Aires libres en una singular comedia danesa
Harvey Keitel no consigue hacer creíble en 'La zona gris' una imagen del horror de Auswichtz
La magnífica -arrancó una enorme ovación y su proyección fue interrumpida por otra igualmente unánime- comedia danesa Truly human, entroncada en el movimiento Dogma y dirigida por el sueco Äke Sandgren, destacó ayer en el concurso, que completó el ambicioso y no convincente La zona gris, filme estadounidense con aires formales de telefilme, que protagoniza Harvey Keitel. También concursó el embarullado filme holandés Magonia, dirigido por Ineke Smits. Y redondeó el día el rescate de La habitación del hijo, del italiano Nanni Moretti, ganador de la Palma de Oro en el Festival de Cannes.
Dice el cineasta sueco Äke Sandgren, escritor y director del filme de producción danesa Truly human, filmado en las calles de Copenhague bajo las austeras y libérrimas reglas del movimiento Dogma, que inventó en 1995 y ahora anima Lars von Trier: 'Mi intención fue hacer una película simple, sin pretensiones cinematográficas. Obviamente, la filosofía que hay detrás del Manifiesto Dogma 95 se presta al cien por cien a sacar adelante este tipo de proyectos. Tomamos la decisión de no discutir acerca del estilo y la estética. El resultado fue que Truly human se hizo con un tipo de energía muy especial y que es realmente un trabajo repleto de alegría'.
Donde dice alegría, Sandgren hubiera podido decir más, ensanchar su expresión y abrirla a la más comprometida y radical de libertad, porque ésta estalla dentro de los ágiles encadenados de imágenes de estirpe documental, muy en la línea fundacional del movimiento Dogma, de este simple, sencillo -pero de fondo subversivo, lo que le hacer ser más complejo y grave de lo que parece- filme urdido con sagaz olfato para la captura del trazo de la verdadera originalidad y que está formalizado en un transparente y matemático vuelo de comedia. Porque, bajo la ligereza de la trama soñada de este sorprendente filme de raro humor onírico, hay una comedia oscura respirable a pleno pulmón, como prueban los minutos de ovación cerrada (presagiados por una unánime interrupción estusiasmada a mitad de metraje) que esta humilde gran película arrancó de la atestada sala de la sesión matinal de ayer en el Kursaal donostiarra.
Truly human es una metáfora muy divertida y penetrante, astuta e inteligentemente desplegada, de la intrusión en la vida cotidiana de nuestro mundo de un ser venido de otro mundo, una especie de ángel o marciano soñado, que emerge de los escombros de nuestra vida cotidiana y, perdido sobre el asfalto de esta Europa con pies de barro, encarna con inexplicable precisión un estado de total desarme y de inocencia ante una agobiante presión moral ambiental reprimida y represora, lo que le hace ser -a la manera de los lúcidos Idiotas fundacionales de Lars von Trier, de los que el muchacho no nacido de Truly human es una derivación recta- un desvelador involuntario del absurdo y la estupidez (es un decir) civilizada de un Copenhague esperpéntico, escorado en desacralizador espejo cóncavo.
En las antípodas de la noble simplicidad de Truly man está la aparatosa falta de nobleza de La zona gris, telefilme ambicioso y pretencioso, que roza la pura y simple inmoralidad, al querer entretenernos, emocionarnos y quién sabe si incluso divertirnos con una tosca imagen del horror absoluto -el infierno de la (es un decir) vida en los hornos crematorios nazis de Auschwitz- ante el que sólo cabe el pudor del silencio de la Shoah de Claude Lanzmann, que es una refutación inapelable del sentido, o la falta de él, de este turbio y plano telefilme, que compitió en inexpresividad con el preciosismo de la película holandesa Magonia, que cruza tres historias con mucha retórica visual y poca habilidad dramática, que es en cambio lo que derrocha La habitación del hijo, el magnífico despliegue melodramático con el que Nanni Moretti ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes.
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