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Maqroll encuentra a Don Quijote en Alcalá

Álvaro Mutis dedica un breve y emocionante homenaje a la vida y la literatura de Cervantes

Quizá nunca hasta ahora se dio un premio Cervantes a un amante de don Miguel tan rendido y afectuoso como Álvaro Mutis. Quizá ninguno se mostró tan emocionado y agradecido como el autor colombiano por ver su nombre unido para siempre al del autor del Quijote. Finalmente, los caminos de Maqroll el Gaviero se cruzaron ayer con los del ingenioso hidalgo en Alcalá de Henares, donde Mutis (ese anarquista y monárquico confeso) recibió de manos del rey Juan Carlos I el Premio Cervantes 2001, dotado con 90.000 euros..

Vestido con un chaqué gris de una elegancia impoluta, rodeado de familiares (su mujer, su hija, su nuera, sus nietos), de amigos y gente de la cultura, el autor colombiano llegó puntualísimo a la universidad cisneriana y esperó durante media hora, a la entrada del paraninfo, cobijado en una prudente sombra y departiendo con los bedeles, la llegada de los Reyes, el presidente del Gobierno y las autoridades autonómicas y municipales.

Tras recibir la enhorabuena (muy cordial en el caso de los Reyes; escueta en el de José María Aznar), empezó el acto. El Rey le impuso la medalla que acredita el galardón, y Mutis agradeció 'tan generosa y obligante distinción' con un breve -sólo Borges, de quien leyó el soneto a Cervantes, habló menos que él- y emocionante discurso.

Con su castellano precioso y sonoro y su cadencia caliente, Álvaro Mutis explicó cómo el Cervantes llena de sentido la vida de un escritor 'que jamás ha vivido de su vocación', y da valor a una obra marcada, dijo, 'por el rigor de una autocrítica implacable y la angustia de no haber alcanzado la plenitud y claridad de lo que he querido decir'.

Orden y armonía

Mutis dijo que el Cervantes 'viene a poner orden y armonía en el discurrir tan a menudo ajeno e indescifrable de mi vida'. 'Hoy España, al concederme este premio, otorga a mi obra un lugar y un porvenir que, a tiempo de llenarme de felicidad, me la entrega identificada con mi propio destino', afirmó antes de resumir su percepción de las peripecias de Miguel de Cervantes: 'Creo que es difícil encontrar en la historia de las letras de Occidente un destino más adverso, más sembrado de injusticias, olvidos y amargos altibajos que el que tuvo que padecer el entrañable autor de una obra literaria incomparable y luminosa'.

Una ovación rotunda y calurosa saludó sus palabras, que fueron contestadas por la ministra, Pilar del Castillo, con un discurso bastante más largo, muy literario, despojado -como el del Rey- de cualquier atisbo político o lingüístico, quizá tratando de evitar polémicas como la sucedida el año pasado con la referencia al español como lengua de encuentro.

Del Castillo leyó un texto que describía la obra de Mutis como una 'gran novela bizantina' que 'lo mira todo con la perspectiva ancha y sabia de los siglos'. 'Mutis mira sin amargura, no juzga ni critica; más bien busca comprender e iluminar el lado más humano de sus criaturas'.

Cerró el acto don Juan Carlos, que elogió la valentía y la libertad de Mutis, su 'curiosidad voraz y desbordada, contagiosa', 'su elección de un camino propio, de fe en el propio paso solitario'. Citando a García Márquez, glosó la 'hermosura quimérica' y la 'desolación interminable' de su poesía.

Tras los habituales acordes del Gaudeamus igitur, cantado por la Schola Cantorum de Alcalá (y seguido con discreto movimiento de labios por Aznar y Luis Alberto de Cuenca, secretario de Estado de Cultura, entre otros), los invitados compartieron un austero aperitivo en uno de los soleados patios de la Universidad.

Fue el momento en que entró en acción la inevitable tuna (que una vez más puso su capa a la Reina Sofía y añadió al repertorio clásico un popurrí salsero en honor de Mutis). La gente hizo corrillos y fotos y los periodistas alguna entrevista fugaz.

Mutis atendió con su amabilidad de siempre. Se declaró 'muy emocionado'; dijo que venera 'la imagen y el trono del rey Juan Carlos'; justificó la brevedad de su discurso ('había visto el de Borges y tenía cuartilla y media; yo escribí tres, así que vamos bien'), y desmintió que Maqroll anduviera por allí: 'No le he dejado venir. Hubiera hecho algún negocio extraño. Creo que está en Túnez embarcándose en alguna aventura rara'.

Sonriente y feliz, el escritor colombiano (www.alvaro-mutis.com) tuvo tiempo para ironizar sobre el triunfo de Le Pen en la primera vuelta de las elecciones francesas. 'No me preocupa que gane la derecha porque la derecha triunfa también en Estados Unidos y en otros sitios. Es triste, pero no tiene remedio'.

El rey Juan Carlos impone a Álvaro Mutis la medalla que le acredita como premio Cervantes.
El rey Juan Carlos impone a Álvaro Mutis la medalla que le acredita como premio Cervantes.LUIS MAGÁN

Gaditano, atónito y regocijado

Sonaban cánticos en la Universidad de Alcalá poco antes de iniciarse la ceremonia de entrega del Premio Cervantes. Cantaban palabras que escribió Cervantes: 'Reposa aquí Dulcinea / y aunque de carnes rolliza / la volvió en polvo y ceniza / la muerte apestable y fea'.

Arriba, las voces y, abajo, la gente que se iba acomodando. Ahí estaban los chilenos Jorge Edwards, el único escritor que recibió el Cervantes que se acercó ayer a Alcalá, y el inmenso poeta Gonzalo Rojas. Estaban Víctor García de la Concha, director de la Real Academia Española; el poeta Luis Antonio de Villena, y el director de la Residencia de Estudiantes, José García Velasco, que fueron miembros del jurado que eligió a Mutis. A Joaquín Leguina costaba reconocerlo, pues fue ataviado con las galas propias del mundo universitario de relumbrón. Toga y birrete.

Estuvieron también la escritora Carmen Posadas y Alicia Moreno, consejera de Cultura de la Comunidad de Madrid; editores como Emiliano Martínez y Francisco Pérez González; críticos como Rafael Conte o el colombiano Juan Gustavo Cobo Borda, o Andrés Amorós, director del Inaem. Hubo gente del teatro, como Jesús Campos, y de la ciencia, como Margarita Salas. También de los que combinan la diplomacia y la escritura, como Manfredo Kempff.

Sonaban los cánticos, y abajo seguía el barullo hasta que se hizo el silencio. Fue cuando llegaron los Reyes. Y fueron entrando José María Aznar y Ana Botella; Alberto Ruiz-Gallardón, presidente de la Comunidad de Madrid; Araceli Morales, ministra colombiana de Cultura; y Pilar del Castillo, ministra de Cultura española. Era el momento de rendir homenaje a Mutis.

Todo el mundo se colocó en su sitio, y se fueron sucediendo los discursos. Cuando le tocó a Mutis, el paraninfo de la Universidad de Alcalá se abrió también a sus personajes, con Maqroll a la cabeza, que contagiaron el ambiente con su particular manera de entender el mundo. Mutis, mientras tanto, iba recordando a Cervantes, ese autor que logró 'una obra en donde el genio está presente en cada línea para mostrar, con lúcida evidencia, nuestro precario paso sobre la tierra'.

Todos los allí reunidos, pues, con toda la elegancia que requiere la ocasión, y Mutis recordando nuestro paso precario por la tierra. Muy propio del escritor colombiano, que en sus poemas escribió palabras como ésas que dicen: 'Ninguno de nuestros sueños, ni la más tenebrosa de nuestras pesadillas, es superior a la suma de fracasos que componen nuestro destino'.

Pero ayer fue día de celebración, y tras el acto, se sirvió un ágape, ahí donde Luis María Anson atrapó al presidente Aznar en una larga conversación.

El protagonista fue, en cualquier caso, Mutis. Que terminó diciendo: 'Pienso en que mis ancestros gaditanos estarán ahora, donde quiera que Dios los tenga, atónitos y regocijados como yo lo estoy'.

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