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El afgano que guiaba a los bombarderos de EE UU

Un periodista local de Kandahar informaba por teléfono a la aviación de EE UU sobre dónde tenía que bombardear

Francisco Peregil

Donde Abdul Alí ponía el ojo, los americanos ponían la bomba. 'Y no tardaban más de media hora o 20 minutos'. Pero una vez Alí puso el ojo en el almacén de la Cruz Roja y los pilotos destruyeron el almacén y una casa aledaña, donde murieron 16 civiles. 'Fue una de las pocas veces que fallaron. Pero les pasé la información de la Cruz Roja porque sabía que allí los talibanes estaban celebrando una reunión. Entonces bombardearon la casa de al lado. Fallecieron 16 civiles y a muchos talibanes les dio tiempo de salir. Sólo a ocho les alcanzó la bomba'.

Pocos días antes del 7 de octubre, primera jornada de los bombardeos de EE UU, Abdul Alí viajó de Kandahar a la casa que el ahora primer ministro de Afganistán posee en la ciudad paquistaní de Quetta. Le enseñaron a manejar el teléfono. La antena habría que sacarla al patio, y las llamadas, marcarlas desde dentro de la casa. Una mujer trajo el satélite bajo el burka desde Quetta a Kandahar. Y otras mujeres le ayudaron en la ciudad. 'Cada día llamaba desde una casa distinta. Dos o tres mujeres con burka me ayudaban a hacerlo. Yo les indicaba el domicilio donde tenían que ir a través de sus maridos. A Karzai le comunicaba la hora fija en que lo iba a llamar al día siguiente. Acordamos que sólo esperase durante dos minutos mi llamada. Si no llamaba, entonces tendría que esperar hasta el día siguiente a la misma hora. Y si hablábamos, él lo hacía siempre con un mapa delante. Teníamos los objetivos numerados. De tal forma que sólo había que decirle: objetivo tres, a tal hora. Y él llamaba a los americanos'.

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¿Cómo iban a imaginar los vecinos de Abdul Alí que este hombre apacible de 45 años, antiguo director de la emisora de radio antes de que llegaran los talibanes, antiguo empleado de la ONU en Afganistán, casado y con seis hijos, era el que apuntaba con el dedo a los edificios de la ciudad? 'En casa sólo lo sabían mi esposa y mi hijo mayor, que tiene 20 años. Había semanas en que me llevaba hasta tres noches sin dormir. Cada vez que sentía temblar el suelo o las paredes me acercaba a ver si habían dado en el blanco. Y la verdad es que tenían casi siempre una precisión asombrosa. Lo primero que los americanos bombardearon fue el aeropuerto y la casa del mulá Omar. Y después, un depósito de armas que yo les indiqué. Ése fue mi primer trabajo. Algunos depósitos estaban tan bien hechos que había que bombardearlos tres veces. Por eso había que ver el resultado. A las pocas semanas, los talibanes me arrestaron. Decían que yo le andaba pagando con dinero americano a la gente. No tenían pruebas. Y a los tres o cuatro días me soltaron y me prohibieron salir de Kandahar. Yo creo que lo hicieron para descubrir la red. Porque me di cuenta de que me seguían. Muchos amigos míos que no estaban en la lucha corrían nada más verme, porque temían las represalias de los talibanes. Así que después del arresto mandaba a gente para que me informaran del resultado'.

En ese tiempo, los talibanes colgaron a un hombre acusado de colaborar con los estadounidenses a través de un teléfono satélite. 'Lo hicieron para acobardar a la gente. Pero a mí, en vez de acobardarme me dio ánimos para luchar más duramente aún contra esa crueldad. Aquel hombre al que colgaron no tenía satélite, de eso estoy seguro. Yo no sé si había alguien más que yo enviando información, pero aquel pobre hombre, que trabajaba de enfermero, seguro que no'.

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La principal madraza de la ciudad, el sitio donde los talibanes reclutaban a la gente que preparaban para la yihad, está indemne, no le cayó ninguna bomba. 'Es que nuestros enemigos eran los talibanes, no los edificios. A mí me interesaban los sitios donde había reuniones de integristas importantes o la clínica donde atendían a los árabes, por ejemplo'.

Abdul Alí nos conduce a uno de esos edificios de los que apenas queda más que polvo y octavillas propagandísticas que los estadounidenses lanzaban desde los aviones. Cuando se le pregunta si todo eso lo mandó destruir él mismo contesta con una risa de esas que no pueden ni pretenden disimular el orgullo. 'Aquí había una reunión de talibanes. Y la bomba los cogió a todos. Cuando llegaron los de fuera hicieron un círculo para que la gente no entrara y así sacar los cadáveres después sin que nadie viera los efectos'.

¿Y cómo se enteraba Abdul Alí de dónde se celebraban las reuniones? 'Había varios comandantes talibanes que me informaban. Todos conocíamos sus coches, y los informantes, cada vez que ellos entraban o salían de algún sitio, me lo decían. El ritmo de vida de los dirigentes talibanes no tenía nada que ver con el del resto de los ciudadanos. Sus coches, su ropa, las cosas que comían. No había modestia en ello'.

¿Siente Abdul Alí remordimiento por tanta muerte? 'Eran terroristas y han pagado por ello. Lo hice por la independencia de mi nación, por los derechos de muchas mujeres. Ahora podrán ir a la escuela y trabajar'.

Como recompensa a sus servicios, Karzai lo ha designado director de la emisora de radio de Kandahar; de la televisión, que empezará a emitir en una semana; del periódico y del semanario local.

'Los talibanes metieron una emisora en una furgoneta vieja y la llevaron a una casa. Se creían que íbamos a bombardear la emisora de radio. Pero nosotros sabíamos que este edificio no iba a ser destruido, porque el ingeniero y el productor estaban con nosotros boicoteando a los talibanes, suspendiendo las emisiones'.

Cuando Abdul Alí vio que ya corría demasiado peligro y que lo vigilaban demasiados talibanes se marchó al frente con Hamid Karzai. 'Experiencia militar, Karzai no tiene ninguna. Pero tampoco le hacía falta. Él hablaba con los americanos y sus comandantes peleábamos'.

Ahora, Abdul Alí dice que se va a permitir el lujo de contratar a varias mujeres en la emisora de radio y en la televisión.

Abdul Alí, informante de las tropas antitalibanes y de Estados Unidos, ante unas ruinas en la provincia de Kandahar.
Abdul Alí, informante de las tropas antitalibanes y de Estados Unidos, ante unas ruinas en la provincia de Kandahar.TASGOLA KARLA BRUNER

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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