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Saint Laurent exhibe elegancia y poder en su último desfile

El maestro convierte su aparición en el Centro Pompidou en un heroico canto del cisne

Da igual que los nuevos líderes de las casas de alta moda se vistan estos días en París de torero, lagarterana o cowboy canalla. Yves Saint Laurent, ayer por la tarde en el Centro Georges Pompidou, vestido de negro y con su dramático nudo de corbata grotesque, dio una lección que aúna dos de las principales divisas de sus armas: elegancia y poder. Un poder que está quizá por encima del dinero y del tiempo: el poder del talento y la inspiración. Y también el poder residual de un estilo distintivo.

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La verdad a secas es que ninguno de los advenedizos que hoy dominan la costura hizo retratar a su perro por Andy Warhol, pero tampoco ninguno sería capaz de competir con esto y con él mismo; este desfile ha puesto un broche de oro luctuoso y ceremonial a la carrera personal más brillante de la moda de la segunda mitad del siglo XX (la primera mitad se la habían repartido al alimón Coco Chanel y Balenciaga), al inventor de la línea trapecio, de los esmóquines femeninos, del traje-pantalón evolucionado, de las transparencias y de las referencias literales a la pintura, de Mondrian a Picasso.

En los talleres de la avenida Marceau han trabajado a contrarreloj para poner a punto los trajes históricos, que se han visto junto a los nuevos. La selección ha sido hecha directamente por el diseñador, él ha escogido cada prenda y él ha decidido el orden de las salidas: un compositor que esmera las notas altas de su réquiem.

El montaje ha sido excepcional y la expectación gigantesca. Grandes logotipos, banderolas al viento, pantallas gigantes, luces ultramodernas que bañan los muros de cristal. ¿Esto es una fiesta? Sí y no. Sobran los comentarios. Las lágrimas de las celebridades se unen a las anónimas. Las palmas del aplauso han sido larguísimas y suenan al unísono.

El largo desfile de más de 300 trajes de todas las épocas en la percha ideal de 100 modelos escogidas con un rigor ejemplar fue exacto y preciso. Ayer, YSL dijo: 'Mi diálogo con las mujeres no está terminado'. Dicho así, deja claro que esto no ha sido exactamente un entierro, un funeral. Fue una elegante retrospectiva, convenida entre la historia y el presente. El futuro no está, aunque su ropa siempre tenga, en esencia y por derecho, un perfume sutil de anticipación. París 1962-2002 ha sido el lema, una procesión de objetos hermosísimos, perfectos en su factura, sin tiempo, y establecidos ya en una categoría intermedia entre la mitomanía más chic y el arte verdadero.

Con respecto a los cuarenta nuevos trajes de alta costura que propone YSL para primavera-verano de 2002, el modista asegura 'concentrar la quintaesencia de la alta costura, las líneas, la ligereza, la pureza'. Esta serie termina con evanescentes propuestas en muselina, buscando intrínsecamente, tras la transparencia, su último significado poético.

No han faltado tampoco la referencia a los esmóquines y a los pantalones, esta vez menos estructurados y en busca de una sensualidad más evidente con el recurso clásico de los drapeados, los escotes rectos, las espaldas abiertas. Allí han estado dos nombres imprescindibles: Anne Marie Munoz, directora del estudio de creación, que le conoció en 1955 en la casa Dior y ya no se separó de él jamás; Loulou de La Falaise, que chocó con el modista en 1967 y desde allí mismo ha sido su musa, su confidente y su pañuelo. Ayer, las dos ocuparon un discreto segundo plano, pero moralmente son las bridas fundamentales que unen a Yves, todavía, con la vida.

Entre otras modelos, desfilaron Claudia Schiffer, Naomi Campbell, la española Nieves Álvarez y la ex mujer de Mick Jagger, Jerry Hall. El emotivo cierre lo protagonizaron Catherine Deneuve y Laetitia Casta, que cantaron a dúo y a capela mientras un vacilante Ives avanzaba en solitario y sin sonreír por la amplia pasarela.

Tras el cóctel de rigor, se proyectó el descarnado filme de David Teboul para Canal +.

Yves Saint Laurent, escoltado por Laetitia Casta y Catherine Deneuve, ayer en París.
Yves Saint Laurent, escoltado por Laetitia Casta y Catherine Deneuve, ayer en París.REUTERS

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