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GUERRA CONTRA EL TERRORISMO | En el corazón del antiguo feudo talibán

Los 'marines' protegen al presidente afgano entre las ruinas de Kandahar

Los antitalibanes han tenido armas, comida y consejeros estadounidenses desde el principio

Lo primero que se ve al entrar en Kandahar son dos muertos, presumiblemente árabes, tendidos al lado de la carretera del aeropuerto. Ayer todavía se oían tiros y, de vez en cuando, algún cañonazo. Las tropas del jefe pastún Gul Agha, recién nombrado gobernador de Kandahar, aseguran que sólo son tiros de celebración. Pero, cuando anoche empezaron a oírse los disparos, el consejo fue claro: a la habitación, asignada en la mismísima casa del gobernador. 'Los soldados se han pasado 23 años en guerra y no saben celebrar las cosas de otra manera. Hoy han resultado heridos dos niños por eso mismo', explica Yusuf Pastun, sobrino y portavoz de Gul Agha.

La carretera desde Pakistán a Kandahar, un camino sin apenas asfalto, parecía un testimonio silencioso de los estragos que los bombardeos de EE UU han causado. Al menos cuatro camiones y tractores aplastados. Ya en Kandahar, la catástrofe salta a la vista. El bazar, con sus camellos al lado de los vendedores, parece enclavado en unas ruinas romanas. 'Y ese edificio grande que usted ve ahí', dice un familiar de Gul Agha, 'es el Amibil Mahruf, la cárcel donde llevaban los talibanes a quienes no se dejaban crecer la barba y a los que escuchaban música. Los americanos lo bombardearon porque los talibanes habían puesto una bandera integrista'. Otro de los portavoces del gobernador, Jalid Yusuf, cuenta que el líder espiritual de los talibanes, el jeque Omar, limpió las reservas del régimen: 'Del banco, el propio Omar se llevó 96 millones de dólares. Lo ha dejado vacío'.

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Pero lo que más resalta en Kandahar es la presencia de tropas de EE UU, que escoltan y protegen al nuevo presidente de Afganistán, Hamid Karzai.

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Pero esas aglomeraciones callejeras también se formaban entre las tropas de Gul Agha y las de Karzai. Casi todos con barbas. En medio de tantas casas destruidas, de tanta desolación y miseria, los periodistas somos la gran atracción de estas gentes aisladas del mundo durante décadas, sin conocer nada más allá de la guerra.

Abdul Sabar, preso de los talibanes recién liberado en Kandahar, llora al mirar una foto de sus hijos.
Abdul Sabar, preso de los talibanes recién liberado en Kandahar, llora al mirar una foto de sus hijos.TASGOLA KARLA BRUNER

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