Inquietud por la nueva doctrina internacional de EE UU
El unilateralismo intervencionista que defiende el Departamento de Defensa preocupa a Rusia y a los aliados europeos
De todas las manifestaciones que han hecho en los últimos quince días los políticos norteamericanos, ha sido una frase de Colin Powell ante el comité de Asuntos Exteriores del Senado, y no el discurso de George Bush sobre el eje del mal, lo que más inquietud ha despertado en Europa.
Estados Unidos, dijo formalmente el secretario de Estado, diseñará sus misiones y luego levantará la coalición necesaria para llevarlas a cabo. 'Sería muy preocupante que las misiones determinaran las coaliciones', comentó esta misma semana en Madrid, en una reunión con un reducido grupo de analistas, el representante de la Unión Europea para Política Exterior y Seguridad, Javier Solana. Europa, el aliado permanente de Washington, quedaría en un papel de gran debilidad.
EEUU cree que la única forma de hacer frente a su poderío es la 'guerra asimétrica'
Durante muchos años, Europa ha temido que prosperara en Estados Unidos una de las corrientes de pensamiento más clásicas de Washington, el aislacionismo, que salió a relucir incluso en algunos de los discursos de la campaña electoral de Bush. El atentado del 11 de septiembre borró de un plumazo ese peligro. Pero la Administración norteamericana acaba de poner en pie otra doctrina igualmente preocupante: el unilateralismo intervencionista.
Estados Unidos, atacado en su propio territorio, tiene conciencia de su extraordinario poder y está dispuesto a ejercerlo. Dispuesto a intervenir, solo o acompañado, donde crea que se juega sus intereses o su seguridad. Pero la base de este pensamiento no ha nacido a raíz del 11-S. Se encuentra en el departamento de Defensa, donde se ha reunido un extraordinario grupo de civiles relacionados con varias de las fundaciones conservadoras más poderosas de EE UU en las que se ha venido desarrollando esa doctrina desde hace años.
Equipo coherente
Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz y su equipo son, como les ha definido The Observer, 'un equipo coherente de firmes creyentes en el unilateralismo y en el poderío militar norteamericano'. Profesores y empresarios que defienden, y defendían antes del atentado, que el uso de la fuerza por parte de Estados Unidos no debe estar restringido por fronteras ni por coaliciones, cuando se trate de sus intereses nacionales. Un derecho que se extiende, según ha escrito el propio Wolfowitz, a la intervención para prevenir hegemonías regionales que puedan desestabilizar posteriormente el sistema.
La preocupación europea aumentó varios grados cuando comprobó que el unilateralismo intervencionista empezaba a rebasar las cuatro lastimadas alas del Pentágono y se extendía hasta la secretaría de Estado y al propio Colin Powell, el interlocutor más apreciado y valorado en las capitales europeas. De poco sirvió que Richard Haas, ayudante de Powell, negara que Estados Unidos haya aceptado el unilateralismo: en todo caso, explicó, se trataría de un multilateralismo 'a la carta'. Además, aseguró, si Estados Unidos decide ir solo, 'será unicamente en circunstancias muy especiales y de gran amenaza para la seguridad nacional'. Sin quererlo, Haas reforzó la impresión de que el propio Powell no está seguro en estos momentos de si una coalición puede ser necesaria para la segunda etapa de su lucha contra el terrorismo internacional o si va a resultarle un impedimento.
El extraordinario poderío militar norteamericano (sólo el aumento aprobado este año supone más dinero que el doble del presupuesto de defensa alemán) y su fabulosa capacidad técnica (tres generaciones por delante de los europeos) ha sido calificado por algunos de 'gigantismo militar', no justificado por las posibles amenazas.
Las dudas europeas
Frente a esta evidencia, escribe Michael Mayer en Newsweek, los europeos no saben si estar más preocupados por quedarse al margen o por verse arrastrados por su aliado a escenarios bélicos en los que no desean estar presentes. 'No saben si prefieren que los dejen dentro o fuera. Lo único de lo que están seguros es de su miedo a que Washington haya cambiado las reglas y de que ellos ya no las conozcan'.
Miedo por un posible cambio de las reglas existe también en Rusia. El presidente Putin fue el primer dirigente mundial que habló con Bush tras los atentados y tomó la decisión, arriesgada desde un punto de vista interno, de ofrecerle toda su ayuda. Rusia suspendió incluso maniobras militares para permitir que EE UU dedicara todos sus satélites y esfuerzos a perseguir a Bin Laden y aceptó sin rechistar la presencia militar norteamericana en Asia Central.
Aún así, Estados Unidos anunció inmediatamente su retirada unilateral del tratado ABM. Peor aún, Washington ha seguido poniendo inconvenientes a plasmar en un nuevo tratado escrito y no en simples acuerdos las nuevas reducciones de armamento nuclear. 'La apuesta de Putin, por mucho que le asegure una cierta tolerancia internacional respecto a Chechenia, tiene un riesgo importante para su futuro político', escribe Oksana Antonenko, del Instituto de Estudios Estratégicos. 'Los rusos están nerviosos con una visión de un mundo sin tratados', añade.
Si las circunstancias hubieran realmente cambiado, y si Estados Unidos estuviera seriamente replanteando su papel en los tratados y coaliciones, la OTAN se podría ir convirtiendo en una organización de seguridad europea más que en una alianza trasatlántica. Y Europa sólo podría aspirar a influir en el mejor de los casos en Estados Unidos, y no a debatir con Washington como un aliado.
'Europa se queja de su aliado norteamericano pero no propone nada para seguir adelante con la guerra contra el terrorismo, una vez derrocado el régimen talibán', critica a su vez, en Washington, Haas. Protesta por el eje del mal y por lo que ocurre en Oriente Próximo, pero, a la hora de la verdad, es cierto que no ha sido capaz ni siquiera de evitar que Israel envíe a los mercados europeos productos de las colonias judías en territorios palestinos. No es extraño que el vicepresidente Dick Cheney crea, y así lo dijera formalmente ante el Senado, que los aliados europeos estarán al lado de Estados Unidos siempre que los necesite.
La poca iniciativa europea unida a sus abundantes protestas por el discurso del eje del mal ha provocado probablemente más incomodidad a Powell que a Cheney. Sobre todo si fuera cierto que el secretario de Estado ha llegado a un frágil pacto con Rumsfeld para no dejar en mayor evidencia a los aliados y atender su desesperado, y limitado, deseo de influir.
En rescate de ese posible pacto se lanzó esta semana Javier Solana. Mister Pesc pidió moderación en sus declaraciones a los europeos y fuerza en lo sustancial. Las relaciones trasatlánticas son demasiado cruciales, afirma, como para que ninguna de las dos orillas las pongan en peligro. Norteamericanos y europeos deben tener cuidado para exhibir en público un 'buen tono' que evite posibles oleadas de antiamericanismo. Lo importante es que se mantenga la doctrina de que la coalición no depende de la misión, aunque se adapte a ella, y que se reafirme el papel de Europa en el mantenimiento de la estabilidad mundial.
'La estabilidad no es sólo un concepto militar sino también civil', asegura Solana, y Europa tiene en el mundo un papel como poder civil: es la Unión Europea la que dedica más fondos a la ayuda al desarrollo (diez veces más que EE UU) y la que se responsabiliza en muchas ocasiones de evitar el colapso civil y judicial de las sociedades en las que se han producido intervenciones militares. Es, pues, un aliado útil.
¿Contra quién se arma Estados Unidos de semejante manera? Contra nadie en particular, afirma Solana. Simplemente buscan sentirse seguros. El problema es que un poder extraordinario no garantiza hoy día una seguridad absoluta. De hecho, es casi al contrario. El poderío de Estados Unidos, al que es imposible hacer frente con medios convencionales lleva en sí la contradicción de provocar la llamada 'guerra asimétrica'. Lawrence Freedman, del Kings College de Londres, recuerda que el Pentágono utilizó por primera vez ese término en 1995: 'El dominio de EE UU en la guerra convencional puede llevar al adversario a usar mecanismos asimétricos para atacar nuestros intereses en territorio estadounidense o en el extranjero'. El 'mecanismo asimétrico' por excelencia es el terrorismo, 'la táctica obvia de los débiles frente a los fuertes', según Freedman.
Estados Unidos sabe que la guerra asimétrica se ha convertido en su enemigo más probable e intenta que los grupos terroristas no puedan disponer de ciertos recursos, sobre todo de armamento de destrucción masiva. Europa se siente menos amenazada pero comparte sin dudar ese objetivo. Pero sobre todo en el caso de Irán, sospecha que su inclusión en el eje del mal es más una represalia por haber restablecido contactos para ayudar a los palestinos en su lucha contra Israel que una advertencia por hipotética actividades terroristas. Salvo que Washington esté simplemente advirtiendo a Teherán para que no se aproveche del caos que se registrará en Irak si finalmente se provoca la caída de Sadam Husein. El problema es que Estados Unidos no ha dado mayores explicaciones. Así son las cosas y así parece que seguirán siendo.
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