FARC, patente de corso
La semana pasada, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) mataron a 119 civiles en Boyajá, arrojando una bombona con metralla en una iglesia donde los lugareños se refugiaban de una batalla entre la guerrilla y los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que se disputan territorio y rutas de narcotráfico en esa selvática región donde no existen los poderes del Estado. Es una carnicería más. Desde el colapso en febrero de las interminables conversaciones de paz con el Gobierno, las FARC han multiplicado su actividad terrorista, asumiendo que sus efectos devastadores quebrarán el creciente apoyo de los colombianos a una respuesta militar sin contemplaciones. Las elecciones presidenciales del próximo día 26 han añadido urgencia a la macabra tarea.
Los movimientos guerrilleros también se corrompen, y las FARC no son una excepción. El mayor grupo armado del continente, que predicara la revolución de los oprimidos hace 40 años, se ha ido petrificando hasta convertirse en un ejército a sueldo de profesionales de la muerte. En su degradación, recurre sistemáticamente a las herramientas más abyectas, que en nada distinguen a las FARC de otras partidas terroristas de nombre menos épico. Desde el asesinato al tráfico de drogas, el coche bomba, el secuestro o las matanzas indiscriminadas. Que la organización que obedece a Manuel Marulanda pretenda a estas alturas ocupar un espacio ético o moral por encima de sus adversarios ofende el buen sentido.
Las FARC, junto con los pistoleros de extrema derecha de las AUC, están incluidas en el listado terrorista de EE UU. La Unión Europea, sin embargo, las excluyó de su relación recientemente revisada, en la que sí figuran, con buen criterio, los paramilitares colombianos. A raíz del exterminio de Boyajá -decenas de niños-, la UE ha advertido que su catálogo del terror se pone al día periódicamente. No estaría de más que en su próximo repaso los dirigentes europeos decidieran llamar a las cosas por su nombre, y las FARC ocuparan el lugar que les corresponde.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.