Clonar para curar
El programa conservador del presidente Bush amenaza con afectar a multitud de aspectos de la vida social, en particular en el campo de la investigación médica y biológica. Es el caso de la experimentación con las llamadas células madre, que mantienen su carácter indiferenciado mientras se replican casi indefinidamente y pueden transformarse, por estímulos externos, en células de cualquier tejido humano: piel, hueso, sangre, músculo cardiaco o tejido nervioso, por ejemplo. Esta potencialidad es lo que las convierte en un instrumento terapéutico de enorme valor para tratar algunas enfermedades hoy incurables.
Pero para obtener estas células es preciso manipular embriones humanos, normalmente los desechados en tratamientos de fertilización asistida, que, de otra forma, habrían de ser destruidos o conservados indefinidamente. Por otra parte, la aplicación práctica de tratamientos basados en las células madre, lo que está todavía muy lejos de ser posible, tendrá que recurrir a técnicas de clonación para obtener embriones con una carga genética idéntica a la del paciente, a fin de que su organismo las reconozca como propias y no las rechace. Son estas ideas (manipulación de embriones humanos y clonación) las que concitan el rechazo de los sectores sociales más conservadores, representados por el presidente norteamericano o por el francés Chirac en Europa, que se oponen a autorizar este tipo de investigaciones.
La comunidad científica, por su parte, se manifiesta en su inmensa mayoría favorable a la continuación de esta línea de investigación, que considera muy prometedora, al tiempo que se opone a la clonación con fines reproductivos y defiende la necesidad de normas rigurosas que impidan la utilización de estas técnicas para fines indeseables. La Fundación Europea de la Ciencia, el más influyente organismo consultivo científico de Bruselas, recomienda que los países europeos legalicen, financien, impulsen y regulen la clonación de embriones humanos y la obtención a partir de ellos de células madre. En el mismo sentido se han pronunciado los Institutos Nacionales de la Salud, el poderoso organismo público de investigación biomédica en Estados Unidos. Se trata de la confrontación, al parecer insoluble, entre una opción conservadora inspirada en principios religiosos y la interpretación científica de los fenómenos biológicos.
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