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Los B-52 tratan de abrir una brecha en las filas talibanes del frente norte

Intensos bombardeos en el estratégico nudo de carreteras de la planicie de Shomalí

Ramón Lobo

(Afganistán) Son las 11.10. Se escucha nítido el sonido de un avión. Dos comandantes muyahidin subidos a una azotea, al lado del aeródromo de Bagram, escrutan el cielo haciendo visera con las manos. Dos explosiones retumban secas, y segundos después sendas columnas de humo negro se elevan abultadas desde el suelo. La radio del jefe Mir Rahaman escupe las primeras noticias: 'Les han dado, les han dado', grita un hombre.

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'Han sido muy efectivos', repite la voz. Rahaman hincha el pecho y exclama: 'Si los americanos atacaran intensamente la línea del frente durante cuatro días podríamos avanzar sin problemas'. Ni él ni su segundo, Mohamed Allah, responsables del 40 Batallón en el frente de Dane Medan, quieren especular sobre la ofensiva de la Alianza del Norte, que algunos consideran inminente. 'Nosotros estamos preparados, pero las órdenes las da Fahim', dice Rahaman.

Allah propone acercarse a la primera línea para ver mejor. Dos periodistas le siguen emparedados entre dos muyahidín dentro de un todoterreno rojo hasta un poblado fantasmal sin ventanas en el que los muros están marcados por la viruela de la guerra. Varios disparos parten de la zona controlada por los muyahidín. No hay respuesta del otro lado. En las azoteas se divisan nidos de ametralladoras. Los muyahidín se mueven con rapidez entre callejuelas empolvadas.

Para alcanzar esa primera línea es preciso correr unos metros por un sendero angosto e irregular, pisando la huella del predecesor por miedo a las minas antipersonas. El comandante Allah y tres hombres armados con Kaláshnikov entran y salen de viviendas abandonadas, recorren patios en los que se apilan docenas de granadas anticarro y de mortero envueltas en plásticos protectores. Parecen de fabricación rusa, pues mezclan los números de serie con las letras en el alfabeto cirílico.

Un nuevo cazabombardero surca el cielo seminublado por encima de Dane Medan. Dos fuertes explosiones muy próximas denuncian los impactos. Al alcanzar la última azotea, la más próxima al frente de combate, se divisan sendos hongos de humo negro. 'Han dado en BaghiBlam', exclama Allah. Son bombas enormes, de mil libras (unos 500 kilos). El grupo se desliza en fila india agazapado hasta parapetarse detrás de un muro mínimo reforzado con un par de sacos terreros. En línea recta se divisa un convoy de unos 15 camiones talibanes frenado por el bombardeo.

No hay hombres entre las casas talibanes, pero el comandante Allah asegura que se encuentran a menos de 300 metros. Las siluetas de algunas piezas de artillería y diversas baterías antiaéreas se distinguen límpidas. A la derecha de Dane Medan, otro avión sobrevuela la planicie de Shomalí. Deja tras de sí una larga estela del chorro a reacción. Es un bombardero B-52.

Allah se comunica por la radio con el otro extremo de la línea del frente. Se interesa por los resultados. 'Muy efectivos', repite satisfecho. Dos nuevas explosiones llegan de la izquierda. De este a sur. 'Ha sido en Quli Nasrao', anuncia uno de los muyahidín señalando con el dedo índice. Parece que los norteamericanos están actuando con una intensidad similar a la del sábado, la jornada de los ataques más virulentos desde el 7 de octubre. Ha llegado el momento de medir la moral de los talibanes, si se resquebrajará en breve o resistirán como los vietcong. De la respuesta depende la duración de la guerra y su resultado.

El vuelo de los cazabombarderos se sucede, uno tras otro. Es casi imposible distinguir los aparatos. Vuelan a gran altura. Dos, cuatro, seis... hasta ocho explosiones consecutivas. Las detonaciones se suceden durante una hora larga. Las humaredas se unen con las otras formando una cortina oscura. 'Ahora es Qdo Nasrod', afirma el comandante Allah. 'El ataque sobre esa posición talibán es vital. Se trata de un nudo de carreteras que conduce a Kabul', interviene raudo Rahaman, con el rosario musulmán en una mano y la radio en la otra. Pero un día no hace una guerra. Los bombardeos de ayer sobre Dane Medan, a diferencia de los anteriores en los alrededores de Bagram, parecen tener claro el objetivo: la apertura de una brecha entre las líneas talibanes en una zona cercana a Kabul.

'Los bombardeos del sábado fueron bastante certeros', sostiene Rahaman, 'con ellos han logrado destruir centros de comunicaciones, de mando, baterías antiaéreas y concentraciones de tropas, pero mientras quede allí un solo voluntario paquistaní o árabe, los ataques deben proseguir'. Ése parece el plan de la Alianza, convencer a los estadounidenses de que los bombardeos sobre el frente deben ser masivos y diarios. Sólo así podrán marchar hasta Kabul sin disparar un solo tiro.

Un grupo de combatientes talibanes, prisioneros en una cárcel custodiada por la Alianza del Norte.
Un grupo de combatientes talibanes, prisioneros en una cárcel custodiada por la Alianza del Norte.REUTERS

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