Sharon responde con un ataque masivo a la muerte de 21 israelíes
Las ciudades autónomas quedan aisladas del exterior y los soldados se repliegan a Jerusalén
Jornada sangrienta para Israel, que en menos de doce horas sufrió 21 bajas mortales, entre ellas cinco niños y ocho soldados. El primer ministro, Ariel Sharon, convocó urgentemente a su Gabinete de Seguridad, al tiempo que sus portavoces anunciaban 'duras represalias' contra el Gobierno de Yasir Arafat. Los palestinos de Gaza y Cisjordania esperaban atemorizados anoche nuevos bombardeos de los aviones F-16 y de los carros de combate Merkava. La opción bélica parece a punto de desbancar definitivamente a las alternativas políticas y a los planes de paz.
Apenas se había apagado el eco del atentado suicida en el barrio ultraortodoxo de Mea Shearim, en Jerusalén, donde el sábado por la noche murieron 10 miembros de la comunidad religiosa de los haredim, entre ellos cinco niños, cuando un guerrillero palestino, empuñando un fusil, disparaba a primera hora de la mañana de ayer contra un control israelí en una carretera al norte de Ramala. Siete soldados y tres civiles que circulaban por el lugar perdieron la vida.
El tiroteo contra el puesto militar, cercano al asentamiento de Ofra, ha hecho estremecer a la sociedad israelí, especialmente a su columna vertebral, el Ejército, que dos semanas atrás sufrió un revés similar cuando un comando palestino atacó un puesto de control en una carretera cercana, a Ein Arik, provocando la muerte de seis soldados, la mayoría de ellos de leva, recién llegados al puesto. Esta vez el ataque fue mucho más ultrajante: la mayoría de los militares eran reservistas y entre las víctimas se encontraban un capitán y tres sargentos.
Para mayor vejación de las fuerzas israelíes, la matanza fue obra de un guerrillero solitario, que desde la colina cercana disparó 25 tiros, con un arma no automática, dotada, eso sí, de visor. El tirador emprendió la huida en cuanto el fusil se le atascó. La acción fue asumida, en un comunicado eufórico, por las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, las mismas que la noche anterior habían enviado un suicida a las puertas de la sinagoga de Mea Shearim. El texto acababa asegurando que su hombre está 'sano y salvo'.
El doble ataque palestino, al que se sumó horas más tarde la muerte de un soldado en Gaza, era la respuesta de las milicias radicales a las operaciones de limpieza que el Ejército israelí efectuó durante 72 horas en los campos de refugiados de Jenín y Nablus. Esas acciones israelíes se saldaron con la muerte de 30 personas, más de 200 heridos y la destrucción de decenas de casas. Sin embargo, responsables del Ejército aseguraban ayer, miopes, que la operación en los campamentos de refugiados no tenía nada que ver con los ataques palestinos, olvidando que desde hace 17 meses la Intifada no es más que una suma continuada de represalias y venganzas.
'Fuerza, más fuerza', gritaban ayer los halcones del Gobierno de Sharon, reclamando más dureza del Ejército contra los palestinos. El más vociferante fue el ministro sin cartera Dani Naveh, barón del Likud, que reclamó sin paliativos 'acabar con el régimen de Arafat', alineándose así con el portavoz oficial del primer ministro, que anunciaba lacónicamente: 'Vamos a golpearlos por todas partes'.
De nada sirvieron las quejas de los sectores pacifistas y de los ministros laboristas, como el ministro de Transporte, Efraim Sneh, que anunció una vez más que este conflicto 'sólo se puede solucionar en la mesa de negociaciones'.
Sharon convocó anoche al Gabinete de Seguridad, donde coinciden los principales ministros con el mando militar israelí, para abrir un debate sobre qué camino emprender. Pero mucho antes de que el Gabinete llegara a una conclusión había empezado ya a perfilarse la respuesta. Los aviones cazabombarderos F-16 dispararon misiles sobre Ramala y Belén, mientras los tanques y los soldados se concentraban en los accesos a la franja de Gaza.
Los blindados irrumpían también de nuevo en los campamentos de Nablus y Jenín, de donde se habían replegado el día anterior. El paso fronterizo entre Gaza y Egipto ha quedado sellado. Las ciudades autónomas palestinas están más cerradas que nunca y los controles del Ejército israelí se han replegado al interior de Jerusalén. Los ciudadanos árabes, incluso los que tienen documentación israelí, son detenidos en la calle mientras se verifica su identidad. Se diría que la Ciudad Santa ciudad está fortificada.
La comunidad internacional, incluido el Papa, ha reclamado insistentemente en las últimas horas el fin de la violencia. 'La violencia, la muerte y las represalias no pueden más que empujar aún más a las poblaciones civiles israelíes y palestinas hacia la desesperación y el odio', ha exclamado Juan Pablo II desde la plaza de San Pedro, tras reclamar por enésima vez un alto el fuego.
Iniciativa bélica
A caballo entre el acto terrorista y la guerrilla clásica, las milicias palestinas parecen haber tomado la iniciativa bélica en la guerra contra Israel. En poco menos de tres semanas, sus guerrilleros han infligido duros reveses al Ejército israelí. La ofensiva palestina, que se inició el pasado 14 de enero con el fin de una tregua unilateral aprobada a la fuerza por las presiones a Yasir Arafat, ha logrado establecer sobre el terreno una dinámica que le es aparentemente favorable, pero que difícilmente la conducirá a la victoria, dada la superioridad absoluta de Israel.
En esta batalla, las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, de tendencia laica y vinculadas al partido Al Fatah, se han convertido en los principales protagonistas. Detrás de ellos, formando una masa compacta, se encuentran los ejércitos secretos de los movimientos religiosos Yihad Islámica y Hamás. Los hombres de Al Aqsa, tras asumir la destrucción de un tanque Merkava, en Gaza hace dos semanas, y la muerte de siete soldados en un puesto de control al norte de Ramala, se responsabilizaban ayer de la muerte de siete soldados más en otro control de carretera muy cercano al anterior. Al Aqsa está también detrás de acciones contra la población civil, la más salvaje de las cuales fue el asesinato el sábado de 10 israelíes a la salida de una sinagoga.
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