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EE UU despliega las primeras tropas en la frontera norte de Afganistán

Los talibán derriban un avión espía y Powell promete publicar pronto pruebas contra Bin Laden

Enric González

Uzbekistán se ha convertido en uno de los países clave en la estrategia bélica estadounidense. Al menos dos aviones C-130 con centenares de soldados y material no especificado llegaron ayer a la ex república soviética, que centralizará probablemente los servicios de espionaje estadounidenses en la región. El secretario de Estado, Colin Powell, anunció que el despliegue en torno a Afganistán, definido como primer objetivo militar, se justificaría pronto ante la opinión pública mundial con un Libro Blanco con todas las pruebas sobre la implicación de Osama Bin Laden (el multimillonario saudí refugiado en territorio afgano) en los atentados del 11 de septiembre. Uzbekistán goza de excelentes relaciones con EE UU, de donde recibe ayuda antiterrorista.

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George W. Bush tenía ya grandes planes para Uzbekistán antes de los atentados. El Gobierno de Tashkent mantiene buenas relaciones con Washington, de donde recibe financiación para combatir al terrorismo local (dirigido por simpatizantes de Bin Laden), y aceptó alojar a centenares de funcionarios estadounidenses que debían encargarse de recoger información sobre una región cuya estabilidad es muy importante para los intereses económicos occidentales. EE UU quería estar a salvo de sorpresas mientras se tiende el oleoducto que debe llevar petróleo del Caspio hacia Europa.

En las nuevas circunstancias, Uzbekistán adquiere una importancia crucial. Su Gobierno es enemigo de Bin Laden, su territorio limita con la zona norte de Afganistán (la última porción en manos de la Alianza opositora de los talibán, a la que se puede reforzar directamente desde el lado uzbeco de la frontera), y EE UU dispone ya en su capital de una importante infraestructura de espionaje. Fuentes del Pentágono han subrayado en varias ocasiones, sin embargo, que el territorio uzbeco sólo sería utilizado para 'operaciones de apoyo' y en ningún caso para lanzar ataques directos.

La prioridad de Estados Unidos radica estos días en acumular información fiable sobre Afganistán antes de lanzar un probable ataque. Varios aviones de espionaje, no tripulados, sobrevuelan el territorio, y los talibán anunciaron el sábado que habían abatido uno de ellos utilizando armas antiaéreas arrebatadas al Ejército soviético durante la guerra contra la URSS. El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, admitió ayer que se había perdido contacto con uno de los aparatos, pero añadió que no tenía razones para creer que hubiera sido derribado. Los pequeños aviones espías, teledirigidos desde el aeropuerto de partida, vuelan muy bajo y a escasa velocidad, y constituyen un blanco fácil para las baterías antiaéreas. Irak ha derribado ya dos este año, y las tropas de Slobodan Milosevic destruyeron cuatro en apenas seis días cuando Estados Unidos bombardeó posiciones serbias.

Rumsfeld dijo que le parecía 'de risa' la afirmación talibán de que no conseguían localizar a Osama Bin Laden. La secretaria de Estado de seguridad nacional, Condoleezza Rice, declaró que el despliegue de fuerzas hacia los alrededores de Afganistán no iba a detenerse por más que los talibán dijeran haber perdido la pista de Bin Laden. 'No nos creemos eso, simplemente', dijo.

Condoleezza Rice y Colin Powell tuvieron ayer una más de sus ya habituales discrepancias. Rice, que dirigió en la práctica la diplomacia estadounidense hasta la actual crisis y llevó a George W. Bush -de quien es amiga personal además de asesora- a un unilateralismo y una dureza deplorados por los aliados europeos, indicó que uno de los objetivos de la campaña militar consistiría en derribar al Gobierno talibán. 'El pueblo afgano estaría mejor sin ese régimen terrible y represivo, y veremos qué medios están a nuestro alcance para hacer algo', manifestó. Colin Powell dijo, en cambio, que acabar con los talibán no formaba parte de los objetivos. 'No es algo que tengamos en mente ahora mismo', explicó.

Bush no lanzó ayer su cotidiano mensaje radiofónico a los estadounidenses y dedicó la mayor parte de la jornada a descansar en la residencia oficial de Camp David (Maryland). Por la mañana participó en una breve ceremonia celebrada en los jardines de la finca, en la que la bandera de las barras y estrellas se alzó hasta el extremo del mástil por primera vez desde los atentados de Nueva York. Con ese acto se dio por concluido el luto nacional y mañana la bandera dejará de estar a media asta en los centros oficiales. El único ministro que acudió a Camp David fue el de Comercio, Donald Evans, que almorzó con los Bush como amigo de la familia.

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