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Los diseñadores disidentes regresan a Cibeles en un clima de normalidad

Roberto Verino triunfa con sus propuestas étnicas inspiradas en un viaje al desierto mongol

La cuarta jornada de Cibeles era esperada con mucha tensión. Se trataba del regreso de los disidentes al redil de Ifema. Jesús del Pozo, Ángel Schlesser, Antonio Pernas y Roberto Verino fueron recibidos con los brazos abiertos, y sus desfiles tuvieron muy diferentes tonos. Mientras Del Pozo resultaba mimético de sí mismo, Pernas bajaba el tono de modernidad, y Schlesser mostraba un desenfado inusual. Verino hizo el más potente desfile de cuantos se han visto hasta ahora en Cibeles y el mejor suyo de los últimos tiempos, inspirado en lo étnico y en lo mongol.

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Al principio se esperaba una lluvia de políticos que encontró otra cosa mejor que hacer que el quitar protagonismo a los modistas. Así, sólo apareció Manuel Fraga en compañía de Ana Botella (con media hora de retraso) en el desfile de Pernas, y Celia Villalobos, ministra de Sanidad, en el de Roberto Verino.

Los llamados disidentes han desfilado todos con el aforo lleno y el calor del público. La organización de Cibeles se ha esforzado por conseguir una atmósfera de 'aquí no ha pasado nada' o 'como decíamos ayer'. Las declaraciones de los estilistas han sido todas amables y arrimando el hombro a la feria madrileña, pero dejando claro que su regreso no se debe a un expreso apoyo a Cibeles como pasarela internacional. Pernas reconoció encontrarse en su casa; Del Pozo dijo no interesarse por polémicas que son nocivas para todos y Verino apostó por Madrid como soporte de futuros proyectos internacionales.

Hallazgos de siempre

Jesús del Pozo hizo una colección plena de referencias a sí mismo, a sus tics y sus hallazgos de siempre: asimetrías, desarrollos trapezoidales, texturas fuertes, pliegues aleatorios. Con una desastrosa peluquería que arruinaba ese punto de exquisito refinamiento oriental que sin duda posee, el proceso de cortes violentos se hacía a veces caótico, y otras acertaba, como en el abrigo de visón interior y cubierto de terciopelo verde billar. Las modelos se vieron con serias dificultades para andar con los trajes de fiesta, donde pudo dar algo de su recital en sus gamas habituales: del gris al azul acero pasando por el caldera y el negro.

A continuación, Ángel Schlesser demostró poseer una sastrería ejemplar. Sus pantalones son sencillamente perfectos, y sus abrigos ceñidos a la cintura, tan urbanos como elegantes y atemporales. Su primera serie asociando el rosa veneciano en punto con las lanas marrones en cómodos pantalones sueltos fue muy efectiva; también usó cuero muy lustrado, el denim y fruncidos laterales de organza nada habituales en él. Schlesser se lanzó a una noche lúdica con transparencias, escotes de vértigo y trajes plisados evanescentes muy bien resueltos.

Antonio Pernas ha cambiado de rumbo. De su conceptualismo en el pasado, ha recalado a un tono más voluptuoso. Raya diplomática, azules, morados y blanco; terciopelo, raso y pana rayada puestos al servicio de una buena sastrería con un sentido comercial evidente y donde el lujo se centra en el uso de la piel en grandes cuellos y los detalles de cristal swaroski termoaplicado sobre encaje.

Como cierre de jornada, Roberto Verino sacó toda su batería profesional. La colección se inspiraba en las estepas de Mongolia y en un imaginario viaje a lo étnico, poniendo el acento poético en los terminados rústicos y en una impronta artesana (grabados en piel, pintura a mano sobre sedas, gruesas puntadas en cuero). Lo que podía ser una trenka de toda la vida, se vuelve en manos de Verino en un sólido a la vez que elegante abrigo sin tiempo.

Para Verino el hombre es un aventurero seductor y la mujer siente su libertad exhibiendo sensual poderío. La combinación de ambos sobre la pasarela crea un argumento plástico contundente.

De los marrones y el arena pasó al verde oliva y el azul marino para llegar al negro, una reserva cromática que el gallego domina a la perfección. Abrigos militares de doble botonadura, pecheras húsar, capas de paño denso y remates en pluma de gallo completaron una verdadera colección de invierno, en contraposición a otros desfiles confusos donde ligeros vestidos transparentes hacían pensar en tórridos veranos.

Como resumen de las tendencias para el otoño-invierno 2002-2003 puede resumirse que el color negro cobrará un protagonismo difícil de rebatir. Está claro la vuelta de la inspiración rusa, la abundancia de las pieles y de los cueros grabados, las combinaciones de texturas diferentes dentro de las gamas de tejidos invernales y el acento en lo militar, precedido de lo rústico y de los terminados en grueso. Así los ruedos podrán verse deshilachados, las mangas sin rematar, las costuras a vista y abundarán las prendas deconstruidas o mostrando sus procesos internos. Para la mujer habrá igualmente una fuerte presencia de trajes masculinizados, con chaquetas de hechura sastre rigurosa y pantalones armados de cintura baja. El largo de las faldas sigue navegando en varias aguas a la vez, aunque la minifalda pierde terreno frente al largo clásico a la rodilla, la amplitud en evasé y la imposición de los ruedos irregulares o en diagonal.

Por otra parte, anteayer se presentó paralelamente a Cibeles el Calendario Larios de la Moda, con una arriesgada propuesta de vanguardia y una selección de las mejores modelos españolas del momento vestidas y fotografiadas por artistas locales, con presencias excepcionales como la televisiva Ana García Siñeriz, la actriz Leonor Watling y la ya internacional Eleonora Salvatore (Bimba Bosé). Entre los diseñadores destaca la prometedora estética neomoderna de David Delfín.

A la izquierda, un modelo de la colección de Jesús del Pozo. A la derecha, un diseño de Ángel Schlesser.
A la izquierda, un modelo de la colección de Jesús del Pozo. A la derecha, un diseño de Ángel Schlesser.CARLOS YAGÜE
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