La guerra ha empujado a trabajar en la calle a decenas de miles de niños en Afganistán
Sólo 3 de los 4,5 millones de niños en edad escolar están matriculados en el presente curso
Amanullah no sabe su edad. 'Unos doce años', contesta sorprendido. Qué más da. Hace ya varios años que es adulto. Casi lo ha sido desde que dejó de gatear y tuvo que buscarse la vida para comer y ayudar a su familia. Por eso también responde con un 'no sé' cuando se le pregunta qué quiere ser de mayor. ¿Cuál es la diferencia? Sus mayores hacen exactamente lo mismo que él, mendigar, aunque sea un trabajo o una ayuda a una organización humanitaria. Y en cualquier caso, su horizonte es más inmediato: arrancar unos afganis a los conductores que viajan entre Mazar y la frontera uzbeca.
Para lograrlo, Amanullah y muchos otros chavales, descalzos, tristes y malnutridos, quitan arena de la calzada con el fin de evitar que se bloquee por el avance de las dunas. No va al colegio. No tiene tiempo. Debe madrugar para asegurarse que obtendrá entre 10.000 y 15.000 afganis (entre 25 y 40 céntimos de euro) antes de volver a casa al final del día. Casa es una chabola de barro en el campo de desplazados internos de Sakhi, al norte de Mazar, a donde su familia llegó hace algunos años huyendo del hambre y el miedo desde la aldea de Faizaband, cerca de Shibargan.
Son niños que no han tenido ocasión de ser niños o de comportarse como tales. A pesar de que las estadísticas extrapoladas de los campos de refugiados estiman que más del 50% de la población está por debajo de los 18 años, la mayoría de los afganos se hacen adultos mucho antes de esa edad. Necesidad obliga. Y la guerra ha agudizado la necesidad. En un país pobre todas las manos son pocas para el trabajo, y en el medio rural (el 80% de los habitantes antes de la guerra) los niños siempre han colaborado cuidando animales, recogiendo leña o tejiendo alfombras.
'Incluso si muchos de estos niños no hubieran ido nunca a la escuela, tenían la posibilidad de jugar y explorar su entorno mientras permanecían bajo la protección de la familia', asegura el informe de Unicef Oportunidades perdidas, sobre la situación de los menores en Afganistán durante la última década. 'A medida que el conflicto se ha prolongado, los niños han pasado progresivamente a un entorno de trabajo diferente, dentro y fuera del hogar', apunta el texto.
Y de qué modo. Los pequeños se han convertido en aprendices, vendedores ambulantes, limpiabotas, guardacoches o repartidores de periódicos a una edad cada vez más temprana, al mismo ritmo que la guerra y la sequía han empujado hacia las ciudades a toda una población destituida. La mayoría tiene entre 8 y 14 años, pero no es infrecuente encontrar trabajando en la calle a chavales que apenas han cumplido los cinco. A otros no se les ve. Como a las niñas, que a esa edad son enviadas a servir o empiezan a tejer alfombras dentro de sus casas.
En Afganistán no hay ninguna regulación laboral y por tanto tampoco ninguna ley que proteja a los menores de situaciones dañinas o de explotación. Según Unicef, en 1996, antes de la llegada de los talibanes, alrededor de 28.000 niños trabajaban en las calles de Kabul, el 80% pertenecientes a familias de desplazados internos. El fenómeno también se constató en Jalalabad (5.500) y Mazar-i-Sharif (1.500).
Hoy, ese número puede rondar los 50.000 sólo en la capital. Nadie lo sabe con seguridad. 'Creció mucho cuando los talibanes prohibieron trabajar a las mujeres; en las familias encabezadas por viudas los niños se convirtieron en verdaderos cabeza de familia', explica Elke Wisch, responsable de protección de Unicef en la oficina de Kabul. Ahora, el regreso de los refugiados ha aumentado el ejército de pequeños trabajadores. Wisch señala, sin embargo, que no se trata de niños de la calle. 'Los lazos familiares son muy fuertes en este país y la mayoría tiene un hogar por precario que sea'.
'Muchas familias no tienen otra elección que poner a sus hijos a trabajar si quieren alcanzar a cubrir sus necesidades básicas', admite Erin Mone, de la oficina de Save the Children en Mazar-i-Sharif. 'Muchos nos han explicado su situación como resultado de la muerte de uno de sus progenitores o de los dos durante la guerra', añade Mone. Un reciente informe de esta ONG estima que el número de menores que hoy trabajan en las calles de Mazar se eleva a 5.000, aunque reconoce que puede ser mucho mayor si se suman los niños sirvientes.
A pesar del gran esfuerzo de las nuevas autoridades y de la ayuda internacional, sólo 3 millones de niños de los 4,5 millones en edad escolar han podido matricularse en una escuela para el presente curso. Y eso en condiciones muy precarias. La mayoría de los colegios no dispone ni de sillas, ni de libros u otro material escolar con el que afrontar una lucha contra el analfabetismo que alcanza al 53% de los hombres y al 85% de las mujeres.
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