Paraísos terrenales
En pocos terrenos se ha mostrado históricamente más incongruente el discurso de la Iglesia católica que en el de sus relaciones con el dinero. Su prédica de la pobreza como ideal de virtud (para sus fieles) se ha compaginado mal con la actitud más que complaciente de sus jerarcas con la riqueza y el dinero, que en épocas históricas llegó a justificar el acaparamiento de bienes terrenales hasta límites difícilmente compatibles con el ideal de pobreza evangélica que predicaban. No es extraño que algunos catecismos de finales del siglo XIX, beligerantes hasta el anatema contra el liberalismo, considerasen pecado mortal la lectura de los periódicos, salvo la sección de Bolsa.
Por más que se esfuerce el obispo de Bilbao, es difícilmente comprensible, salvo que trate de ocultar operaciones claramente especulativas, que el obispado que regenta saque alguna ventaja de colocar en un paraíso fiscal -el de Jersey- una inversión de 1,3 millones de euros, exenta en origen de impuestos de acuerdo con el privilegiado régimen fiscal que la Iglesia mantiene con el Estado.
El obispo ha asegurado que esa inversión -realizada a través del BBV Privanza y descubierta en la investigación del juez Garzón sobre las cuentas secretas de dicha entidad bancaria en el extranjero- sólo pretendía una 'mejor gestión administrativa' y que no 'es fiscalmente opaca'. Habrá que esperar a lo que diga el juez Garzón, pero la explicación tiene poca consistencia: ¿mejor gestión administrativa en Jersey, uno de los paraísos fiscales especialmente denunciados por la OCDE en junio de 2000, que en las oficinas del propio BBV en Bilbao?
La Iglesia católica goza en España de tal cúmulo de exenciones fiscales en sus actividades y propiedades -contribución urbana, renta y patrimonio, sucesiones, transmisiones patrimoniales-, que su situación se asemeja a un paraíso fiscal en comparación con la común de los españoles. La única excepción es que, como cualquier otro español, debe tributar por las plusvalías obtenidas en sus inversiones. Por eso, suena a ventajismo intolerable -aparte de sus implicaciones legales- buscar las vueltas a Hacienda con operaciones en un paraíso fiscal. Sería vergozoso para la Iglesia -un escándalo más que añadir al de Gescartera- que la inversión del obispado de Bilbao en Jersey tuviera ese fin: evitar las retenciones correspondientes. A falta de una explicación clara sobre las ventajas concretas de dicha inversión, esa hipótesis no es en absoluto descartable.
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