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La clonación terapéutica no se rinde

La deserción de un senador republicano pone en peligro la estrategia prohibicionista de Bush

El encarnizado debate sobre la clonación humana en el Congreso de Estados Unidos ha alcanzado un punto crítico con la decisión de un influyente senador conservador, Orrin Hatch, de aliarse con los partidarios de la clonación terapéutica. La irrupción de Hatch constituye un grave contratiempo para los partidarios del veto absoluto a este tipo de investigación, que triunfaron antes en la Cámara de Representantes y cuentan con el apoyo de George Bush.

Pero las espadas siguen en alto. 'Hemos llegado a un punto de inflexión', dicen los partidarios de la investigación. 'Esta ley no pasará', responden sus rivales. En juego está el voto clave de un puñado de indecisos.

La Cámara de Representantes, controlada por los republicanos, adoptó el pasado año legislación que prohíbe todo tipo de clonación humana, ya sea reproductiva o con objetivos científicos. Ahora le llega el turno al Senado, al que Bush pidió el mes pasado que ratificara el veto de la Cámara baja.

El senador Hatch apoyó el año pasado la ley que permite investigar con células madre
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'La vida es creación, no una materia prima', dijo el presidente. 'Del mismo modo que defendemos la vida humana, debemos defender la dignidad humana y, por lo tanto, impedir la clonación humana antes de que empiece'. Para el presidente, por tanto, dejar un resquicio a la clonación significa abrir la puerta al establecimiento de fábricas de embriones humanos.

Voto a voto

El presidente habló así en un intento de revertir una relación de fuerzas que ha cambiado mucho desde la votación en la Cámara. Lo que parecía un paseo para el bando anticlonación encabezado por el propio Bush se ha convertido ahora en una intensa lucha voto a voto.

La sorpresa ha venido de donde menos se esperaba, de las filas conservadores. Flanqueado por un manifiesto que han suscrito 40 premios Nobel y sustentado por una carta a favor firmada por el también republicano ex presidente Gerald Ford, el senador Orrin Hatch ha dado la campanada al anunciar públicamente su apoyo a un proyecto de ley demócrata (que fue propuesto por Dianne Feinstein y Edward Kennedy y apoyada por personalidades como Christopher Reeve) según el que se prohibiría la clonación humana con fines reproductivos, pero se permitiría, aunque sometida a estrictos controles, la clonación con objetivos terapéuticos.

'No ha sido una conclusión a la que haya llegado con facilidad', explica Hatch, quien habla de haber pasado 'incontables horas de estudio, reflexión y, sí, oración' en las que viajó 'desde los libros del Antiguo Testamento a los últimos números del New England Journal of Medicine. Para defenderse de sus críticos, el senador republicano esgrime el escudo de su propia y contrastada fiabilidad ideológica: 'Me presento en este debate con una acreditada historia a favor de la vida y de la familia. Pero una importante vertiente de pertenece a los provida consiste en apoyar las tecnologías que ayudan a los vivos. Los americanos merecen los mejores tratamientos posibles. Prohibir esta investigación sería un trágico error'.

El pronunciamiento de Hatch ha sido comparado por los partidarios de la investigación con su trascendente opinión del año pasado a favor da la investigación con células madre, decisiva para lograr el apoyo del Senado a la ley que la permite. 'Estamos en igual punto de inflexión', señala Michael Manganiello, portavoz de la Coalición para el Avance de la Investigación Médica.

El debate ahora es distinto y más apasionado, porque las células madres procedían de embriones sobrantes de procesos de fertilización, mientras que actualmente se trata de crear embriones con el objetivo de conseguir las células necesarias para tratar un amplio abanico de dolencias: cáncer, enfermedades coronarias, Alzheimer, diabetes...

La discusión gira, inevitablemente, sobre el origen de la vida humana y sobre si un embrión es un ser humano. Para los enemigos de la clonación, el ser humano existe desde la primera célula embrionaria. 'Sí, es claramente una célula viva', responde Hatch, acérrimo enemigo del aborto, 'pero esa célula no ha sido fertilizada por esperma y por lo tanto no es un embrión'. 'Vacío moral', 'sofisma', le replican los primeros, e insisten: 'Esta ley no pasará'.

El Senado discutirá el proyecto de ley a finales de mes. Es el tercer texto que se plantea, que ha evolucionado desde uno hecho a medida de los partidarios de la investigación científica al que lleva las actuales limitaciones con objeto de atraer a los entre 12 y 20 indecisos en una Cámara Alta ahora mismo dividida en dos exactas mitades a favor y en contra. Además de reducirla a puros fines terapéuticos, toda investigación debe ser aprobada por comités científicos y éticos, según el proyecto Feinstein-Kennedy que avala Hatch. Queda también prohibida la trasferencia de productos de la clonación 'a úteros o el equivalente funcional de úteros', matrices artificiales aún no inventadas cuya creación sólo se considera cuestión de tiempo. La violación de la ley será castigada con hasta diez años de cárcel y multa de un millón de dólares.

Expertos en el juego del Congreso aventuran que la Cámara de Representantes y el Senado podrían entrar en un callejón legislativo sin salida, que dejaría la ley sobre la clonación humana para la próxima legislatura. En ese caso, seguiría vigente la legalidad de la clonación embrionaria humana pagada con fondos privados.

El actor Christopher Reeve y los políticos Edward Kennedy y Dianne Feinstein brindan, en marzo pasado, su apoyo al proyecto demócrata de clonación terapéutica.
El actor Christopher Reeve y los políticos Edward Kennedy y Dianne Feinstein brindan, en marzo pasado, su apoyo al proyecto demócrata de clonación terapéutica.AP

Una esperanza: el autotrasplante de células

Las intensas discusiones sobre la clonación humana con fines terapéuticos podrían ser cosa del pasado si toman cuerpo las investigaciones de un equipo de científicos de la universidad de Oslo y de una compañía de biotecnología de Connecticut, que ha conseguido modificar células de piel humana de un individuo para que se comporten como células del sistema inmunológico de la misma persona. Todo ello sin intervenir la clonación o el empleo de células madres embrionarias. Si el futuro se acomoda a los experimentos de laboratorio, un autotransplante podría poner fin a muchas enfermedades. 'El paciente vendría un día a que se le hiciera una biopsia de células de la piel para reprogramarlas, y al día siguiente se le podrían implantar las nuevas células', explica James Robl, que dejó la universidad por el laboratorio empresarial de Nucleotech. Robl y otros investigadores han trabajado bajo la dirección de Philippe Collas en un proyecto cuyos resultados exponen este mes de la revista Nature Biotechnology. 'Podemos tomar una célula de la piel y convertirla en la célula que haga falta para tratar una determinada enfermedad', dice Collas. 'Estamos desarrollando un enfoque completamente nuevo que pasa por encima de muchos debates', como el que se libra en el Congreso de EE UU. Collas y Robl proyectan hacia el futuro lo que han logrado hasta ahora, que se limita a la creación de células del sistema inmunológico, aunque no absolutamente transformadas y sólo durante unas semanas, según hace notar Azim Surani, de la universidad de Cambridge, en la crítica del experimento en la propia revista. 'Es un paso interesante', comenta Surani. 'Pero aún queda trabajo para ver si hay aplicación práctica'. Los investigadores noruego-estaodunidenses parten de que todas las células de un individuo tienen la misma carga genética, aunque los genes se activan según el destino de la célula en el organismo. Lo que han hecho es tomar células de la piel y practicar en ellas poros microscópicos antes de bañarlas menos de dos horas en una solución de células T, las células de sistema inmunológico. Collas subraya que la creación de células T tendría efectos inmediatos en el tratamiento del cáncer.

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