Los palestinos imponen condiciones para salir de la basílica de Belén
La entrega de las armas se convierte en el principal obstáculo para cerrar el acuerdo
Israelíes y palestinos coincidían ayer en una cosa, tal vez la primera desde que comenzara la Operación Muro Defensivo: 'Hay acuerdo'. Sin embargo, la basílica de la Natividad en Belén permaneció cerrada, sin que ninguno de los 128 palestinos que desde hace 36 días están en su interior la abandonaran. Tres eran los puntos que obstaculizaban a última hora la salida de los palestinos. El más importante era quién debía hacerse cargo de las armas.
Obstáculo principal fue también la negativa de Italia primero, y Egipto después, a aceptar a 13 milicianos palestinos deportados -'ningún país los quiere', opinó el portavoz del Ejército israelí, Olivier Rafowicz-, pero lo cierto es que a última hora todavía quedaban importantes detalles por aclarar. Además, las organizaciones radicales palestinas, como Hamás y la Yihad Islámica, rechazaron el trato.
Todos los palestinos que estaban en la Natividad tuvieron que firmar un documento en el que daban su consentimiento al pacto alcanzado entre los equipos dirigidos por el ministro de Defensa israelí, Benjamín Ben Eliezer, y el presidente palestino, Yasir Arafat. Sin embargo, algunos manifestaron su deseo de dar marcha atrás, ya que, en su opinión, si la Autoridad Palestina acepta que haya deportaciones sin un juicio previo se está sentando un peligroso precedente. 'Israel podría expulsar mañana mismo a todos los palestinos que no quiera ni en Cisjordania ni en Gaza', declaró un representante palestino. La misma oposición a las deportaciones se daba en las calles de Belén, donde, a pesar del toque de queda, varias mujeres volvieron a manifestarse en contra.
Los milicianos palestinos no querían ni abandonar sus armas ni entregarlas a los israelíes, y éstos se negaban a aceptar la salida de nadie armado por la puerta de la basílica. Estaba también la consideración de los deportados, que no han sido sometidos a juicio ni por los tribunales israelíes ni por los palestinos, lo que marca una importante diferencia con los cuatro palestinos que asesinaron al ministro de Turismo israelí y que, tras ser juzgados por un tribunal palestino durante el asedio a la residencia de Arafat en Ramala, fueron trasladados por ingleses y estadounidenses a una cárcel de Jérico custodiada por éstos. En tercer lugar, los militares israelíes volvieron a repetir el argumento de que los palestinos han causado graves daños en el interior del templo y advirtieron que llevarían a la prensa internacional de gira por el complejo para demostrarlo. Tanto los franciscanos de Jerusalén como los greco-ortodoxos negaron tales destrozos.
Para complicar más las cosas, los 10 pacifistas que la semana pasada lograron burlar el cerco israelí y penetrar en la iglesia anunciaron que no se moverán de la Natividad hasta que se hayan ido los palestinos. Todas las demás partes implicadas querían que salieran los primeros.
En Belén se mantuvo el toque de queda y, a diferencia de días pasados, se multiplicaron los controles militares por la ciudad y nadie que no portara una acreditación del Gobierno israelí podía caminar por sus calles. Los carros de combate Merkava se apostaron a lo largo de una de las principales avenidas, por la que presumiblemente serían transportados los 13 deportados al extranjero en su camino al aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv y los 26 trasladados forzosos a Gaza. Mientras, los blindados de transporte se movían a toda velocidad por la localidad cisjordana, que, durante varias horas, quedó completamente sellada.
En los alrededores de la Natividad los israelíes ultimaban los detalles operativos para procurar una salida ordenada de los 128 palestinos.
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