_
_
_
_
OFENSIVA ISRAELÍ CONTRA LA AUTORIDAD PALESTINA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Importan los palestinos?

Andrés Ortega

'Siempre hay un pueblo de más sobre la Tierra', escribía más de dos décadas atrás Wladimir Rabí, refiriéndose a los judíos durante una parte de este siglo, y a los millones de refugiados palestinos que en esos años nadie quería, y nadie quiere. La tragedia es que el palestino se haya convertido en ese 'pueblo que sobra' (y el siguiente puede ser el kurdo). ¿Importa la suerte de los palestinos? En términos morales, por supuesto.

Israel sabe, por la de 1973, que puede ganar militarmente una guerra y perderla políticamente. Moral y políticamente, de la mano de Sharon, Israel está perdiendo la partida justo cuando el mundo árabe estaba, finalmente, dispuesto a aceptar su derecho a existir. Israel, que saca su legitimidad del holocausto, está aplicando métodos no tan dispares de los perseguidores nazis y otros. Conminar por altavoces en Ramala a salir a los varones de 15 a 50 años tiene un resabio de los pogromos centroeuropeos contra los judíos.

La justicia belga está examinando si es aplicable contra Sharon la ley nacional, con jurisdicción universal, por la participación del ahora primer ministro en las matanzas en los campos de Sabra y Chatila en 1982. Está a punto de entrar en vigor el tratado que crea la Corte Penal Internacional -el 11 de abril se proclamará la ratificación de los, al menos, 60 Estados necesarios-, con lo que, al no tener carácter retroactivo, todo crimen contra la Humanidad, de genocidio, de guerra o de agresión, empieza a contar a partir del 1 de julio, aunque el Tribunal como tal no esté en condiciones de funcionar hasta casi un año después. Si Israel sigue con su actual política, los palestinos podrían intentar acusar a Sharon y a su Gobierno no de genocidio, pero sí de crímenes de guerra y de lesa humanidad, aunque, al no ser Israel parte ni pedirlo el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, pocos efectos prácticos tendría tal acusación.

¿Importan los palestinos? La cumbre de la Liga Árabe en Beirut ha reflejado que, para los árabes, no tanto, aunque Sharon hace todo lo posible para que importen. Para la Administración polifónica de Bush, tampoco mucho. Parecen pesar más los votos judíos en EE UU y, tras el 11-S, la lucha global contra el terrorismo. ¡Qué ceguera! Durante unos años, ante el proceso de paz y con algunas medidas, el terrorismo palestino, tanto dentro como fuera de Israel, había remitido. Ha regresado en zonas de Israel que los terroristas no habían atacado anteriormente de la mano de grupos capaces de matar muriendo, sin importarles nada lo que piensen los árabes, como han demostrado estos días. Si la situación se agrava, el terrorismo palestino puede, de nuevo, internacionalizarse con características más brutales. Crece así el peligro de que el conflicto entre israelíes y palestinos, si se vuelve irreversible, genere una nueva ola terrorista y desestabilice la región y más allá. Aunque sólo fuera por este interés pragmático, los palestinos importan, pero la comunidad internacional, aunque hable, mira para otro lado, a pesar o a causa, del 11-S.

En general, la política occidental en Oriente Próximo no ha sido muy racional. La mejor descripción histórica de cómo ministerios diferentes en Londres siguieron políticas divergentes la ha dado David Fromkin en su obra adecuadamente titulada Una paz para acabar con toda paz, pues mucho en Oriente Próximo gira en torno a una contradicción: la de que el petróleo sobre el que aún funciona Occidente está en las mismas tierras que los lugares santos del islam como La Meca y Medina, en el caso de Arabia Saudí, por no hablar del mejunje de Jerusalén. Pero si hasta los cristianos llegaron a un complejo acuerdo para custodiar los supuestos santos lugares, israelíes y palestinos también deberían poder hacerlo. La gran oportunidad que ha perdido Israel es la oferta árabe de existir e integrarse en Oriente Próximo. Quizás la nueva multiculturalidad israelí le impide aceptar ese destino.

aortega@elpais.es

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_