Madera y carácter

Quercus alba, Quercus sessilis, Quercus penduculata. Aunque a una gran mayoría de los lectores le suenen extraños, estos términos en latín son las definiciones botánicas de tres de las 250 especies de roble existentes en el hemisferio norte. El Quercus Alba es el llamado roble americano, mientras los otros dos dan nombre a robles europeos. De todos ellos saldrán los futuros toneles para la crianza -y últimamente para la fermentación- de los vinos. Así se viene haciendo desde los albores de nuestra era, aunque la utilización de la madera ha sido más como recipiente de depósito, en sustitución de la esbelta pero frágil ánfora.

Dependiendo de la procedencia de la madera, de si su secado es natural al aire libre o artificial, o del mayor o menor tostado de la barrica, los vinos evolucionarán con matices muy diferentes entre sí. Es aquí donde los catadores ilustrados y formados nos impresionan con sus definiciones de los caldos con expresiones como 'matices de crianza con buena madera de roble francés y con un tostado muy elegante'. Por nuestra parte solo nos queda poner cara de asombro y asumir, sin rechistar, que, efectivamente, el tostado resulta muy elegante y adecuado.

Lo que nadie discute hoy es que para los vinos de crianza la selección de las barricas es una parte fundamental del proceso de elaboración. Sin olvidar su reposición en un tiempo cada vez más corto, no como antiguamente.

Hay que llamar la atención sobre la enorme uniformidad de algunos caldos. Cada día nos encontramos con más vinos clónicos, producto de la misma madera, con el mismo tipo de tostado; incluso las bodegas compran con ferviente devoción al mismo tonelero. El resultado es caldos semejantes, como producidos en la misma factoría, donde lo único que probamos son trozos de madera. Eso sí, madera de mucho caché.