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Hugh Thomas afirma que los orígenes de la guerra civil son difíciles de entender

El historiador presenta una nueva edición de su libro 40 años después de la versión inglesa

El historiador británico Hugh Thomas (Windsor, Reino Unido, 1931) declaró ayer en Madrid que 'en España la guerra civil es comprensible, pero sus orígenes son cada día más difíciles de entender'. Su afirmación coincide con una nueva edición, en dos volúmenes, de La guerra civil española (Mondadori), un título clandestino en el franquismo y popular en la transición que cumple 40 años de su primera edición en inglés. El autor adelantó un capítulo de su autobiografía al comentar en el Círculo de Bellas Artes su primer viaje a España en 1955 y la gestación del libro.

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'Debo admitir que ahora no entiendo bien cómo ha ocurrido la guerra civil española'. El historiador Hugh Thomas, a los 40 años de la publicación en inglés de su texto La guerra civil española, un título que permanece en la memoria de varias generaciones, identifica guerra civil con lucha de clases. 'Me parece ahora que en España la relación entre las clases es fácil, en contraste con lo que ocurre en Inglaterra, Francia o Alemania'. Ilustra el caso inglés con ejemplos de las clases altas, que comen o beben el té de manera diferente a las clases bajas. 'En los años treinta, las criadas tenían que ponerse contra la pared cuando pasaba el dueño. En mi país era necesaria una guerra civil, pero no ocurrió'.

La nueva edición en castellano de La guerra civil española, que sale hoy en las librerías, contiene 'varias correcciones precisas', pero no es una reconstrucción, 'tiene pequeños retoques sin llegar al trabajo de cirujano'. La edición, en dos volúmenes y pequeño formato, en traducción de Neri Daurella, tiene el mismo prólogo, fechado en Londres en abril de 1976, fecha de su publicación en España por Grijalbo, que adquirió los derechos que tenía la editorial Ruedo Ibérico, primer título de la colección España Contemporánea que ponía en marcha en París en 1962 el editor José Martínez.

Thomas recordó ayer, en una conferencia en el Círculo de Bellas Artes, presentado por el escritor Ian Gibson, que la publicación en inglés en 1961 de su libro 'y su excelente acogida, marcó mi vida'. 'Creo que los principales atractivos del libro eran que en él había entretejido la lucha, la historia política de los dos bandos, los orígenes de la guerra, las repercusiones internacionales e, incluso, la historia intelectual'.

Al poco tiempo, junto a otras ediciones extranjeras, aceptó que se publicara en español en la editorial Ruedo Ibérico. 'Supongo que su portada negra y roja era casi un tributo al movimiento anarquista, al cual había permanecido fiel el encantador director Pepe Martínez. Se hicieron entrar muchos ejemplares en España clandestinamente'.

Desde la primera edición inglesa, el autor señala que ha corregido algunos errores al aprovechar las tiradas de bolsillo en los sesenta, con un capítulo dedicado a los colectivos anarquistas, y en los setenta una reescritura sobre la vieja estructura, que fue la base de la edición traducida de nuevo por Grijalbo, presentada en el Palacio de Congresos de Madrid en octubre de 1976.

'Soy equilibrado en mis juicios, pero ahora soy más conservador que en los años sesenta', declaró ayer Hugh Thomas. 'En la guerra civil no había conservadores, todos fueron revolucionarios o contrarrevolucionarios'. El historiador se metió en su biografía para contar que perteneció al Partido Laborista británico, colaborador del primer ministro Harold Wilson, hasta que en 1975 se pasó al Partido Conservador, y desde 1981 fue asesor para asuntos hispánicos de la primera ministra Margaret Thatcher. En esa fecha fue nombrado lord de Inglaterra, tiene el título de barón de Swynnerton y se sienta en la Cámara de los Lores. España le concedió en 1986 la orden de Isabel la Católica.

'Dejé a los conservadores como antes lo hice con los laboristas: por la defensa de la integración en Europa. Me uní a los demócratas y ahora soy independiente, lo que siempre he sido como historiador. En mi libro he hecho el esfuerzo de ser equilibrado. Era el punto de vista de una persona demócrata y con cariño para España, sin relación personal con ninguno de los dos bandos'. Thomas insiste en que los orígenes de la guerra civil son 'cada vez más complicados'. 'La España de hoy parece un país de tolerancia, demócrata, y no puede ocurrir lo que pasó entre 1931 y 1936'.

Thomas investiga ahora el siglo XVI (autor de Conquista: Moctezuma, Cortés y la caída del Viejo México), pero entra en la actualidad para elogiar la transición española, condenar a ETA, 'el gran error de los vascos', y sorprenderse del éxito en Afganistán. Sobre Gibraltar, es partidario de la soberanía compartida, 'con el arzobispo de Sevilla Carlos Amigo y la reina de Inglaterra'.

El historiador Hugh Thomas, en una terraza del Círculo de Bellas Artes de Madrid.
El historiador Hugh Thomas, en una terraza del Círculo de Bellas Artes de Madrid.BERNARDO PÉREZ

El frío y el simpático

Hugh Thomas declaró ayer que sus juicios sobre las personas vinculadas a la guerra civil son 'los de siempre'. Sin detenerse en matizaciones, dijo que Franco 'sigue siendo una persona friísima'; Juan Negrín, 'un político filantrópico'; Manuel Azaña, 'un hombre de Estado elocuente, eficaz en la paz, pero no en guerra'; José Antonio Primo de Rivera, 'el fascista más simpático', y a Francisco Largo Caballero le achacó 'falta de ingenio'. De José Antonio añadió que era 'un hombre honesto y bastante religioso, lo que fue positivo en su vida política', y que otro falangista intentó evitar su fusilamiento en la cárcel de Alicante, aunque 'Franco no hizo mucho' por salvar su vida. Al carácter frío de Franco también se refirió al comparar las guerras civiles en España y, en concreto, a las diferencias con la guerra de los comuneros, tras una lectura reciente de un libro del historiador Joseph Pérez. La guerra de los comuneros, en el siglo XVI, fue un gran desafío al Estado, y en la batalla de Villalar unas cien personas fueron ejecutadas o murieron en la cárcel. 'Franco ha firmado con frecuencia cien condenas cada día después del almuerzo', afirmó.

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