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La cumbre del clima logra el acuerdo

La reunión de Marraquech salva el Protocolo de Kioto para luchar contra el calentamiento global

Con la arquitectura del Protocolo de Kioto finalmente desarrollada y detallada en el acuerdo alcanzado en la madrugada de ayer en la conferencia del clima de Marraquech, este compromiso internacional, que nació hace ya cuatro años, queda listo para que los países expresen oficialmente su conformidad y empiece a ser cumplido, a ser posible, el año que viene. Su objetivo es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera que están provocando el calentamiento global, el cambio climático. La UE lideró ayer un pacto con los países en vías de desarrollo y con Japón, Rusia, Canadá y Australia que fija la normativa legal y el reglamento preciso de funcionamiento del protocolo.

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Esta VII Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (UNFCC) ha cumplido su objetivo de completar y transcribir en términos legales el acuerdo político alcanzado por los ministros hace tres meses en la cumbre de Bonn, algo que en principio debía ser un simple paso técnico, pero que, dada su complejidad, ha demostrado que los intereses en juego son muchos y que cada país intenta inclinar a su favor cada resquicio que quede abierto.

Cuando, esta madrugada, el delegado ruso, Alexandr I. Bedritsky, declaró ante el plenario que ahora su país puede ratificar el Protocolo de Kioto, las cuentas cuadraban por fin: con la UE, Japón (que había manifestado ya su compromiso de ratificación) y Rusia se alcanza el mínimo exigido (por número de países y porcentaje mundial de sus emisiones) para que el acuerdo internacional entre en vigor y empiece a funcionar. Era uno de los momentos clave de la larga sesión de negociaciones intensas que comenzó en la cumbre el viernes por la mañana y que exigió casi 24 horas para lograr el éxito.

El compromiso logrado, por supuesto, no satisface a todos, porque 'en un pacto así todos tienen que ceder para que todos ganen', comentaba, muy satisfecha, la ministra británica de Medio Ambiente, Margaret Beckett.

Un comentario de satisfacción general ayer mereció el hecho de haber concluido un acuerdo internacional que muestra la eficacia de las negociaciones multilaterales, especialmente tras los atentados del 11 de septiembre.

Aunque la impresión general era que acabaría en acuerdo, la negociación que se prolongó durante toda la noche del viernes al sábado pasó altibajos mientras los ministros de la Unión Europea, aliados con el G-77 más China, que agrupa a los países en vías de desarrollo, iban tejiendo una filigrana en los puntos conflictivos que convencieran a Japón, Rusia, Canadá y Australia de asumir el acuerdo.

Al final, la solución a los escollos se centró en dos puntos. Uno fue el referente a la obligación de que los países acepten el régimen de cumplimiento del protocolo (cuyo carácter legal se definirá más adelante) para poder utilizar los llamados mecanismos de flexibilidad, como son la compraventa de emisiones, para cuadrar las cuentas de su contaminación. El segundo, la insatisfacción de Rusia por los millones de toneladas de dióxido de carbono que se le habían adjudicado en una lista que establece los topes máximos que cada país puede descontarse de sus bosques por el efecto de fijación de ese gas de efecto invernadero.

En el primer escollo, la UE se enfrentaba a Japón, y se solventó con una modificación del texto inicial que deja un resquicio para los nipones en caso de que se produzca una contradicción legal con su legislación. Rusia aceptó cuando sus millones de toneladas de dióxido de carbono consentidas subieron de 17 a 33.

Así, el acuerdo de Bonn concluido en Marraquech contiene la descripción detallada de cómo tienen que contar los países sus emisiones de efecto invernadero, cómo serán penalizados si no lo cumplen, cómo contabilizar el efecto de sus bosques y actividades agrícolas, cómo se organizarán los proyectos de reducción de la contaminación, qué ayuda recibirán los países en vías de desarrollo para hacer frente al cambio climático y cómo hay que informar abiertamente acerca de las actividades de cada uno.

El proceso de puesta en marcha del protocolo, en esencia es como haber acordado entre varios vecinos suscribir una póliza de seguros (que sería el Protocolo de Kioto) y luego determinar la letra pequeña, los términos del contrato (el acuerdo de Marraquech), para especificar riesgos a cubrir, primas y condiciones. Y tras cada palabra, cada coma y cada punto hay intereses sociales, económicos y políticos que defender debidos al gran impacto que el aumento de las temperaturas medias de la Tierra, la subida del nivel del mar y la alteración de los patrones climáticos producirán en todas las regiones del planeta a lo largo de este siglo.

El ministro marroquí Elyazghri se dirige al plenario de la cumbre del clima de Marraquech.
El ministro marroquí Elyazghri se dirige al plenario de la cumbre del clima de Marraquech.ASSOCIATED PRESS

'EE UU siempre será bienvenido'

Un ecologista tremendamente eficaz y hábil negociador, el belga Olivier Deleuze, de 47 años, ha sido la voz de la Unión Europea en la cumbre del clima de Marraquech en tanto que ministro (oficialmente secretario de Estado de Energía y Desarrollo Sostenible) que ostenta este semestre la presidencia comunitaria. Campechano, sonriente, este verde de toda la vida, que fue director de Greenpace en su país y presidente de la misma organización en Francia hasta 1995, entró con el Partido Verde en el Gobierno de coalición belga en 1999 con socialistas y liberales. Un pequeño aro de plata en su oreja izquierda no pasa desapercibido entre las decenas de ministros que participan en las cumbres del clima.

'Estoy convencido de que Bush ha salvado el Protocolo de Kioto', dice al valorar el efecto del abandono estadounidense del Protocolo, algo que muchos consideraron como un desastre para este frágil acuerdo internacional. Y el ministro belga se explica: 'La dispersión de la comunidad internacional, después de que EE UU anunciara su decisión... era el momento de preguntar a los demás. ¿Quién quiere correr el riesgo de ser el Bush europeo?'.

Hace un año, la UE en las negociaciones internacionales del clima alcanzó su punto más bajo, con serias divisiones y broncas internas, lo cual culminó en el fracaso de la Conferencia de La Haya, que exigió una continuación seis meses después de Bonn, donde una UE recuperada mostró un liderazgo (también con Deleuze en la presidencia), ahora reforzado. ¿Cuál ha sido la estrategia? 'Una posición común europea fuerte, el efecto de la opinión pública y la decisión de que nosotros tenemos que tirar del carro, junto con el G77 más China

', comentaba ayer Deleuze en Marraquech, tras concluir la cumbre.

En cuanto a EE UU, es muy claro: 'Siempre serán bienvenidos. Ellos son responsables del 25% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, y no hay que tomar en estas negociaciones del Protocolo de Kioto ninguna decisión que los excluya; la puerta está abierta para su regreso'.

En cuanto a qué significa y qué efecto tendrá el acuerdo internacional de reducción de emisiones, Deleuze considera: 'Nuestra generación seguramente no verá la diferencia, pero nuestros hijos y nuestros nietos, con perspectiva, verán que gracias a él escapan de la catástrofe del cambio climático'.

Una dura batalla

Una sensación de alivio, pero no euforia, se apreciaba ayer en los grupos defensores del medio ambiente asistentes a la conferencia del clima, calificada de 'dura batalla' por Greenpeace, que considera que los participantes debían haber hecho más para afrontar el cambio climático. 'El Protocolo de Kioto es sólo un pequeño paso inicial en lo que debe ser un creciente compromiso para reducir los gases de efecto invernadero globalmente', comentó el australiano Bill Hare, responsable de clima de Greenpeace Internacional. 'Ahora que la arquitectura del Protocolo está hecha, los países no tienen excusa para ratificarlo y ponerlo en funcionamiento'.

El responsable medioambiental de Comisiones Obreras, el español Joaquín Nieto, que en Marraquech representa a la Confederación Europea de Sindicatos, declaró: 'CC OO considera satisfactorio el acuerdo alcanzado porque va a permitir la puesta en marcha del protocolo, es decir, el inicio de la reducción de emisiones de dióxido de carbono en los países industrializados, pero cree que la próxima cumbre de Johanesburgo (Río +10) tiene que reafirmar el proceso y plantearse objetivos más ambiciosos para la próxima etapa'.

Para la organización del medio ambiente WWF, el acuerdo de ayer supone 'que el ave Fénix del Protocolo de Kioto ha resurgido de sus cenizas', aludiendo a la situación crítica que atravesó tras el fracaso de la cumbre de La Haya, hace un año, y el abandono de EE UU poco después.

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