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Cientos de talibanes se niegan a rendirse y reabren el frente de Kabul

La Alianza del Norte se enfrenta a una bolsa de resistencia inesperada cerca de la capital

Guillermo Altares

La Alianza del Norte ha encontrado una bolsa de resistencia inesperada a sólo 30 kilómetros del centro de Kabul, en el pueblo de Maidan Shahr, en cuyos alrededores se han atrincherado unos 1.000 guerrilleros talibanes, 400 de ellos mercenarios extranjeros paquistaníes, chechenos y árabes. O, al menos, ésa es la versión oficial. Según otras informaciones, es un problema tribal. El comandante pastún, Ghulam Mohmad, no quiere someterse al nuevo Gobierno provisional y, tras una semana de negociaciones, la Alianza lanzó el jueves una ofensiva.

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La experiencia de Maidan Shahr es muy significativa de lo que puede ocurrir en Afganistán en las próximas semanas: conforme la Alianza del Norte vaya avanzando hacia el sur, las cosas se van a poner cada vez más complicadas. Menos en Kunduz, los avances en el norte del país, territorio en el que los tayikos, uzbecos y hazaras son mayoritarios, han quedado rápidamente asentados; pero en el sur las cosas son muy diferentes. Allí los pastunes son mayoritarios y sus relaciones con el nuevo Gobierno del país son más que tensas. No es tampoco una casualidad que Kunduz sea la única zona de mayoría pastún en el norte de Afganistán.

El pueblo de Maidan Shahr, cuatro casas polvorientas con una gasolinera donde se ha instalado el puesto de mando, está situado en la salida suroeste de Kabul, en un cruce de carreteras. Su control es esencial para la Alianza: bloquea la ruta sur a Kandahar (todavía en manos de los talibanes) y la norte a Mazar-i-Sharif. Tampoco se puede olvidar que los cohetes pueden alcanzar una distancia de 21 kilómetros, por lo que los primeros suburbios de Kabul están, en teoría, a tiro de las fuerzas de Mohmad. Hace seis años, antes de que los talibanes tomasen Kabul, este comandante fue uno de los primeros líderes pastunes en rebelarse contra el Gobierno de Burhanudin Rabbani. Ahora que la Alianza ha vuelto al poder, la historia se repite.

'El Gobierno le pidió que entregase las armas hace una semana y, como no lo ha hecho, decidió atacar', asegura uno de los asistentes del comandante Sheer Alani, un pastún miembro de la Alianza que está a cargo de las operaciones bajo las órdenes directas del ministro de Defensa, Mohamed Fahim.

El jueves, los combates empezaron en torno a las seis de la tarde y la ofensiva de los talibanes hizo retroceder a las fuerzas de la Alianza. En la mañana de ayer hubo fuego de artillería cruzado. A media mañana las cosas estaban muy tranquilas, con los soldados desarrapados de rigor mostrando las posiciones talibanes: a unos dos kilómetros se puede ver un pueblo, ya en tierra de nadie, y un poco más allá, una colina, donde empiezan las posiciones del enemigo, desde donde se responde al fuego de artillería. Cuando han intentado avanzar por la carretera del pueblo, han encontrado francotiradores y fuego de mortero que les ha obligado a retroceder.

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Cientos de muyahidin, armados con fusiles de asalto AK-47, morteros y lanzagranadas, unos ocho carros de combate, un lanzacohetes múltiple, varios cañones antiaéreos montados en camiones... La Alianza del Norte ha decidido tomarse en serio el frente de Maidan Shahr, a pesar de que asegura que es sólo una bolsa aislada de resistencia. Sin embargo, otros 50 kilómetros más allá, siguiendo la carretera de Kandahar, está el grueso del Ejército talibán, que defiende su feudo espiritual. Precisamente, ayer se podía ver la estela en el cielo de los bombarderos B-52 de Estados Unidos que se dirigían hacia allí. Los soldados miraban los aviones arrobados. El Gobierno provisional de Afganistán ha pedido apoyo aéreo a Estados Unidos si la lucha se prolonga en un lugar tan incómodo, política y estratégicamente, como las afueras de Kabul.

'Esperamos instrucciones'

'Hubo muchas negociaciones', afirma Alí Jan, el jefe de un pelotón, 'pero fracasaron'. 'Ahora estamos bajo las órdenes de la Alianza del Norte y estamos esperando instrucciones para lanzar la ofensiva. Cuando nos las den, nos pondremos en marcha. Creemos que allí hay unos 1.000 combatientes, muchos de ellos mercenarios extranjeros de los talibanes', añade. Ayer, el comandante Sheer Alani se encontraba en Kabul y su segundo de a bordo, Abdul Ahmed, salió disparado desde su puesto en la gasolinera para atender a una delegación del Ministerio de Defensa.

Por la carretera de Kandahar van y vienen coches todoterreno con el maletero descubierto llenos de muyahidin. Dicen que han luchado durante la noche y que ahora les relevan, pero que volverán cuando empiece la gran ofensiva. Preguntados sobre la existencia de bajas, dan la respuesta habitual: 'Sí, los talibanes han sufrido muchas bajas, pero nosotros ninguna'. Sin embargo, una ambulancia militar pasa a toda prisa desde la línea del frente con un soldado herido en la mano. Todos dicen que tomarán el pueblo sin problemas, pero los combates se prolongan desde hace dos días y ya han pedido el apoyo aéreo de Estados Unidos.

'La prueba de que lo que ocurre en Maidan Shahr es algo más que una escaramuza es que los típicos camiones afganos pintados de colores no paran de cruzar el punto de control de la Alianza del Norte llenos de refugiados. Apelmazados en la parte de atrás, viajan niños, mujeres y hombres sobre sacos de trigo, ruedas de tractor, colchones, camas y lámparas.

Varios combatientes de la Alianza del Norte almuerzan en un hotel de la ciudad de Herat.
Varios combatientes de la Alianza del Norte almuerzan en un hotel de la ciudad de Herat.ASSOCIATED PRESS

Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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