'Fuimos los vencidos del bando de los vencedores'
Al terminar la entrevista, y después de un minucioso recorrido histórico sobre los avatares del carlismo, Carlos Hugo de Borbón Parma (París, 1930) se vuelca a explicar la cuestión decisiva que le preocupa en este momento: la globalización. Comenta que es el gran tema de nuestro tiempo, el problema fundamental en torno al que gravitan todos los demás. 'Dentro de pocos años serán 7.000 millones los habitantes de este planeta, y de ellos sólo 1.500 millones vivirán en el mundo occidental. Y, evidentemente, no todos disfrutarán de la opulencia de unos cuantos. Nos enfrentaremos entonces a una situación explosiva. Ante ese horizonte, es urgente profundizar en este fenómeno nuevo que surgió cuando los capitales financieros decidieron saltarse todas las fronteras. Al hacerlo, incorporaron al corazón del mundo occidental los gravísimos problemas que antes estaban en su periferia'.
'Hasta la guerra civil, los carlistas siempre pelearon contra el Ejército del Estado'
Diagnostica con lucidez el ruido de nuestra época. No han pasado en vano sus largos años de estudio -doctorado en Derecho en la Universidad de la Sorbona y en Ciencias Económicas en Oxford, se especializó en temas sociales-, pero esta vez toca hablar del carlismo: el jueves firmó un convenio con la ministra Pilar del Castillo por el que lega durante 99 años el Archivo Carlista de la Casa de Borbón al Ministerio de Educación y Cultura.
Pregunta. ¿Qué representan esos 40.000 documentos que ahora pueden consultar los historiadores y curiosos?
Respuesta. Lo importante de esos documentos es que detrás de ellos aparecen los testigos. Es verdad que pueden ayudar a precisar los hechos históricos, pero lo más relevante es que permiten acercarse a los puntos de vista de los que vivieron esa historia y, de ese modo, entender cómo los carlistas se plantearon el problema de España.
P. ¿Qué momentos de un periodo tan dilatado -los fondos se remontan a la tercera guerra carlista en 1872- son los que el archivo permite iluminar especialmente?
R. Uno de los momentos particularmente complicados en el seno del carlismo fue el de la guerra civil. Mi padre, don Javier, firmó con el general Sanjurjo el alzamiento, pero éste murió muy pronto. Así que tuvo que tratar con Mola, con el que existió siempre un respeto mutuo. Lo que hay que tener en cuenta es que los carlistas eran entonces los únicos que tenían una organización político-militar, los requetés. Y tenían un peso muy importante. El problema que se debatía era sumarse con toda una organización a un movimiento que no estaba inspirado por el propio carlismo.
P. ¿Cómo fue la relación del carlismo con la República?
R. Los problemas surgieron con la llegada del Frente Popular. Se trataba de un bloque al que había que aceptar totalmente o rechazar totalmente. Tres grandes movimientos de izquierda unidos, con un gran poder político y militar, y encima en un momento en que se manifiesta un furibundo anticlericalismo. A los carlistas, para los que ha resultado casi connatural crear su propio ejército -no en vano habían desencadenado ya tres guerras civiles-, no les resultó difícil crear sus propios grupos armados. La paradoja vendría después. Y es que los carlistas siempre habían peleado contra el ejército del Estado y, al empezar la guerra, habían de pelear al lado de parte de ese ejército, la que se enfrentó a la República.
P. Esa contradicción, ¿se exacerbó cuando Franco tomó las riendas?
R. Franco se sumó al alzamiento cuando éste cosechó sus éxitos iniciales. Cuando Mola muere, tomó las riendas militares, y su papel fue decisivo porque garantizó la colaboración de los alemanes y de Mussolini para ganar la guerra. Ahora bien, ya como jefe de Estado, decide crear el partido único. Y es ahí donde surge el enfrentamiento con mi padre, que se niega a apoyar un régimen totalitario y es expulsado de España. Los carlistas, sin embargo, y en plena guerra, no podían retirarse. Y las cosas siguieron su curso hasta la victoria de Franco. Terminamos como vencidos en el bando de los vencedores.
P. Su padre tuvo una curiosa trayectoria. Se levantó contra la República y terminó peleando contra los nazis...
R. Mi padre fue enemigo de los totalitarismos. Su batalla se dirigía a conquistar un clima de paz donde pudieran tenerse en cuenta todas las opciones políticas. El caso es que se enfrentó a Franco, y luego, ya en Francia, peleó contra los nazis y los fascistas. Hasta terminar en un campo de concentración. Otra paradoja más: cuando combatió con el nazismo lo hizo junto a muchos izquierdistas contra los que antes había peleado en España. Por cierto, todos ellos lo respetaron. Es curioso. Si se rasca en la historia de muchos españoles, siempre aparece algún antepasado que fue carlista. Incluso el padre de la Pasionaria fue carlista en Vizcaya.
P. ¿También están los testimonios del papel que jugaron los carlistas en la lucha contra Franco y en la transición?
R. Yo tuve que vivir de forma clandestina en la España franquista, donde me incorporé a la batalla política en los años cincuenta. De lo que se trataba era de buscar la forma de salir de aquel régimen de una manera pacífica y propiciar la reconciliación. En ese sentido, creo que el diálogo entre los carlistas y la gente de izquierdas fue muy fructífero.
P. ¿Cómo están ahora las cosas? ¿Qué queda de aquel viejo litigio dinástico y de la religiosidad de los carlistas?
R. No hay litigio de ningún tipo, pues ahora vivimos en una democracia no excluyente. En cuanto a la religiosidad, la rareza de los carlistas es que siempre fueron creyentes y siempre estuvieron enfrentados a las jerarquías religiosas por su proximidad con el poder.
Babelia
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