¿Qué más quieren?
Pertenezco a la clase media argentina, a ese millón de familias que tiene créditos 'en dólares', a esa parte del pueblo al que el ministro Piqué le pidió que 'haga un sacrificio' cuando visitó al ex presidente interino Rodríguez Saá; de ese grupo de usuarios al que las empresas españolas quieren recargar la devaluación del peso para no tener pérdidas en sus expectativas de ganancias, y por las que el presidente Aznar está intercediendo. Quiero contar otra cara de la moneda porque la información que circula está mostrando la perspectiva de los poderosos. Nuestro crédito familiar 'en dólares' fue pedido en 1999 en un banco del Grupo Santander (Río en Argentina) para comprar nuestra única vivienda familiar, que costaba 30.000 dólares. Pedimos 20.000 a una tasa fija del 13% anual. Ese mismo grupo ofrecía créditos hipotecarios en España a menos del 5% anual.
Pagamos los tres últimos años más de 12.900 dólares (sin contar los gastos administrativos) y tenemos que pagar siete años de cuotas mensuales de 350 dólares. La opción que daba ese banco -al igual que los demás del sistema financiero- era un crédito en pesos al 18% de interés anual. Con esto quiero decir que bancos e inversores en Argentina -provenientes de distintas nacionalidades- han tenido desproporcionadas ganancias; son los beneficiarios de esos gobiernos corruptos que dilapidaron el patrimonio de una nación que, como todos saben, era rica y hospitalaria para quien quisiera radicarse en ella. Hoy usan todos los medios para no perder esos monumentales privilegios, y el Gobierno español presiona para que el pueblo siga pagando la rentabilidad de sus inversores. El modelo económico que se ha derrumbado -para seguir hablando de vida cotidiana y no entrar al tema privatizaciones y deuda externa- ha permitido que las tarjetas de crédito nos cobraran intereses del 4% mensual, las tarifas telefónicas fueran carísimas en condiciones monopólicas, los laboratorios internacionales cobraran un remedio para el cáncer a 1.150 dólares en Argentina cuando el mismo en España cuesta menos de 450, y así podría enumerar miles de ejemplos. Hoy el pueblo argentino -con sectores que sufren aún mucho más por su condición de pobreza estructural- no puede comer, ni curarse, ni educarse, ni producir, está perdiendo sus casas y los bienes que reunió a lo largo de su vida con su trabajo. ¿Qué más quieren?-
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