Feo, brillante y comprometido
Jean-Paul Sartre tuvo una infancia solitaria. Nació en París en 1905 y quedó huérfano de padre a los seis meses. Fue un niño sin apenas amigos, canijo, bizco y torpe para el juego físico. Tal como relata en su autobiografía Las palabras, publicada en 1963, se refugió en la escritura para escapar de un mundo que lo rechazaba.
En 1929 se graduó en la prestigiosa Escuela Normal Superior, donde había conocido a Simone de Beauvoir, su única pareja estable hasta la muerte. Tres años después consiguió una beca para ampliar sus estudios en Berlín, lo que le permitió familiarizarse con la fenomenología de Husserl y el existencialismo de Heidegger. Tras volver a Francia, publicó una serie de ensayos influidos por el pensamiento alemán que apenas tuvieron repercusión, pero la aparición en 1938 de su primera novela, La náusea, convirtió a Sartre en un autor famoso y respetado.
Reclutado por el ejército francés en 1939, las tropas alemanas lo capturaron en 1940 y no consiguió volver a París hasta el año siguiente, cuando organizó junto a otros intelectuales una célula de la Resistencia. En 1943 publicó su obra filosófica medular, El ser y la nada, cuyas ideas principales quedarían recogidas en el panfleto El existencialismo es un humanismo, aparecido en 1946.
El hombre público
Después de la Segunda Guerra Mundial, Sartre abandonó su trabajo como profesor de instituto para dedicarse únicamente a escribir. De esta época es su ambicioso proyecto Los caminos de la libertad, una novela en cuatro volúmenes que dejó inconclusa cuando se convenció de que el teatro era un medio más adecuado para la difusión de sus ideas. En 1943 había publicado Las moscas, considerada como su mejor obra dramática, y en los años siguientes aparecieron A puerta cerrada, La puta respetuosa, Las manos sucias y El diablo y Dios.
Hasta 1956, cuando los tanques soviéticos ahogan la rebelión de Hungría, fue un ardiente defensor del comunismo sin llegar nunca a militar en ningún partido. Sus objeciones al marxismo quedarían plasmadas en Crítica de la razón dialéctica, publicada en 1960, en la que también reconoce el valor innegable de esta doctrina.
Tras rechazar el Premio Nobel en 1964, dedicó más y más tiempo a la militancia callejera, convirtiéndose en un icono de la llamada generación del 68.
A partir de los años setenta se agravaron su ceguera y sus problemas de salud, dejando al escritor prácticamente imposibilitado. Un tumor pulmonar acabó con su vida en 1980. Más de 25.000 personas asistieron a su funeral.
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