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Calvo Serraller desmenuza 'El taller de esculturas', de Miquel Barceló

El crítico considera que la obra es 'un cuadro dentro de un cuadro'

Saber mirar y descubrir con la mirada lo que esconde un cuadro es difícil, complicado y admirable para el pintor Miquel Barceló (Felanitx, Mallorca, 1957). Una de sus obras más representativas, que se encuentra en la cuarta planta del Museo Nacional Reina Sofía, de Madrid (Santa Isabel, 52), ha sido analizada exhaustivamente por el crítico Francisco Calvo Serraller en el libro El taller de esculturas de Miquel Barceló (TF Editores).

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'Tiene casi diez años y representa el fin de algo o tal vez el comienzo', apuntó Barceló delante de El taller de esculturas. 'Lo que me parece claro es que es emblemático en mi obra, en mi trabajo y en mi vida'. Pintada en 1993 en su estudio de Marais, en París, la pieza es considerada por el autor 'un cuadro casi primitivo'.

El artista habló sobre el ensayo escrito por Calvo Serraller, 'El taller de esculturas' de Miquel Barceló, para decir que con él el lector consigue adentrarse en la obra a través de la palabra y la mirada. 'Lo que me parece más difícil cuando uno se coloca delante de un cuadro es saber mirar, y siempre he admirado a esas personas que son capaces de quedarse parados durante 10 minutos observando una obra', indicó ayer Barceló en el acto de presentación del libro de Francisco Calvo Serraller en el Museo Nacional Reina Sofía, ante la presencia de la ministra de Cultura, Pilar del Castillo.

En el libro, el catedrático de Historia del Arte de la Universidad Complutense y crítico de arte de EL PAÍS afirma que El taller de esculturas es 'un cuadro que se inscribe en el género académicamente clasificado como 'cuadro dentro del cuadro' y, encima de todo, un cuadro sobre esculturas. Lo que constituye una perversión por partida doble'. 'Este taller del Marais encierra, o mejor dicho, está poblado por múltiples imágenes africanas; pero, además, por si fuera poco, es una pintura sobre esculturas, y la presencia desordenada de éstas, al atestar el taller, lo convierte en un museo', afirma en el ensayo su autor.

Para Calvo Serraller, El taller de esculturas 'no es un museo sin más, sino lo que originalmente fueron los museos: una cámara de las maravillas donde el coleccionista atesora lo extraordinario, interioriza las extrañezas del universo'. El cuadro, según el crítico, es 'una exposición retrospectiva, un fantástico almacén de recuerdos, un autorretrato donde el artista se contempla a través de lo que ha hecho, un viaje interior a lo anterior, una, en fin, memoria animada'. El autor del texto llega a comparar la obra con un relato: 'Este cuadro se nos presenta como una novela, esa narración que originalmente fue siempre el relato de una aventura, un viaje, una deriva'.

El cuadro se exhibe en un contexto de lo que podría definirse como un viaje por los últimos 20 años del arte contemporáneo, que es la época que recogen las paredes y espacios de la cuarta planta del Museo Nacional Reina Sofía. Allí se pueden contemplar también piezas de Cristina Iglesias, Adolfo Schlosser, Jonathan Lasker, José María Sicilia, Tobias Rehberger, James Lee Byars, Pello Irazu, Imi Knoebel, Victoria Civera, Terry Winters, Guillemo Kuitca, José Manuel Broto o Anish Kapoor.

Para el director del museo, Juan Manuel Bonet, El taller de esculturas es una de las obras que van a articular la colección de arte contemporáneo del Reina Sofía.

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