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La guerra de verdad

La muerte de tres periodistas destapa la crudeza del conflicto hasta ahora invisible a la prensa occidental

Guillermo Altares

La nueva guerra de Afganistán se ha cobrado sus primeras víctimas entre la prensa. Tres periodistas, una francesa, un francés y un alemán, murieron el domingo cuando viajaban con tropas de la Alianza del Norte en Dashti Jala, en dirección hacia Taloqán (Afganistán), antigua capital de la oposición, recuperada ese mismo día por la noche.

Otros informadores que viajaban con ellos relataron que se vieron atrapados en un fuego cruzado entre la oposición y los talibanes, cuando viajaban en la parte de atrás de un camión militar. [La cadena de televisión CNN informó, citando fuentes de la Alianza del Norte, de que combatientes talibanes capturaron en una emboscada a los periodistas y después los fusilaron en una trinchera].

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Entre todos los periodistas que cubren este conflicto, cientos de informadores provenientes de todos los rincones del mundo, ayer fue un mal día. A primera hora de la mañana llegaron los rumores y más tarde las radios de onda corta confirmaron la mala noticia: la muerte de los franceses Pierre Billaud, de 31 años, que trabajaba para la emisora de radio RTL, y Jeanne Sutton, de 34 años, también periodista radiofónica de Radio France Internationale, así como del alemán Volker Handloik, de 40 años, colaborador de la revista semanal Stern.

La agencia France Presse informa de que en la capital tayika, Dushanbé, se esperaba la llegada de un helicóptero con los cuerpos de los periodistas. Según fuentes diplomáticas, el helicóptero se vio obligado a aterrizar a unos 150 kilómetros de la capital por la caída de la noche. La oscuridad impidió continuar el vuelo.

En teoría, la Alianza del Norte está obsesionada por la seguridad de los periodistas y no se permite que hagan ningún movimiento que no esté controlado por ellos. El chófer, el traductor, incluso el lugar, casi siempre infecto, donde se duerme son gestionados por ellos, previo pago de unos precios abusivos (Afganistán se ha convertido en uno de los lugares más caros del mundo). Hasta el momento, cuando veían que la situación era difícil, simplemente no daban el permiso, que hay que pedir al comandante de cada zona, para realizar un viaje

Las victorias de los últimos días, que en muchos casos se produjeron sin combates, les animaron a bajar un poco la guardia, aunque eso depende del responsable de cada zona o de los intentos de cada informador de montárselo por su cuenta.

Este corresponsal entró ayer en Taloqán, junto con un equipo de Antena 3 Televisión, cuatro horas después de la toma de la ciudad por parte de la Alianza. Sólo nos dejaron realizar el viaje de dos horas, desde la retaguardia en Farjar, cuando los militares comprobaron que el camino era seguro, que no había patrullas talibanes por la zona, ni fuego de artillería. Los periodistas viajaban en un coche y el comandante, que nos acompañó en todo momento junto a varios soldados, iba en el primer coche abriendo camino. El problema es que desde Jodja Bachaudin, localidad cercana a la frontera con Tayikistán donde se encontraban hasta ahora la mayor parte de los periodistas destacados en el conflicto, el camino hacia Taloqán a través de Farjar es demasiado largo y el atajo por Dashti Kalá resultó ser fatal.

Cuando se enteraron de la noticia, los comandantes de la Alianza del Norte decidieron restringir considerablemente el movimiento de los periodistas, hasta que no puedan asegurar que algo así no vuelva a ocurrir. Para ellos, el problema no está sólo en que necesiten que los informadores cubran sus avances. Por añadidura, la guerra se ha convertido en un negocio muy lucrativo para ellos, con precios dignos de Tokio o Nueva York.

Muchos enviados especiales, incluso aquellos que estaban dispuestos a seguir a las tropas a la carrera allí donde se produzca una ofensiva, se lo están pensando dos veces antes de salir a lo loco hacia cualquier frente. Hasta ahora, esta guerra, en un país que lleva 23 años envuelto en un conflicto bélico de todos contra todos, no había procurado emociones fuertes.

La muerte de los tres periodistas demuestra que, más allá del circo mediático que nos rodea, existe un conflicto de verdad en un territorio donde no se andan con chiquitas y hay que moverse con cuidado. Ayer, en efecto, no fue un buen día.

Arriba, uno de los periodistas muertos es llevado al mortuorio. Abajo, de izquierda a derecha, Pierre Billau, Johanne Sutton y Volker Handloik.
Arriba, uno de los periodistas muertos es llevado al mortuorio. Abajo, de izquierda a derecha, Pierre Billau, Johanne Sutton y Volker Handloik.REUTERS

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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