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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El enfermo empeora

Algunas de las economías más importantes del Cono Sur americano se están derrumbando en cadena, contaminadas por la crisis crónica de Argentina y la incapacidad demostrada al alimón por sus gobernantes y por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para ofrecer un atisbo de esperanza a empresas e inversores. Y estas malas noticias que se encadenan en Argentina, Brasil y Uruguay lo son también para los bancos y las grandes empresas españolas que desarrollan sus negocios en América Latina, como ha quedado patente esta semana en la presentación de las cuentas de algunas de las más relevantes.

Desde Buenos Aires, el virus de la desconfianza se ha extendido a Uruguay y Brasil. En Montevideo se ha desatado el pánico de los ahorradores, proliferan las algaradas callejeras y los uruguayos se precipitaron a comienzos de semana hacia los bancos para retirar sus depósitos, atemorizados por los rumores de un inminente corralito, a imagen y semejanza del argentino. La divisa brasileña, el real, está evitando a duras penas una caída en picado gracias a las constantes intervenciones del banco central para defenderla de la demanda masiva de dólares. Brasil tiene un grave problema financiero y cambiario, que nace del elevado endeudamiento exterior de sus empresas (más de 100.000 millones de dólares) y que los acreedores se niegan a refinanciar.

Las causas de fondo de esta mar gruesa se pueden resumir en la expresión 'desconfianza aguda'. El sistema financiero uruguayo se ha encontrado con una huida en masa de los dólares depositados por los ahorradores argentinos. Las autoridades del pequeño país parecen dispuestas a repetir los mismos errores que cometieron los gobernantes vecinos y han anunciado que impondrán restricciones al movimiento de capitales en los bancos públicos, una suerte de corralito para la banca oficial, pero mal explicado desde el Gobierno. Montevideo se aproxima así a esa especie de agujero negro que multiplica la desconfianza hacia los bancos y la pobreza de los ciudadanos. La apertura de los bancos, el lunes, tras cuatro días consecutivos de cierre, será una prueba de fuego sobre la capacidad del sistema para aguantar la estampida.

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Mientras la histeria se extiende, el FMI responde con su lentitud y escasa comprensión habituales. Abundan las declaraciones contradictorias, y las negociaciones para ayudar a los nuevos enfermos de América Latina se eternizan. Washington intenta hacerse perdonar las acusaciones de mantener olvidada a la región con el viaje que hoy inicia el ministro del Tesoro Paul O'Neill. Una de las confirmaciones más desoladoras de la crisis argentina ha sido precisamente la evidencia de que el FMI no se muestra dispuesto a cumplir con el papel de último garante de la credibilidad de los países emergentes, que son precisamente los que más ayuda necesitan.

El torbellino financiero que sacude Argentina, Brasil y Uruguay está teniendo repercusiones graves entre los grandes bancos y las empresas españolas más implantados en la zona. Las cuentas semestrales publicadas esta semana confirman que el daño causado por la crisis latinoamericana es mayor del que se admitió en los inicios de la crisis. Bancos como BBVA y SCH han reconocido drásticas caídas en el beneficio por el efecto argentino y tardarán tiempo en asimilar la desastrosa evolución de sus actividades al otro lado del Atlántico. Los cálculos más moderados sugieren un impacto en el negocio financiero de casi 4.000 millones de euros.

El riesgo de que los mercados latinoamericanos se conviertan en causa de pérdidas insostenibles para bancos y empresas españolas no debe minimizarse. La situación se ha convertido en una prueba para el temple y la capacidad de gestión de los directivos de las empresas implicadas.

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