El petrolero se aleja, llega la marea negra
La Guardia Civil detiene al capitán Mangouras mientras su barco sigue expulsando fuel en el último viaje
Amanecer del viernes 15: el griego Mangouras ya no es nadie. A su buque, que se aleja de las costas gallegas herido de muerte, arrastrado por un cable como si fuera un condenado, acaba de llegar otro capitán, de nombre Wytse Huismans, y se ha hecho cargo del rescate por decisión del armador. Huismans es holandés, tiene 20 años menos que el veterano Mangouras, y guarda en su pasado más reciente una condecoración del Gobierno de EE UU por haber rescatado del fondo del mar, a más de 600 metros de profundidad, a un pesquero japonés que había colisionado con un submarino yanqui. Lo primero que hace el capitán Huismans al subir a bordo es parar los motores, puestos en marcha sólo unas horas antes por Serafín Díaz, un técnico gallego que obedece órdenes de las autoridades españolas. Desde su camarote, Apostolos Mangouras siente que el Prestige se desmorona bajo sus pies:
"Que el petrolero no se acerque a menos de 61 millas de la costa", son instrucciones de Madrid
Lo primero que hace el capitán Huismans al subir a bordo del barco es parar los motores
Resulta paradójico que en la sala de crisis no haya ni un mapa de la costa gallega en la pared
La situación empieza a ser desesperada. Para salvar el buque hay que llevarlo a la costa
El capitán es detenido por la Guardia Civil. Le leen sus derechos. Parece cansado
- El mar estaba abriendo el barco como si fuera un abrelatas.
La mala noticia alcanza la costa. Pero no llega sola. Las autoridades reunidas en el gabinete de crisis se enteran de que el tiempo no acompaña: olas de cinco metros, viento intratable. Por si fuera poco, el remolcador Ría de Vigo, encargado de llevar al Prestige lo más lejos posible, empieza a tener problemas. Se le ha roto la esquina del burladero y la máquina se ha parado. El Sertosa 32, un remolcador bastante más pequeño, empieza a tirar del petrolero. La velocidad es de 3, 5 millas. Hay marejada y mar de fondo, pero desde Madrid llega una orden que rebota en los despachos de A Coruña y parte ampliada hacia el maltrecho Ría de Vigo:
- Que el barco no se acerque a menos de 61 millas de la costa.
No existe constancia de lo que piensan los marineros en alta mar cuando oyen una orden tan tajante. Aun así, tratan de cumplirla. El capitán Huismans pide una motobomba a la fragata Cataluña para intentar remediar la ligera escora a estribor que sigue sufriendo el Prestige. El mal tiempo -siempre el mal tiempo- impide su traslado. Huismans toma la decisión de cambiar el rumbo y pone proa al suroeste. De Francia llegan avisos de temporal. Ya son las 9.30.
Delegación de Gobierno en A Coruña. Sede del gabinete de crisis. El policía de la puerta no da abasto.
- Soy Dave Oland, técnico de OSRL .
- Pase usted.
- Soy Tim Wadsworth, de ITOPF. .
- Adelante.
- Somos Emmanuel De Nanteuil y Loïc Kerambrun, del Instituto CEDRE.
- Si, sí, ya les conocemos. Van juntos ¿no?
La gente entra y sale del edificio. Los policías que atienden la puerta pierden el control de la situación. Aquello es un coladero. No tienen un listado de personas que deban acceder a la segunda planta, pero, ante la sensación de urgencia, optan por la manga ancha. El resultado se constata dos plantas más arriba. Una mezcla muy dispar de funcionarios españoles, expertos extranjeros y representantes de un buen número de compañías se cruzan por los pasillos, en muchas ocasiones imposibilitados de entenderse. Los expertos se quejan de que no hay demasiados españoles con conocimientos de inglés. Pero no es sólo ese el problema. Resulta paradójico que en la sala de crisis no haya ni un mapa cartográfico de la costa gallega colgado de la pared, nada donde se pueda visualizar la trayectoria del buque o la zona donde comienza a apreciarse la existencia de manchas de fuel. Los móviles no dejan de sonar.
Nadie centraliza la información. Y cada cual se apaña con la suya propia. La crisis no ha hecho más que empezar y ya se vislumbra una de las características de todo el proceso: hay más información fuera de España que dentro. Los que tienen la suerte de tener una fuente en Rotterdam cuentan con detalles más precisos sobre lo que pasa en el buque que los que llegan por conducto oficial a la Delegación del Gobierno. Desde Francia, por ejemplo, se ofrecen datos muy precisos sobre las manchas que desconocen los funcionarios de la Xunta. Y sin un maldito mapa en la pared es difícil aclararse. ¿Quién se sabe Galicia y su mar de memoria? Uno de los funcionarios se harta y decide ir a una tienda a comprarlo.
Desde Madrid llegan informaciones de que el Prestige se dirigía a Gibraltar en el momento del accidente. Salta el escándalo. Otra vez Gibraltar tiene la culpa. Uno de los presentes en la sala de crisis comenta que eso no es posible. Dice saber a ciencia cierta que el petrolero navega hacia Gibraltar for orders, que no es lo mismo. Quiere decir eso que el propietario de la carga le indicó que se dirigiera hacia el Estrecho a la espera de nuevas órdenes; se trata, en suma, de una indicación de la ruta y no del destino. Para intentar disipar dudas, el Capitan Marítimo de A Coruña, Ángel del Real, ordena al capitán del Ría de Vigo que le pregunte a su vez a su colega del Prestige por el origen y el destino de la carga. Ya son las 10.51 del viernes. A las 13.00, el Ría de Vigo informa: "El buque tiene dos partidas de carga. Una cargada en San Petesburgo (Rusia) y otra en Ventspils (Letonia). El destino: Singapur".
El negocio no deja de estar presente en todo el proceso. Si es cierto que por el mar de Galicia navega herido un petrolero cuyo valor total es de 30.000 millones de pesetas, no es menos cierto que, si alguien lo salva, se puede endosar 10.000. El capitán Wytse Huismans es el encargado de hacerlo posible. Su compañía, Smit Savage, tiene un prestigio reconocido. Su fundador, Fop Smith, ya se hacía a la mar hace 160 años desde el puerto de Rotterdam para rescatar barcos pequeños. Ahora, la tarjeta de visita de la empresa incluye episodios verdaderamente ilustres como su participación en el rescate de los marineros del submarino ruso Kursk.
Desde que llega en helicóptero al Prestige, el capitán Huismans establece contacto permanente con Green Koffeman, el jefe ejecutivo de la compañía, que ya está en A Coruña, alojado en el hotel Riazor. Las palabras del capitán son poco tranquilizadoras: "La situación empieza a ser desesperada. Para salvar el buque hay que llevarlo a la costa". Koffeman toma la decisión de visitar la Delegación del Gobierno. Se entrevista con el titular, Arsenio Fernández de Mesa, y también con José Luis López Sors, el director general de la Marina Mercante.
La reunión no da ningún resultado. Las instrucciones del ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos, no dejan lugar a dobles interpretaciones. "Sólo querían una cosa: que lleváramos el barco lo más lejos posible", se queja Koffeman en un artículo publicado por The Wall Street Journal.
- Bien lejos, sí, ¿pero hacia dónde?, pregunta un técnico en medio del caos de la sala de crisis.
- Rumbo 325. Noroeste, responde un tercero, que parece tener información al respecto.
- Sí, pero ¿hasta dónde? ¿Hasta América acaso?
- Zona SAR, contesta .
-¿Hasta dónde?
- "¡Que lo lleven al quinto pino!", llega a decir un ministro.
Sobre Smit Salvage recae pues la responsabilidad del rumbo del Prestige con una única limitación: no acercarse a la costa. El Prestige es su problema.
Por primera vez, algunos técnicos extranjeros especulan en la sala de crisis sobre la corta vida que le espera al Prestige. Algunos de ellos han podido incluso ver el barco desde un helicóptero. Otros sólo pueden opinar por las imágenes que emiten las televisiones a todas horas. Imágenes, eso sí, que cada uno ha podido ver en su casa o en el hotel donde se hospeda, porque a nadie se le ha ocurrido instalar un aparato en la sala de crisis, ni tampoco un vídeo para proyectar las imágenes que se van recogiendo del buque. El caos es un hecho.
Las reuniones son desordenadas, generalmente presididas por el subdelegado del Gobierno en A Coruña, José Manuel Pérez Díaz, porque los jefes, Arsenio Fernández y López Sors, salen poco del despacho. Crece la preocupación entre los funcionarios de la Xunta de Galicia por saber qué sucede con el fuel vertido al mar. Hay que organizar su recogida, las defensas en la costa, todo... Urge poner orden en la reacción.
- Yo tengo el presupuesto del año agotado, dice un funcionario.
Todos dirigen la mirada hacia un representante de Protección Civil:
- Oye, que yo no soy el basurero de nadie.
Un experto extranjero pone sobre la mesa una decisión aparentemente muy fría:
- Habrá que sacrificar algunas zonas.
Algunos le miran como si hubiera dicho una locura.
Las noticias de la marea negra o de las manchas de fuel -el Gobierno no reconoce la existencia de ninguna marea negra- son muy imprecisas. Algunas llegan desde barcos que están por la zona como el Valdivia, el Serra de Santiago, el Iran Delvar, el Serra Barbanza. Unos hablan de manchitas sueltas. Otros, de una mancha grande de varias millas "que de largo no se observa dónde termina" y de ancho tiene unos 200 metros. Todas las informaciones proceden de observaciones visuales procedentes de helicópteros o embarcaciones. Los técnicos de ITOF prefieren hacer cálculos algo más científicos: basta con calcular, dado los planos de estiva del buque, cuánto fuel se puede haber vertido. Las cifras, naturalmente, no coinciden con las versiones oficiales que se ofrecen a la opinión pública.
Dos veces al día, a la una y a las ocho de la tarde, el delegado de Gobierno, Arsenio Fernández, convoca conferencia de prensa. Acude acompañado siempre del director general de la Marina Mercante, José Luis López Sors, que no abre la boca salvo para comentarle algo al oído. Los periodistas asaltan al delegado con preguntas relacionadas con una mancha negra que se está aproximando a Galicia, pero él trata de imponer la calma: "El petrolero ya no pierde fuel y una gran mancha se ha partido en dos. Los técnicos de Fomento tratarán de que las manchas no lleguen a tierra. Hay países europeos que están enviando buques y medios materiales para impedir que llegue a las costas".
Le vuelven a preguntar por una mancha que parece tener 37 kilómetros de superficie (200 metros de ancho por unas 20 millas de largo). Y el representante del Gobierno vuelve a tranquilizar a la población: "Los técnicos nos aseguran que probablemente el crudo se solidifique y se hunda en el fondo del mar... aunque todo depende de las condiciones meteorológicas".
La gran noticia, lo que de verdad le gusta decir al delegado del Gobierno, es que el Prestige cada vez se aleja más de la costa. A partir de ese momento, dice, deberán ser el armador y los organismos internacionales quienes decidan el futuro del petrolero. "Este es un problema internacional", llega a explicar, "y nosotros sólo pensamos ahora en salvar la costa gallega". Ante la posibilidad de que el barco se pueda romper, Fernández de Mesa, siempre impecable ante la prensa, se atreve a predecir en su deseo desmedido de tranquilizar a toda costa:
- Los técnicos de la dirección de la Marina Mercante opinan que las dos partes en que se rompería el barco pueden mantener la flotabilidad, de tal manera que los remolcadores podrán seguir alejándolos de la costa.
Las noticias que llegan de alta mar indican que el Prestige sigue navegando por el Atlántico como un condenado a muerte. Se mantienen algunas operaciones para llevar cable al Prestige, que deja un cabo señalizado por popa para tomar remolque del Alonso de Chaves, un remolcador llegado desde Gijón. Cinco de los tripulantes abandonan el buque hacia las 16.00. Luego se le pregunta al responsable del barco si también desea abandonarlo para tener un helicóptero preparado. Efectivamente, a las 16.33 el capitán del Prestige solicita evacuación. A las 17.03, le informan que debe embarcar en el helicóptero con toda la documentación del buque y el diario de a bordo. La evacuación se produce a las 18.03. Media hora y tres minutos después, llega al aeropuerto de A Coruña.
El capitán Apostolos Mangouras es detenido por la Guardia Civil. Le leen sus derechos. Parece cansado, lleva una gorra calada y barba de varios días, pero a pesar de los fogonazos de las cámaras y del revuelo consigue mantener un porte digno. No sabe aún que se ha convertido en el chivo expiatorio. Ya se tiene un presunto culpable con nombres y apellidos y ése es él. 68 años de edad, 44 de marinero, 32 de capitán. Recuerda hora por hora lo que pasó a bordo, dibuja con trazo firme en un folio en blanco su esquema del barco, detallando las tapas que se rompieron por el accidente y por las que empezó a manar el fuel. Cuando termina el dibujo, lo firma: "A. Mangouras. Master".
La noche cae sobre Galicia. El Prestige navega con los motores parados, arrastrado por el Ría de Vigo y el Charuca Silveira. El Alonso de Chaves no puede amarrar el cabo de remolque. "Dada la oscuridad no podemos hacer nada". El remolque del Sertosa 32 también falla. Rumbo 290. Velocidad 0,9 nudos. Viento de 30 a 35 nudos. La fragata Cataluña acompaña al cortejo. A las 22.00, nueva comunicación del Ría de Vigo: resulta que a las 20.05 falló el remolque del Charuca Silveira. Ya sólo remolca el Ría de Vigo. El barco se aleja lentamente de la costa. Se intensifican las gestiones por parte de Smit Salvage para enfilar el barco hacia el sur en busca de otros destinos. Vale Portugal. Vale un país africano. Vale cualquier lugar con aguas más tranquilas.
"Nosotros hemos cumplido. Hemos sacado el barco de allí", dice satisfecho un alto cargo del Ministerio Fomento. Y añade: "Los peces son del Ministerio de Pesca y la marea negra pertenece al de Medio Ambiente".
La tranquilidad llega a las instancias del Gobierno, hasta tal punto que algunos ministros mantienen su agenda prevista para el fin de semana. Jaume Matas (Medio Ambiente) tiene previsto viajar al parque de Doñana en compañía del ministro Ángel Acebes y sus respectivas esposas. Francisco Álvarez Cascos piensa ir al Pirineo, donde le espera una jornada de caza. Y hasta Manuel Fraga mantiene la previsión de desplazarse a la capital. Le han organizado una jornada de caza en una finca situada entre Aranjuez y Toledo. Se acaba el viernes y todos se van a la cama más tranquilos. Parece que el peligro ha pasado.
Con información de Xosé Hermida, Gabriela Cañas, Primitivo Carbajo, Isabel Ferrer y Peru Egurbide.
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