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Reportaje:

Brasil se echa a temblar ante el avance de Lula

Los rivales del líder izquierdista se unen para cerrarle el paso mientras la economía brasileña empieza a sufrir

Los candidatos a las elecciones presidenciales brasileñas del próximo 6 de octubre dan los últimos pasos ante el cercano inicio de la campaña. La pugna se centra ahora en sellar las alianzas electorales más amplias posibles. Quien lo logre dispondrá del mayor tiempo en los espacios gratuitos de propaganda electoral en televisión y radio, que se distribuyen según la representación parlamentaria de cada fuerza política o coalición. El ex ministro José Serra, candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), oficialista, se llevará la parte de león en los medios audiovisuales, al contar con el respaldo de los mayores partidos del país. El Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB-centroderecha), peso pesado de la coalición gubernamental, ha dado finalmente su apoyo a Serra, y lo mismo harán sectores mayoritarios de los derechistas Partido del Frente Liberal (PFL) y Partido Progresista Brasileño (PPB).

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Serra ha dado un golpe de efecto poco antes de cerrarse el plazo para la presentación de candidaturas al designar a Rita Catama, una atractiva congresista del PMDB, como compañera de fórmula y aspirante a la vicepresidencia de la República. A pesar de que el electorado femenino supone el 50,4% de los casi 110 millones de votantes, la representación de la mujer en los cargos públicos es ínfima. Ningún Ministerio del Gobierno de Fernando Henrique Cardoso está encabezado por una mujer, jamás una mujer ha sido presidenta o vicepresidenta y su representación actual en el Congreso no supera el 6%.

Quienes dudaron hasta última hora están decantándose por Serra, y no precisamente por amor, sino por miedo a una victoria de quien encabeza las encuestas: el izquierdista Luiz Inázio da Silva (Lula), candidato del Partido de los Trabajadores (PT), que concurre por cuarta vez consecutiva a las elecciones. El eterno perdedor dice haber aprendido la lección y ha abierto los brazos, a costa de herir sensibilidades en su propio partido, a otras agrupaciones políticas mucho más conservadoras. Para muestra un botón: el compañero de fórmula de Lula y candidato a la vicepresidencia de la República será el magnate de la industria textil, José Alencar, líder del derechista Partido Liberal. ¿Alianza contra natura? Puede ser, pero los tiempos cambian y los líderes del PT tienen el desafío de demostrar al mundo (del dinero, obviamente) que son gente seria, y que si llegan al Gobierno garantizarán la estabilidad en el gigante de América Latina. Por ejemplo, Aloizio Mercadante, uno de los principales asesores de Lula en materia económica, declaraba hace menos de un año que el PT rompería con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El mes pasado, el mismo Mercadante estaba almorzando en Washington con el jefe de la misión brasileña ante el FMI.

Que a tres meses de los comicios Lula mantenga una cómoda ventaja sobre los otros candidatos, especialmente sobre el oficialista, en las intenciones de voto no es sorprendente. José Serra es el hombre del presidente Cardoso, cuya excelente imagen internacional contrasta con la baja popularidad entre sus conciudadanos. La alta aceptación que el actual mandatario tuvo en su primer mandato (1995-1998) decayó nada más comenzar el segundo periodo (1999-2002) tras la devaluación del real. El racionamiento del consumo eléctrico a que fueron sometidos los brasileños el año pasado, a causa de la sequía, supuso un nuevo golpe a la credibilidad de Cardoso, cuyo Gobierno exhibió una falta de previsión inconcebible. El desempleo, los bajos salarios y la pobreza, junto a la violencia y la corrupción, son las mayores preocupaciones de la población, y en las que se siente más desamparada por el Gobierno federal, según varias encuestas.

No pueden sorprender, pues, las buenas perspectivas electorales de Lula, el candidato de los pobres, en un país donde la mitad de la población tiene unos ingresos de 375 dólares al mes (cinco veces el salario mínimo).

Sin embargo, conviene mesurar el valor de los sondeos porque la campaña propiamente dicha todavía no ha empezado y, sobre todo, no ha entrado en acción la propaganda electoral en radio y televisión (del 20 de agosto al 3 de octubre), que suele jugar un papel determinante en cada elección. En anteriores comicios, como los de 1994, Lula tenía una ventaja de casi 20 puntos sobre su principal rival (Cardoso) a tres meses de la votación.

Con todos estos antecedentes sorprende la guerra de nervios de las últimas semanas, como si el antiguo obrero metalúrgico que fundó el PT estuviera a punto de entrar en el palacio de Planalto con la banda presidencial. De repente, un vendaval desatado por los mercados sopla con fuerza inusitada contra el gigante de América del Sur. El dólar sube de manera alarmante, los bonos brasileños caen en picado, el riesgo-país se dispara y los analistas advierten que Brasil puede tener problemas para pagar la elevada deuda pública. El crecimiento para este año, que el Gobierno preveía por encima del 2%, no superará el 1,5% del PIB. El Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de otorgar un préstamo de 10.000 millones de dólares para reforzar las reservas del Banco Central y blindar el real. Los expertos dudan que sea suficiente para atajar el problema de la deuda.

La posibilidad de que Brasil entre en crisis provoca una tembladera en toda la región. El Gobierno insiste es que hay mucho de ataque especulativo amparado en la incertidumbre electoral y presenta datos para demostrar que Brasil no es Argentina: una inflación anual del 5,5% frente a la del 60% del vecino del sur, reservas internacionales de 35.000 millones de dólares, inversión externa (prevista para 2002) de 20.000 millones, una balanza comercial con el mejor resultado en dos años y un superávit primario (antes del pago de intereses) de 6.459 millones de dólares en los primeros cinco meses de 2002, lo que significa un 3,6% del PIB. El problema es que la deuda pública representa ya más del 55% del PIB y los tipos de interés que Brasil tiene que pagar a los mercados es del 23%. En estas condiciones, por muchos esfuerzos que haga el Gobierno en materia fiscal, sus efectos apenas se sienten cuando los capitales huyen despavoridos por falta de confianza.

Desde sectores del capital productivo, algunos empresarios critican la visión alarmista ante un eventual triunfo de Lula y llaman a la calma. La gestión en los municipios, ciudades y Estados donde gobierna el Partido de los Trabajadores (PT), recuerdan, ha estado presidida por la moderación en el manejo de las cuentas públicas. Paradójicamente, los Gobiernos del PT hacen una política más bien conservadora porque están sometidos a una camisa de fuerza, que es el sistema institucional brasileño. A diferencia de Argentina, donde las provincias tienen un gran poder de gasto público, en Brasil los Estados están sometidos a una ley constitucional que limita al gasto y al endeudamiento. La deuda no puede duplicar el valor de la recaudación de cada Estado y la ley de responsabilidad fiscal obliga a todos los entes de la federación y penaliza severamente a quienes no la cumplan.

El ministro que 'politizó' los medicamentos

Una de las acciones de gobierno de la que está más orgulloso José Serra de su época de ministro de Salud es la ley que regula los medicamentos genéricos, que fue aprobada por el Congreso en febrero de 1999. Paradójicamente, la idea del proyecto de ley no partió del partido gubernamental, sino del diputado opositor Eduardo Jorge, del Partido de los Trabajadores (PT), que había presentado la iniciativa en 1991 y que durante siete años estuvo trabada. La ley autoriza a la industria farmacéutica brasileña la fabricación de los principios activos frente a las marcas que el ex ministro refiere como 'nombres de fantasía'. Los primeros genéricos llegaron al mercado un año después de la aprobación de la ley a un precio 40% más barato. A finales del año pasado había en las farmacias unos 400 medicamentos genéricos seguros y más baratos, que cubren un 70% de las principales necesidades médicas de prescripción. 'Hay que politizar los temas. Lo hicimos y conseguimos abrir la puerta a la competencia de los medicamentos. Lo que vale es el principio activo y no la marca', dice el hoy candidato del PSDB y principal adversario electoral del PT. Serra también politizó la cuestión de las patentes y consiguió sacar adelante la Ley de Patentes, que supuso un duro enfrentamiento entre Brasil y Estados Unidos.

Un modelo propio para un país continental

'En términos del mundo creo que Brasil tiene que asumir un modelo propio', afirma el magnate de la publicidad y presidente de W / Brasil, Washington Olivetto. En su opinión, 'Brasil no es ni primero ni segundo ni tercer mundo. A veces es primero, segundo y tercer mundo, simultáneamente. Pero Brasil, en la realidad, tiene la posibilidad de ser otro tipo de primer mundo y ésa es la gran cuestión'. Algunos famosos brasileños opinan como el creativo publicitario. Es el caso del cantante Caetano Veloso y de aquellos artistas plásticos brasileños que creen en un modelo brasileño de otro tipo de primer mundo, con la exaltación de sus características propias y sin preocuparse de parecerse al mundo globalizado. El Brasil que exporta una identidad, que se enorgullece de esa identidad, puede ser mucho mejor que un Brasil que intenta parecerse a la identidad global. La palabra orgullo adquiere toda su dimensión después de que la selección nacional del deporte rey, el fútbol, haya logrado por quinta vez la Copa del Mundo. Nadie como los brasileños para celebrar la victoria con el mismo sello personal de los seguidores que acompañaron a su selección durante todo el campeonato. A Brasil se le reprocha a menudo tener una mirada hacia el interior. En la política, la cultura, la música y tantos otros dominios de la actividad humana los brasileños actúan con una visión de país continental.

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