El humor y la libertad son las armas de los nuevos narradores iberoamericanos
Los caminos de la literatura reciente se bifurcan en direcciones muy diversas
Hace más de un cuarto de siglo, de lo que se hablaba era de la nueva narrativa española. Ahora el término es el de nuevos narradores iberoamericanos. Son las reglas del juego. Subrayar la novedad, buscar una etiqueta que sirva para llamar la atención. Luego el tiempo se encargará de colocar a cada cual en su sitio. Esta semana se han reunido en la Casa de América un montón de autores de este y del otro lado del Atlántico que escriben en español. Han tratado de su oficio y del papel de la literatura en una época incierta, acelerada, globalizada, caótica y conflictiva.
Mesas redondas, debates, encuentros. La Casa de América de Madrid se ha llenado esta última semana de gente vinculada al mundo del libro. Editores, agentes, periodistas literarios, críticos y, sobre todo, escritores se han reunido en el II Congreso de Nuevos Narradores Iberoamericanos.
La cita ha puesto sobre la mesa las preocupaciones que gravitan sobre la literatura de los más jóvenes con la voluntad de que salten chispas. Ideas, murmullos, hipótesis, cualquier cosa que sirva para producir cortocircuitos en ese escenario por el que circulan las palabras, siempre a la caza de lectores. 'La solemnidad es la peor manera de contar una historia en esta época', dice el uruguayo Rafael Courtoise. 'En mis libros procuro que el sexo aparezca de una forma escueta, cínica, discreta', comenta el argentino Marcelo Birmajer. El mexicano Ignacio Padilla se refiere a unas obras 'que tienen presente al lector inteligente, que participa en la creación de cada novela'.
Es posible que de la sede de Casa de América de Madrid saliera humo de tanta concentración. Afuera ocurría lo que importa: los libros que llegan a los escaparates. Para hacerse una idea de la pujanza de estas nuevas voces, sólo basta con citar los títulos que se presentaron esta pasada semana. Algunos de sus autores participaron en el encuentro, otros no.
Cuentos y novelas
Se han presentado, por lo pronto, libros de cuentos. De Ignacio Padilla (Ciudad de México, 1968) acaba de aparecer Las antípodas y el siglo en Espasa, donde también se publica El último minuto, con relatos de Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977). El argentino Marcelo Birmajer (Buenos Aires, 1966) ofrece en Alfaguara sus Historias de hombres casados. Luego hay novelas de Espido Freire (Bilbao, 1974), que publica Diabulus en música (Planeta); de Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, 1967), de quien aparece Sueños digitales (Alfaguara); del uruguayo Rafael Courtoise, que en Caras extrañas (Lengua de Trapo) se sumerge en una trama guerrillera en una ciudad latinoamericana, o de los argentinos Pablo de Santis (Buenos Aires, 1963) y María Fasce (Buenos Aires, 1969), a quienes Destino ha publicado El calígrafo de Voltaire y La felicidad de las mujeres, respectivamente.
Por otra parte, también en el contexto del congreso, Mondadori ha presentado su nueva colección Año 0, donde cada título invita, de la mano de un joven autor, a acercarse a determinadas ciudades emblemáticas. Los acercamientos pueden ser muy distintos y, así, la visión que de México da Rodrigo Fresán (Buenos Aires, 1963) en Mantra es muy narrativa, mientras que Santiago Gamboa (Bogotá, 1965) y José Manuel Prieto (La Habana, 1962) cuentan su mirada sobre Pekín o Moscú con una mirada más viajera. La colección aparecerá en noviembre.
Conflictos morales alrededor de los procedimientos digitales, historias amorosas que se ubican en un territorio incierto entre los sueños y la vigilia, violencia guerrillera, humor, anécdotas que se desarrollan en los tiempos de Voltaire: las propuestas narrativas recientes recorren una amplia gama de registros. Eso es lo que hay (en los libros). Luego está la reflexión teórica. El congreso la provocó. Se habló de desafíos literarios y exigencias de mercado, de lo que hay después de la posmodernidad, de innovación y transgresión, de la vigencia o la crisis de los géneros, de la globalización y las nuevas tecnologías, del peso de la tradición.
He aquí algunos segmentos de algunas intervenciones. 'Por cada Joyce, por cada Picasso, por cada Godard, existen cientos de falsos vanguardistas. Se reconocen muy fácilmente: transforman en defectos y tics los hallazgos de los primeros, y envejecen a la velocidad de la luz. No hay nada más antiguo que las vanguardias impostadas, y nada más moderno que los clásicos', escribió en su intervención María Fasce.
'Ése es el principal desafío; buscar en la confusa velocidad de nuestro tiempo el punto ciego donde las palabras y la imaginación nos ayudan a atrapar la duda que cuenta, el interrogante que sirve, la leve certeza que nos ayuda a andar por algunos días', dijo Edmundo Paz Soldán.
Pablo de Santis, por su parte, explicó que 'la literatura contemporánea ha llevado lo intraducible al centro de la escena de nuevo, pero no por un aumento de significado, sino por una sustracción de significado. La tensión ya no se da entre el héroe y el lenguaje de los muertos, sino entre el héroe y el murmullo apagado y sin sentido de lo cotidiano'.Son sólo fragmentos dispersos con los que reconstruir un mapa coherente de un territorio inexistente. Ignacio Padilla comentaba que, dos años después del anterior congreso, se ha dado un salto espectacular y muchos narradores del otro lado del charco ya son conocidos en España. Es una conquista, la de haber roto unas fronteras. Lo que es más difícil es saber si existen puntos en común, obsesiones parecidas, recursos similares.
Birmajer subraya que para él 'no cuentan ni los continentes, ni las generaciones, sólo los buenos libros, y ésos pueden aparecer en cualquier parte'. Padilla sí cree que hay una batalla que comparten los nuevos escritores latinoamericanos, la de 'recuperar la envergadura de las grandes novelas del boom frente a la frivolización posterior'. Y Courtoise piensa que 'la paradoja es que lo único que hay en común es la diversidad'.
Un arte olvidado, el del cuento
Cuenta Andrés Neuman que ha extrañado en este congreso de escritores iberoamericanos una sección dedicada al cuento. 'Los latinoamericanos tienen fama de ser maestros de la brevedad, de ser buenos contadores de cuentos'. Ocurre, sin embargo, que el mercado espera el prodigio del gran novelista, y los modestos narradores de historias han quedado arrinconados en las cunetas. 'La crisis económica que atraviesa Latinoamérica no favorece que allí se publiquen narraciones breves', explica Neuman. Y añade que, en España, 'lo que interesa es la novela. Así que muchos autores han tenido que forzar el registro para escribir lo que les pedían, cuando en realidad lo que les sale mejor se mueve dentro del formato breve'. El caso es que en estos días se han publicado varios libros de cuentos. El propio Ignacio Padilla, que se consagró con el Premio Primavera por su novela Amphitryon, afirma que es sobre todo 'un contador de historias'. La brevedad ha sido una marca de la literatura latinoamericana. También la cultiva en su libro más reciente el argentino Marcelo Birmajer. El cuento como un laboratorio desde el que sacudir las entrañas del mundo. Y reconoce que su mayor hallazgo quizá sea 'haber conquistado un coloquialismo que no caiga en el costumbrismo'. Quién sabe si no es ése uno de los grandes desafíos de los escritores de ahora.
Babelia
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