_
_
_
_
Reportaje:

Los autores alemanes salen al mundo

Cuatro destacados escritores defienden sus proyectos literarios frente a las etiquetas comerciales

José Andrés Rojo

"Hay muchos más libros que autores". Lo dice -refieriéndose a su país- el poeta Durs Grünbein, uno de los escritores que han pasado por Madrid durante la Semana de las Letras Alemanas, que se cierra el martes con una velada literaria dedicada a Hans Magnus Enzensberger. "Me refiero a autores con voz propia y con un proyecto literario sólido, con algo personal que contar", añade.

Un despacho del Círculo de Bellas Artes, el pasado miércoles por la tarde. Durs Grünbein (Dresde, 1962), Uwe Timm (Hamburgo, 1940), Ingo Schulze (Dresde, 1962) y Marcel Beyer (Württemberg, 1965) han aceptado la invitación para reunirse a hablar de literatura. Son sólo una mínima parte del batallón de autores alemanes que han pasado en las últimas semanas por Barcelona, primero, y por Madrid, después, para dar a conocer cómo son y cómo escriben hoy los escritores del gran país europeo.

"Es muy difícil contar historias sobre un mundo que está sujeto a cambios tan bruscos"

Ahora se habla, por ejemplo, de la llamada "generación de Berlín". ¿Cuánto hay de real como proyecto literario detrás de ese grupo de escritores, cuánto de etiqueta, de fórmula comercial? Los cuatro escritores reunidos se desmarcan del fenómeno. Dicen que son mayores que todos ellos. Admiten que hubo un boom de nuevos escritores alrededor de 1995 y 1996. También sugieren que su proyección pudo deberse, más que a la calidad de sus propuestas, al afán de las editoriales por vender. Uwe Timm, sin embargo, subraya: "El libro forma parte de la industria cultural y vivimos en un sistema capitalista. Nadie escapa a las estrategias comerciales de las editoriales, e incluso el proyecto más raro y subterráneo termina por aparecer".

Un mundo nuevo

La cuestión de la política salta a primer término. Para muchos de los autores alemanes jóvenes, la política es algo que forma parte de la historia, es algo que sólo puede interesar a la gente mayor. Eso cuentan. Ingo Schulze se extiende un poco más: "Después de la II Guerra Mundial surgió una nueva realidad que cambió radicalmente el paisaje europeo, y que nos metió en un mundo de bloques divididos. A partir de la caída del muro de Berlín, las cosas empezaron a ir demasiado de prisa. Es muy difícil ponerse a contar historias en torno a un mundo que está sujeto a cambios tan acelerados. Hace falta tener un poco de aire, alguna distancia".

Ingo Schulze sabe de lo que habla. Uno de sus libros, Historias simples (Destino), daba cuenta de las tremendas dificultades que padecieron algunos habitantes de Altenburg, de la antigua República Democrática, para adaptarse al nuevo mundo que surgía detrás del telón de acero.

Schulze habla de su impotencia para encontrar la forma adecuada de reflejar cambios vertiginosos. "Al final siempre tienes que decantarte por un estilo, y sabes que al elegir un estilo y no otro renuncias a muchas cosas que también te hubiera gustado contar". En los libros de Schulze, en eso están todos de acuerdo, hay una mirada política. "Aunque a veces se expresa a través de la creación de atmósferas y estados de ánimo, como hace Carver", comenta Uwe Timm, que también ha reflejado los derroteros del presente en novelas como La noche de San Juan (Alfaguara), que se desarrolla en Berlín y que recoge, a través de los avatares de un periodista que hace un reportaje sobre la patata, los cambios más recientes de la capital alemana.

Sea como sea, el presente como tal presente no es el reducto sobre el que opera la literatura. Durs Grünbein es rotundo: "La perspectiva sociológica no es lo fundamental para un escritor. Puede formar parte de su obra, pero al escribir uno habita a veces en tiempos muy distintos, y también en paisajes diferentes, que pueden llegarle a uno a través de sus lecturas, del tema que aborda, de las formas que utiliza".

Las complicaciones de un país sometido en el presente a cambios radicales. Pero, por otro lado, sigue estando el pasado, un pasado muchas veces cargado con las sombras de la culpabilidad y que, en buena medida, ha habitado muchas de las obras de los autores alemanes de generaciones anteriores. Marcel Beyer se ha acercado también a los complejos rastros que ha dejado el nazismo. Personalmente, la tragedia le queda lejos, así que en Espías (Debate), su última novela traducida, aborda aquellos tiempos a través de unos niños que investigan la historia de un abuelo que formó parte de la Legión Cóndor. "Hay que hacer una distinción inicial entre pasado e historia", dice Beyer. "La historia es cosa de los historiadores. El pasado nos pertenece a todos, y lo difícil para un escritor es encontrar la forma de contarlo. En mi caso, sólo puedo acercarme a lo que pasó desde cuanto me ocurre y está ocurriendo en el presente. No me interesa hacer una reconstrucción de lo que pasó, sino encontrar aquello que me parece importante y que ha permanecido oculto, en silencio".

Beyer llama la atención sobre el tremendo peligro de mezclar realidad y ficción -"hay algunas fronteras que no se pueden atravesar sin faltar a la verdad"- a la hora de abordar el pasado. Un pasado que se ha visto, según Schulze, cubierto por un espeso silencio. Timm, por su parte, recuerda una novela que retrató desde una perspectiva fraternal a uno de los brutales jefes nazis, Adolf Eichmann, llamándolo "hermano Eichmann", para dar idea de lo difícil que resulta comprender "la atrocidad de lo que pasó".

Sintetizar el largo encuentro con los cuatro escritores alemanes no es tarea fácil. Al final, el nombre del crítico Reich-Ranicki salta en la conversación. "No se puede hablar siempre de la literatura en categorías", interviene Grünbein, el poeta que aborda en su obra de forma despiadada el mundo de la civilización moderna y que ha publicado sus reflexiones existenciales en una especie de diario, Das erste Jahr (El primer año, aún sin traducir). Poco antes había dicho: "Cada escritor construye su obra siempre en diálogo con lo que han escrito otros antes que él. Lo que te hace diferente es cómo encuentras tu voz entre las otras que resuenan sobre ti. Pero esas voces no son sólo alemanas. La literatura no tiene hoy fronteras".

Durs Grünbein, Ingo Schulze, Marcel Beyer y Uwe Timm, esta semana en Madrid.
Durs Grünbein, Ingo Schulze, Marcel Beyer y Uwe Timm, esta semana en Madrid.BERNARDO PÉREZ

La imaginación contra la crisis

Ahora que las letras alemanas muestran su variedad fuera de sus fronteras, el mundo editorial se ve azotado por la crisis. Esta última fue una de las conclusiones que arrojó la última Feria Internacional del Libro de Francfort. El caso es que ha sido la propia feria, junto a los institutos Goethe de Barcelona y Madrid, los que han organizado estas semanas. Frente a la amenaza de la crisis, un poco de imaginación: ésa parece ser la lección. Aun así, hubo tiempo también en Madrid para analizar lo que se cuece detrás del -mayor o menor- glamour de los escritores. Sigrid Löffler, crítica alemana, y Manuel Rodríguez Rivero, profundo conocedor de los avatares del libro en España desde actividades muy diversas, dialogaron sobre Quién decide qué leemos: Política editorial y mercado del libro hoy, moderados por Michi Strausfeld, una de las editoras que más han hecho para comunicar las literaturas de ambos países.Sobre sus lecturas, sus pasiones literarias y su relación con la tradición alemana hablaron también Timm, Grünbein, Beyer y Sculze. Las obras de autores como Gabriel García Márquez o Alejo Carpentier no tardaron en aparecer en la conversación de Uwe Timm: "La riqueza de registros y la variedad formal de los latinoamericanos me han estimulado de una manera decisiva", comentó.Para hablar de sus gustos, Marcel Beyer citó una "antología que reúne a los autores que están fuera de los grupos". "No me suelen interesar los escritores que son muy conocidos porque sus fórmulas terminan por banalizarse. Me interesa más frecuentar a escritores que buscan caminos más personales, los que no pueden clasificarse fácilmente".Durs Grünbein reconoció haberse interesado en los últimos tiempos por todos aquellos autores que escribieron durante el Tercer Reich. "Lo que ocurrió después hizo que fueran rápidamente olvidados. Nadie quiso hablar ya de aquel tiempo y, sin embargo, son esos autores los que muchas veces reflejaron mejor lo que estaba sucediendo".Ingo Schulze, por último, dijo: "Thomas Mann es el estilo. Alfred Döblin, en cambio, es una colección de estilos. Buscó formas distintas según lo que tenía que contar. Es un reto que me interesa mucho más".

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_