad de la operación de limpieza y la falta de medios desespera a todos.
Media hora después de empezar a limpiar, no hay quien distinga a cadetes de voluntarios, unificados por la ropa de faena y el tizne. El ínfimo muelle de Ons es un caos de fuel. Los pequeños contenedores repletos de la herencia del Prestige se acumulan desde el día anterior. Y lo que queda. "Hay algunas playas que están asfaltadas de fuel, pero lo peor, sin duda, está en Pereiro y Canesol", explica María Jesús Acuña, presidenta de la Asociación de Vecinos de la Isla y propietaria del barco Soy de Ons, el transporte entre el puerto de Bueu y esta porción del parque nacional de las Islas Atlánticas.
Los alumnos de Marín, aspirantes a oficiales de Marina o Infantería de Marina, se ponen a las órdenes de Enrique Casas Martínez de Almeida, de Parques Nacionales, que estudia un mapa de la isla con el capitán Segundo Martínez. Se deciden por Canesol. Una placa de engrudo negro de 250 metros de longitud, 50 de anchura y hasta medio metro de profundidad les espera. Un miembro del parque nacional de Sierra Nevada se detiene a contemplar la negrura, tan distinta de la de sus montañas: "Venga, que no es momento de desesperarse. Vamos a ello".
La compleja operación tiene un proceso. Se raspa el fuel, se carga en capazos, hay que elevarlo hasta el camino (una cuesta empinada de 30 metros) mediante una cadena humana, meterlo en contenedores, cargarlo en un pequeño tractor, conducirlo a puerto, descargarlo, transportarlo a un barco mejillonero, volcarlo en una gabarra, conducirlo al puerto de Bueu y volcarlo en un camión contenedor. Una y otra vez, como el castigo de Sísifo.
El comandante de Intendencia de la Escuela, Fernando González Valdivia, afirma: "Hay como dos kilómetros desde la playa al puerto, pero los vehículos apenas caben y hay que hacer la mayor parte del trabajo a mano. El verdadero problema es la evacuación del fuel por el mero hecho de que esto es una isla". Hoy llegan refuerzos. Una flotilla con 1.200 militares embarcados en el buque anfibio Galicia y otro buque de desembarco vienen a Vigo desde Rota (Cádiz) con 18 camiones, 28 todo-terrenos Hummer, grúas, retroexcavadoras...
Pero visto el panorama de ayer, hoy es un futuro lejano. Sólo una treintena de personas arranca el chapapote; el resto está en la cadena de transporte de capazos, doble para subirlos llenos y simple para devolverlos vacíos. "Es un trabajo de mucha penosidad, pero hay sitios, como Cova Bella, donde todavía es peor", explica Casas, "porque el fuel está entre rocas altas, no sabemos qué profundidad tiene y antes de ir, hay que estudiar el terreno y valorar todo. Allí cualquier trabajo cunde poco".
Tampoco cunde en Canesol. La línea de barrido de fuel apenas avanza. Los 500 funcionarios y civiles, mezclados en la cadena (monos blancos, trajes de agua amarillos, mascarilla, gafas protectoras y embadurne de fuel los unifica), no se preguntan entre ellos ni quiénes son ni de dónde vienen. El trabajo solidario le gusta al capitán de navío José Antonio González Carrión, director de la Escuela Naval de Marín, que supervisa a los suyos desde el talud de la playa: "Esta mezcla de los alumnos de la escuela, voluntarios, gente de Parques Nacionales, es la muestra de la solidaridad que ha causado este desastre. La gente está currando un montón porque se siente solidaria, es consciente del problema y todos quieren ayudar".
El camino se ha colmado de contenedores de chapapote. Todos se cruzan la misma pregunta: ¿No habrá alguien que pueda traer una grúa, aunque sea pequeña, para levantar los capazos desde las playas? Uno de los escasos agricultores de la isla sigue arando con la azada a apenas 20 metros del final de la cadena.
María Jesús Acuña mira las operaciones: "Pase lo que pase, haga esta gente lo que haga, yo me voy a quedar aquí hasta el final". ¿Y cuando acabará todo? "Con trabajo, mucho trabajo, se acabará, pero yo no me atrevo a decir cuándo", sentencia el director de la Escuela Naval de Marín.
"¡Dimisión!, ¡dimisión!"
La cadena humana de cientos de personas que levanta chapapote en la isla de Ons, el enclave del parque nacional de las Islas Atlánticas que guarece la ría de Pontevedra, se detiene una y otra vez. Los capazos están llenos, los contenedores colmados y las ganas de trabajar se confunden con la impotencia. Pero no hay receptor de la protesta, que surge espontánea. "¿Dimisión!, ¡dimisión!", comienzan a gritar los voluntarios y los secundan militares e incluso funcionarios de Parques Nacionales. Ni siquiera hace falta decir de quién.La llegada a la playa de redactores de RTVE les hace centrar en ellos sus iras. "¡Televisión, manipulación!" El frenazo en la cadena inicia una nueva protesta contra cualquier aparato que les sobrevuele, como uno de la Xunta de Galicia. Capazos llenos que no pueden sacarse de las rocas y arena forman dos palabras para que puedan verse desde el aire: "Contenedores, grúas". Lo necesario para hacer un trabajo eficiente.Viene otro helicóptero de la televisión de Galicia (TVG) y antes de que se vaya ya han escrito con grandes letras en la arena: "TVG, mentira".
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