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Anclados en la incompetencia

Después de finalizar las cumbres de Porto Alegre y Nueva York se tiene la sensación de que algo ha cambiado en el debate sobre la globalización. Porto Alegre se ha alejado de las utopías y se ha dado un baño de realismo. Nueva York, por su parte, también se ha movido, porque ante una situación económica internacional no precisamente positiva, han aflorado voces críticas que reconocen que las viejas recetas no siempre sirven. Las diferencias todavía son enormes, pero unos han puesto tierra de por medio con Davos, y los otros quieren cerrar un página para empezar a escribir otra.

Sin embargo, hasta ahora los únicos movimientos efectivos los han hecho las grandes multinacionales para estar preparadas ante los vaivenes económicos que se avecinan, a tenor de los datos de crecimiento negativo, de paro y destrucción de empleo, de inseguridad en las bolsas y de una inflación que tira al alza. Estos movimientos empresariales se han concretado en fusiones que sacan a la luz exorbitantes cifras de negocio, pero también de despidos, alianzas empresariales, que hacen difícil encontrar la diferencia entre competencia y monopolio, y decisiones estratégicas que no tienen en cuenta que detrás de los grandes números hay personas y territorios.

Este último caso lo estamos viviendo muy de cerca. Lear ha decidido cerrar su centro de Cervera solamente porque el traslado a Polonia le permite mejorar su cuenta de resultados. Actuar ante una situación así es difícil. Pero, por lo menos, hay dos opciones. La primera, ejercer de gobierno. Es decir, defender los intereses de las comarcas y los trabajadores afectados. Y la segunda, lamentar públicamente el cierre de la empresa, en un acto de burda hipocresía persiguiendo eludir las responsabilidades del Ejecutivo, y azuzar a la opinión pública contra la multinacional, a la que se muestra como única culpable. Sin lugar a dudas, culpable lo es, pero no la única.

Jordi Pujol ha optado por la segunda. Lamentaciones públicas, aceptación de lo irremediable, promesas de grandes inversiones, insultos generalizados a quienes critican su gestión -incluidos sindicatos, comité de empresa y trabajadores, o sea, los afectados- y muchas dosis de resignación, son los ejes de su discurso. Incluso en las primeras horas se permitía el lujo de reconocer que no se podía hacer nada, lo cual evidencia el tono que quiere marcar en esta crisis y el desconocimiento de sus competencias. Un tono que se reprodujo días después en el Parlament contestando a la oposición con el estilo Aznar. Eso sí, en la oposición no se incluía el PP porque a pesar de los griteríos mediáticos, en el Parlament Pujol quiere que todo siga bien atado. Por tanto, al PP ni tocarlo.

En estos días hemos revivido al Pujol de los mejores tiempos. La culpa ya no es de Madrid, ahora es de una multinacional. El Gobierno autónomo se lava las manos, pero utiliza el camuflaje teatrero. Un Pujol cabizbajo y consternado echa mano de nuevo del paternalismo para justificar su inoperancia.

Pero hay otra manera de hacer las cosas. Ejercer de Gobierno. En primer lugar, siendo más hábil para detectar el problema. Los sindicatos y los trabajadores pueden ser conscientes de la situación, como les han echado en cara Pujol y Subirà, pero ellos no tienen las responsabilidades de gobierno. Pujol, Subirà, Mas y Franco, sí.

En segundo lugar, hay que ser exigentes con la empresa actuando con contundencia en el trámite del expediente de cierre -un trámite que, por las declaraciones realizadas, los responsables de la Administración catalana deben de desconocer- y demandando la devolución de las ayudas oficiales otorgadas -como hizo Lionel Jospin ante el anuncio de cierre de centros de Danone y Marks & Spencer.

En tercer lugar, no vendría de más un acto de reflexión crítica por parte del Ejecutivo. Pujol, Mas y Subirà habrían rentabilizado mucho más su aparición fugaz en el Foro de Nueva York y las fotos del conseller en cap en Memphis junto a Pau Gasol y en la zona cero, si en este viaje de placer se hubiera programado una visita de trabajo al centro de decisión de Lear en Detroit. Para el conseller en cap el viaje quizá no hubiera sido tan rentable, pero para los afectados seguramente sí.

La crisis de Lear está siendo todo un escaparate donde observar la inoperancia de nuestro Gobierno. Una inoperancia que junto a la constatación de la falta de autoridad y la incompetencia manifiesta de los departamentos implicados, Trabajo e Industria, configuran el común denominador de su actuación. Y no es la primera vez que nos encontramos así. Basta recordar la gestión de las nevadas, la fuga de presos, las subvenciones a escuelas de élite, la línea de alta tensión de Les Gavarres, la inacabable peste porcina, las ayudas a la familia que son una cortina de humo, el déficit de infraestructuras, el Plan Hidrológico Nacional, la actitud con Barcelona, y así un sinfín de despropósitos. Creo que ya no nos podemos engañar más: no tenemos Gobierno o, lo que es lo mismo, tenemos un mal Gobieno que sólo se preocupa de ser el comité de campaña de Artur Mas.

El caso Lear es consecuencia de una política industrial equivocada y errática. Lear es una empresa competitiva en el factor trabajo. Bajos salarios y ayudas públicas la hacen rentable para una multinacional, hasta que otro país ofrece como mínimo las mismas ayudas y salarios todavía más bajos. Pujol, en su viaje a Polonia, seguro que lo ha comprobado. La política industrial de la que tanto alardean Pujol y su consejero Subirà nunca ha existido. Lear es un ejemplo, la marcha de Global 3 e Inditex son otros. Y tenemos más: las inversiones extranjeras en Cataluña van perdiendo peso, hemos perdido influencia en sectores estratégicos, y estamos perdiendo nuevas oportunidades. Y más que perderemos mientras el Gobierno siga con este modelo de política industrial de juguete con un Instituto Catalán de Finanzas más preocupado por atender la dependencia clientelar que en ser un instrumento al servicio de las iniciativas de los nuevos emprendedores y del empresariado del país. Así no iremos a ninguna parte.

José Montilla. Primer secretario del PSC.

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