'Si Argentina hubiera seguido las instrucciones del FMI, ahora estaría peor'
Joseph Stiglitz es un Nobel atípico. Hace año y medio, bajo las críticas del Departamento del Tesoro estadounidense, dejó su puesto como economista jefe en el Banco Mundial, después de haber trabajado en la Casa Blanca como consejero del presidente Bill Clinton. En este tiempo ha vuelto a la vida académica, a su cátedra de la Universidad de Columbia, en Nueva York, y ha escrito un libro, Globalization and its discontent, donde narra su experiencia en Washington y no deja títere con cabeza.
Sonriente y catégorico, Stiglitz, que en noviembre del año pasado recibió el Nobel de economía junto con otros dos norteamericanos, George Akerlof y Michael Spence, afirma que los países occidentales se han repartido los dividendos de la globalización y critica a los organismos encargados de regular el nuevo orden económico, muy especialmente al Fondo Monetario Internacional, por tomar decisiones 'basándose en una extraña mezcla de ideología y mala economía, un dogma que apenas esconde intereses creados'.
Pregunta. Desde las primeras páginas de su libro, afirma que los que critican la globalización y acusan a Occidente de hipocresía tienen razón.
Respuesta. Cuando trabajaba en el Banco Mundial pude ver los efectos devastadores de la globalización en los países en vías de desarrollo. Creo que la globalización puede ser una fuerza positiva y tiene el potencial de enriquecer a todo el mundo, especialmente a los pobres. Pero también creo que ha sido muy mal administrada y ése es el problema. El resultado es que ahora algunos de los países más pobres están mucho peor.
P. ¿El FMI tiene toda la culpa?
R. En parte. El FMI siempre ha sido muy hábil escurriendo el bulto y culpando a los demás de sus propios errores. A veces se critica al Consejo de Seguridad de la ONU por el poder de los cinco miembros permanentes, pero se olvida que en el FMI un solo miembro, EE UU, tiene todo el poder de veto. El FMI ha alentado en los países en vías de desarrollo a aplicar políticas que se han desechado en los países desarrollados, por ejemplo, privatizar las pensiones o prohibir proteger ciertos sectores, como la agricultura, algo que Estados Unidos o Europa consideran normal. El FMI tampoco ha tenido en cuenta ni las desigualdades en el reparto de las riquezas que estaba generando ni la inestabilidad social de sus políticas.
En 1997, en una reunión en Kuala Lumpur del G-22 [los ministros de Economía y los gobernadores de los bancos centrales de las naciones más industrializadas y los principales países asiáticos] advertí del peligro de disturbios sociales al imponer políticas monetarias y fiscales demasiado severas. Michel Camdessus [el director del FMI entonces] tan sólo respondió que los países debían padecer los reajustes. Unos meses después, estallaba la crisis en Indonesia.
P. ¿Qué soluciones propone?
R. Soy moderadamente optimista. No creo que sea muy realista esperar que cambie el proceso de decisión en el seno del FMI. Sí creo, sin embargo, que parte de la solución pasa por aumentar la transparencia. El conocimiento global es importante para cerrar el desfase entre los países en desarrollo y los más desarrollados. Sería necesario por ejemplo generalizar las leyes del derecho a la información.
P. Usted apoya el movimiento antiglobalización. ¿Cree que las manifestaciones han surtido algún efecto?
R. El FMI y el Banco Mundial son instituciones políticas y no pueden ignorar completamente la presión exterior. Su vocabulario ya ha cambiado. Por ejemplo, ahora no apoyan los rescates financieros. Es una de las razones por las que se está abandonando a Argentina.
P. ¿Es responsable el FMI de la crisis argentina?
R. Si Argentina hubiera seguido al pie de la letra las intrucciones del FMI ahora estaría en una situación mucho más dramática. El gran error fue aplicar un tipo de cambio fijo, lo que se justificó en su momento para combatir la hiperinflación, pero era una solución condenada al fracaso. Los sistemas de paridad fija nunca han funcionado, es una de las razones por las que Turquía ha salido mejor parada, porque ha podido jugar con los tipos de cambio y mejorar sus exportaciones.
P. ¿Qué puede hacer ahora Argentina?
R. Lo que ha huido del país es el capital financiero, el resto sigue ahí, el tema es encontrar los recursos para reactivar la producción. No es una tarea fácil. Habría que tratar de incrementar la demanda favoreciendo las exportaciones. Argentina podría, como se lo permiten las normas de la Organización Mundial del Comercio, imponer temporalmente barreras comerciales, mientras que Estados Unidos y Europa podrían a su vez abrir sus fronteras a los productos argentinos.
P. ¿Cómo ve la economía norteamericana? ¿Cree que se está recuperando?
R. La economía norteamericana está saliendo de la recesión, como se define clásicamente, pero va a seguir por debajo de su potencial. Las señales son algo confusas. El consumo no tiene mucha capacidad de recuperación puesto que no cayó tanto en el 2001. A eso hay que añadir un alto nivel de endeudamiento. En los noventa la gente ahorraba gracias a los dividendos de sus inversiones en Bolsa, ahora ya no es el caso. No creo que haya en estos momentos suficientes elementos como para asegurar un nuevo crecimiento continuo.
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