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ACOSO A IRAK

Bush dice que la guerra no es 'inminente ni inevitable', pero exige el cambio en Irak

El presidente tilda a Sadam de 'dictador homicida adicto a las armas de destrucción masiva'

Enric González

George W. Bush dijo que la guerra no era 'inminente ni inevitable'. Pero a continuación detalló una lista de exigencias que iba mucho más allá de las inspecciones de armas y que difícilmente serán aceptadas por Bagdad. Bush admitió que sus condiciones desembocaban en 'un cambio en la propia naturaleza del régimen iraquí'. Bush pronunció el lunes por la noche, en Ohio, un discurso en el que resumió sus acusaciones contra Sadam Husein, pintando con tonos más oscuros que nunca la supuesta amenaza representada por 'un dictador homicida adicto a las armas de destrucción masiva'.

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El presidente de EE UU dijo que Irak debía 'revelar y destruir, bajo supervisión de la ONU, todas sus armas de destrucción masiva'. Eso, sin embargo, no era todo: 'Para tener la seguridad de que descubrimos toda la verdad, el régimen debe permitir que los testigos de sus actividades ilegales sean entrevistados fuera del país, con sus familias, para que no estén al alcance del terror y el asesinato de Sadam Husein'. Y más: Irak debía 'dejar de apoyar al terrorismo', 'dejar de perseguir a su población civil', 'acabar con el comercio ilícito al margen del programa petróleo por alimentos' y dar cuenta de todos los desaparecidos en la guerra del Golfo, 'incluyendo un piloto americano cuyo destino es aún desconocido'. Ese piloto fue dado por muerto en 1991, pero en julio Bush decidió que podía estar en una cárcel iraquí.

El presidente utilizó un tono moderado para leer un discurso muy duro en el fondo. Admitió que cabían muchas 'dudas legítimas' sobre la necesidad de invadir Irak. Una, por ejemplo: 'Después de convivir 11 años con ese problema, ¿por qué hacerle frente justamente ahora?'. La respuesta: 'Porque hemos experimentado el horror del 11 de septiembre'.

Bush trató de explotar el temor de sus conciudadanos diciendo que Sadam Husein podría disponer de 'un arma atómica en menos de un año', que había formado 'un grupo llamado los muyaidines nucleares' para librar 'una guerra santa nuclear' y que contaba con una flota de aviones teledirigidos capaces de alcanzar territorio estadounidense. Admitió que muchos temían que la guerra agravara la inestabilidad en Oriente Próximo, pero no dio importancia al riesgo: 'La situación difícilmente puede ser aún peor'.

Fue un discurso dirigido a su opinión pública. La estrategia presidencial, según fuentes de la Casa Blanca, consistía en utilizar el respaldo parlamentario a su política sobre Irak para disipar las dudas de los ciudadanos, y en usar a su vez el apoyo popular para vencer las reticencias de Francia y Rusia.

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Cuando subió al podio instalado en la vieja estación de Cincinnati, por la que durante la II Guerra Mundial pasaron muchos de los soldados enviados a luchar contra los nazis, Bush sabía que el Congreso no le negaría el respaldo. La Cámara de Representantes y el Senado iniciaron ayer los debates plenarios sobre sus resoluciones acerca de la crisis iraquí y, en el primer caso, se daba por seguro que la votación convocada para el jueves arrojaría un resultado favorable a los intereses de la Casa Blanca. En el Senado había más reticencias, pero los números se decantaban de forma clara hacia el a la guerra, con la condición, como en la Cámara, de que antes se agotaran las vías diplomáticas.

Quien no estaba convencido, ni mucho menos, era el público. Los sondeos mostraban que los estadounidenses apenas reaccionaban al continuo redoble de los tambores de guerra. Al cabo de un mes de campaña intensa, Bush no había logrado aumentar el interés de sus conciudadanos por derrocar a Sadam: a principios de septiembre, un 57% estaba de acuerdo con el presidente; el lunes, ese porcentaje había bajado cuatro puntos.

Problemas con la televisión

Bush quiso elevar el respaldo popular a la guerra, sin obtener un éxito apreciable. Un sondeo de urgencia realizado por CNN indicó que el discurso no había alterado opiniones. Tal vez contribuyó la torpeza con que la Casa Blanca negoció con las cadenas de televisión la retransmisión del discurso. Los asesores presidenciales no lo calificaron de mensaje a la nación y no pidieron que fuera retransmitido, por lo que las grandes cadenas rehusaron conectar con Cincinnati en hora de máxima audiencia.

Cuando la decisión de las televisiones llegó a la Casa Blanca, a pocas horas del discurso, comenzó un mercadeo inusual: los ayudantes del presidente llamaron a las cadenas ofreciendo añadir al discurso determinadas frases para hacerlo más 'atractivo ante la audiencia'. CBS, NBC y ABC mantuvieron su negativa. ¿Por qué la Casa Blanca no elevó la intervención de Bush a la categoría de mensaje a la nación, garantizando así la cooperación? 'La gente habría supuesto que se iba a anunciar el comienzo de la guerra y no quisimos crear alarmas', dijo un portavoz oficial.

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