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Tribuna
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La bomba que hizo añicos las negociaciones secretas de paz

El autor asegura que el esfuerzo de semanas de negociación para un alto el fuego saltó en pedazos con el ataque israelí a Gaza

Hace dos semanas, cuando parecía que se avanzaba hacia un alto el fuego entre israelíes y palestinos, ocurrió algo desgraciado. El esfuerzo, que había culminado en un borrador de acuerdo por parte de Tanzim, la organización militar de Yasir Arafat, saltó literalmente en pedazos el lunes por la noche por culpa de un avión israelí que bombardeó Gaza.

Norteamericanos, europeos, árabes, israelíes y palestinos llevaban dos semanas inmersos en intensas conversaciones. Parece -aunque no hay confirmación oficial de todos los participantes en las negociaciones- que Tanzim y los fundamentalistas de Hamás estaban a punto de hacer una declaración en la que se comprometían al cese de las hostilidades dentro de Israel, y entonces cayó una bomba de una tonelada sobre un complejo de Gaza. Entre las 17 personas que murieron estaban el jefe ejecutivo de Hamás, Salah Shehada -un viejo terrorista-, su mujer y 11 niños, incluido su hijo.

¿Otro más de los actos de 'prevención selectiva' contra los terroristas? No exactamente. Entre otras cosas, el momento escogido resultó inquietante desde el principio, incluso antes de contar con otros datos. A lo largo de los últimos meses, esta operación se había cancelado ocho veces, porque las fuerzas israelíes, en general preocupadas por las víctimas civiles, no estaban seguras de que no fueran a producirse en esta ocasión. De forma que, ¿por qué ahora? La acción fue una decisión urgente del primer ministro, Ariel Sharon, y el ministro de Exteriores, Simón Peres, después de que la aprobara el ministro de Defensa, Benjamín Ben Eliezer. No se consultó al Gabinete de seguridad. Luego se dieron a conocer una serie de datos reveladores, pero confusos.

Claramente, hubo un error de última hora en la valoración de las informaciones sobre el riesgo para la población civil. Los servicios de información militares han hecho una labor excelente durante casi todo el periodo de la Intifada. ¿Qué falló en esta ocasión? ¿Acaso un simple grupo de reconocimiento que vigilara el edificio no debería haber informado de que había en él mujeres y niños?

Empezaron a circular datos hasta entonces desconocidos sobre las frenéticas negociaciones de alto el fuego, incluida una declaración del líder espiritual de Hamás, Ahmed Yasin, la víspera del bombardeo, sobre la voluntad de acabar con los atentados terroristas si Israel aceptaba dejar de matar a sus agentes y retiraba las tropas de las ciudades de Cisjordania.

Además, Peres mantuvo una larga conversación el sábado, en Tel Aviv, con Ahmed Razak Yehiyeh, el nuevo ministro palestino de Interior, y Saeb Erekat, el principal negociador palestino. Ambos habían coordinado conversaciones sobre un posible alto el fuego con grupos palestinos.

The Washington Post citaba a un representante norteamericano en las negociaciones, según el cual, la noche del ataque estaban a punto de llegar a un acuerdo.

Los pronunciamientos posteriores de los portavoces israelíes han hecho todo lo posible para quitar importancia a esas conversaciones bajo cuerda. El Gobierno, que había decidido no hacerlas públicas, ahora dice, a posteriori, que las informaciones al respecto eran 'exageradas'.

Seguro que, como cualquier persona sensata, Sharon aprecia la paz. Su problema es que no está dispuesto a negociarla en serio. Porque comprometerse a un alto el fuego provisional probablemente implicaría nuevas negociaciones para avanzar hacia un acuerdo más amplio, con concesiones de más largo alcance.

Israel ha sufrido enormemente por los atentados terroristas palestinos. Quizá pueda considerarse esa razón suficiente para tomar medidas de represalia interminables y claramente inútiles. La otra vía, que esta Administración israelí no ha emprendido, es la de acompañar las medidas racionales de defensa con medidas políticas. Se oye con frecuencia el argumento de que el Gobierno anterior, el de Ehud Barak, ofreció a los palestinos casi todo y ellos rechazaron su oferta. Pero no hay motivo por el que un conflicto tan complicado como el nuestro no merezca hacer un nuevo esfuerzo sustancial para lograr un compromiso, sobre todo ahora que Israel ha mostrado su mano de hierro en repetidas ocasiones.

Vale la pena repetir por enésima vez que llevar a Israel a la mesa de negociación es una tarea que corresponde, sobre todo, a los norteamericanos. El Gobierno de George W. Bush, inmerso en su propio frenesí antiterrrorista, no ha hecho un trabajo demasiado convincente hasta ahora. Tiene que esforzarse más.

Gideon Sermet, miembro del consejo editorial del diario israelí Haaretz, ha escrito este artículo para The International Herald Tribune.

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