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CATÁSTROFE ECOLÓGICA EN GALICIA

La marea negra cerca las Rías Bajas, la mayor reserva de marisco de Europa

En contra de los pronósticos del Gobierno, el fuel llega a las puertas de Arousa

Los peores augurios empezaron a tomar cuerpo ayer, cuando la marea negra alcanzó las mismas puertas de las Rías Bajas. La alerta general se ha declarado en Arousa, la mayor reserva marisquera de Europa, donde las balsas de fuel a la deriva acechan ya en la bocana de la ría. Tres de los buques anticontaminación y cuatro barcos de los mejilloneros de la zona, movilizados con urgencia, lograron contener la avanzadilla, pero las previsiones no son muy optimistas. Al suroeste del cabo Corrubedo, que marca la frontera entre las Rías Bajas y las Altas, serpentea uno de mayores fragmentos de fuel disgregados de la gran mancha que alcanzó la costa gallega el pasado fin de semana. Y el viento soplaba anoche del Noroeste, del mar hacia tierra. "Vamos a poner todos los medios, pero tampoco estará de más rezarle a la Virgen del Carmen", dijo el alcalde de Ribeira (A Coruña), José Luis Torres Colomer.

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Una multitud se congregó al atardecer en el puerto de Aguiño, en el municipio de Ribeira, para contemplar la descarga de dos barcos. Nadie esperaba ver pescado fresco, aún saltando sobre la cubierta, como es habitual. Estos días lo que se pesca en Galicia es la pasta viscosa y negra que ha dejado a su paso el Prestige. Un engrudo asfáltico como el que ayer traían en grandes contenedores los barcos mejilloneros que salieron casi a mar abierto para defender la ría de Arousa y que lograron achicar las primeras machas con sus cucharas, las grúas que habitualmente utilizan para alzar las cuerdas de las bateas. "¡Mírelo bien!", subrayaba el patrón del Posemar. "Me llamo Agustín Pose Romero y si hace falta le doy hasta el DNI. Y yo le digo al señor Fraga que venga aquí y se bañe en una de estas piscinas".

Era el final de una jornada de gran tensión, de rabia y de actividad frenética, pero sólo el inicio de días que se presumen muy duros. La batalla para defender Arousa ha comenzado, y la ría era anoche un hervidero de corrillos y reuniones en las cofradías para prepararse a combatir el pestilente deshecho que se ha apoderado del mar. Las autoridades, y en particular el vicepresidente Mariano Rajoy, habían tratado de convencerse de que la marea negra no alcanzaría las Rías Bajas. Su confianza se basaba en cálculos racionales -las corrientes y los vientos dominantes- y también en la convicción de que la suerte no podía ser tan esquiva. Pero la realidad ha vuelto a imponer su dictado. Arousa está amenazada y hay mucho en juego. En esta ría de aguas calmas, con una costa sinuosa y plagada de recovecos -el escenario ideal para los contrabandistas- se oculta un tesoro de extraordinario valor económico. Arousa es la primera potencia mejillonera del mundo, sus arenas cobijan riquísimos bancos de berberecho y almeja y en sus costas se sitúan desde uno de los principales puertos de pesca de bajura de Europa -Ribeira- hasta algunas de las más florecientes industrias de conserva de pescado de España, sin contar las decenas de depuradoras de marisco que se nutren directamente de agua del mar. En Arousa están la isla de A Toxa, un lujoso centro turístico, el paraíso gastronómico de O Grove y los parques naturales de la isla de Sálvora y las dunas de Corrubedo.

Todo eso está ahora bajo amenaza, sólo dos días después de que las autoridades convenciesen a los mejilloneros de que el peligro había pasado. El sábado, cuando la gran mancha llegó a Galicia, los propietarios de las bateas recibieron garantías de que el fuel se marchaba hacia el norte. Tan aliviados se sintieron que hasta hubo quien confesó que iba a emborracharse para liberar la tensión de una semana vivida con el corazón en un puño. La noche del domingo seguían tranquilos, a pesar de que el Instituto Hidrográfico de Portugal, que se ha convertido en una especie de oráculo ante la escasa información de las autoridades españolas, advertía de que la marea negra avanzaba hacia Arousa. "Nos contaron una película", protestaba ayer uno de los bateeiros que paseaban nerviosos por el puerto de Aguiño, en un ambiente general de indignación.

Los mejilloneros habían empezado el día cubriendo sus bateas con plásticos, una actividad que presumían rutinaria hasta que, a media mañana, la capitanía marítima de Ribeira dio la voz de alerta. Ante la posibilidad de que se acercase la marea negra, los mejilloneros tenían dispuestos medio centenar de barcos. A las cuatro de la tarde, el capitán marítimo les pidió que cuatro de ellos se hiciesen al mar en ayuda de los buques anticontaminación. Para entonces, la alarma ya había cundido en tierra Al mediodía, la basura empezaba a bañar el cabo Corrubedo, donde alcanzó una playa, sin tocar, de momento, el parque natural. En Aguiño, los vecinos avistaban los barcos antipolución trabajando en la boca de la ría. Otros habían escuchado en la radio al director del Instituto Hidrográfico Portugués, Augusto Ezequiel, advertir de que el fuel estaba en la entrada de Arousa. Casi a la misma hora, el vicepresidente primero del Gobierno, el gallego Mariano Rajoy, se limitaba a informar de que los fragmentos más grandes de la mancha principal se encontraban a 19 millas de tierra, en la zona de Finisterre.

Además de los mejilloneros, hoy se hará al mar toda la flota de planeadoras, embarcaciones pequeñas y rápidas, para repeler la invasión con lo que puedan: unos con sus grúas o cucharas y otros con sus ganapanes, un aparejo parecido a grandes redes para cazar mariposas. "El viento sopla del oeste, pero lucharemos para que no entre una sola gota", prometió el alcalde de Ribeira, marino de profesión. Entre los mejilloneros concentrados en Aguiño cundía el fatalismo: "No sé si nos tocará el gordo, pero el reintegro lo tenemos asegurado".

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