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Reportaje:

Las turbulencias de una línea aérea

Aerolíneas trata de recibir el apoyo de sus empleados, que critican a España y al anterior Gobierno de su país

En los años setenta Sólo le pido a Dios era una de las canciones de protesta favoritas de la juventud argentina que se oponía a la dictadura. La semana pasada, los trabajadores de Aerolíneas Argentinas que se manifestaron por el centro de Buenos Aires, reclamando por el pago de sus salarios y tratando de evitar el cierre de la empresa, adaptaron la melodía a nueva letra. Cantaban: 'Sólo le pido a Dios, que se mueran todos los gallegos [españoles], que se mueran para siempre, Aerolíneas Argentinas es de la gente'.

Algunos más radicales, otros moderados, los empleados de Aerolíneas creen en su mayoría que la gestión del Gobierno español al frente de la empresa no ha sido buena, y la acusan de un supuesto 'vaciamiento y desmantelamiento'. Sin embargo, los primeros responsables de la situación de Aerolíneas,que podría dejar de operar en los próximos días si el sindicato APTA de los técnicos aeronáuticos (el único de los siete que se mantiene rebelde) no llega a un acuerdo con la dirección- son para ellos los miembros del Gobierno de Carlos Menem, durante cuya gestión se realizó la privatización.

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Negociación

Anoche la empresa, los representantes del Gobierno de Fernando de la Rúa y los sindicatos volvían a sentarse en la mesa para negociar el futuro de Aerolíneas. En principio, el planteamiento que barajaba la compañía era pedir a cada uno de los 7.000 empleados si apoyaba el Plan Director con el que pretende encontrar su viabilidad y que supone una reducción de 1.300 empleos. El objetivo es, si recibe el respaldo necesario, hacérselo ver a los sindicatos, que son los que deben aprobar dicho plan. En cualquier caso, las negociaciones continuaban al cierre de esta edición.

Mientras tanto, en el vestíbulo del Aeropuerto Jorge Newbery, de donde salen los vuelos de Buenos Aires hacia el interior de Argentina, los sindicatos que nuclean a los 7.000 trabajadores de la empresa han montado un foco de resistencia. Delegados y empleados duermen allí, en tiendas de campaña, y pasan las horas mirando la televisión, tomando mate y jugando a las cartas. Conversan con los pasajeros, que se acercan para preguntar y averiguar si su vuelo está en horario -en los últimos días muchos de ellos fueron cancelados o retrasados por las protestas-, y pasan las horas esperando una solución que, de momento, continúa siendo bastante complicada. Alrededor de ellos, pancartas agresivas hacia el Gobierno español ('Maldita Iberia', dice una de ellas), banderas argentinas e insultos varios contra los miembros del anterior Gobierno del país. El ex presidente Carlos Menem y el entonces y actual ministro de Economía, Domingo Cavallo, son los que se llevan la peor parte.

Laura Gallego es auxiliar de tráfico, trabaja desde hace cuatro años en Aerolíneas Argentinas y se acerca a las tiendas de campaña de la Asociación de Personal Aeronáutico (APA) cada que vez que se lo permiten los descansos de su tarea. 'Hay varios culpables para la situación que estamos viviendo. Primero, los que vendieron esta empresa; segundo, los que miraron para otro lado cuando el Estado español empezó a desmantelarla; y, después, el propio Estado español, que hizo un vaciamiento de Aerolíneas, algo que es un delito acá y en cualquier parte del mundo'. Según Gallego, el Plan Director elaborado por la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) para el saneamiento de la empresa, 'no está pensado para reflotarla, ellos no tienen ningún interés en que Aerolíneas Argentinas se levante'.

Gustavo Calviño, que despacha billetes, tiene una opinión de las más radicales con respecto a la solución del conflicto: 'Lo que tiene que hacer el Gobierno argentino es reestatizar la empresa, manejarla unos meses y después venderla a otro consorcio, porque está claro que a la SEPI lo único que le interesó siempre fue Iberia, nunca se preocupó por Aerolíneas', dice.

Los trabajadores que critican la actuación del Estado español al frente de la empresa casi siempre utilizan las mismas cifras, que son las que publica con cierta frecuencia la prensa bonaerense. Según esos datos, Aerolíneas tenía 46 aviones propios al momento de la privatización, y hoy solamente tiene uno. Una de las pancartas que decoran el mitín permanente de la APA son los destinos a los que yo no viaja la línea de bandera argentina: Montreal, Sydney, París, Ámsterdam, La Habana y las capitales de provincia argentinas La Rioja, Catamarca, San Luis y Santa Rosa. Son algunas de las ciudades enumeradas en una larga sábana que cae desde el techo del vestíbulo. 'Da la impresión de que todo esto estuvo planificado, de que vinieron a hundir a Aerolíneas', dice Eduardo Góñez, maletero en el Aeropuerto desde 1985.

Los empleados tratan de dejar claro que, si bien a ellos les preocupa su propio futuro laboral (el Plan Director prevé 1.700 despidos), también les duele el futuro de Aerolíneas Argentinas: 'Existe un gran sentimiento hacia esta empresa. De los empleados y también de los argentinos en general. Aerolíneas siempre fue muy querida por nosotros', sostiene Gallego.

Antiespañolismo

El conflicto de Aerolíneas Argentinas ha hecho surgir en el país un inédito y sorpresivo sentimiento antiespañolista. El sector disidente de la Confederación General del Trabajo (CGT), el de mayor convocatoria actualmente entre los trabajadores argentinos, ha llegado incluso a pedir a la población un boicoteo hacia los productos que venden las multinacionales de origen español. Los empleados de Aerolíneas no parecen estar muy de acuerdo. 'Mis abuelos son españoles, la mitad de mi familia es española, ¿cómo voy a tener yo un sentimiento antiespañol? No tenemos nada en contra del pueblo español, la culpa fue de sus gobernantes', dice Hernán Agraso, del departamento de tráfico de Aeroparque. Gallego apoya el boicoteo: 'Yo también tengo un montón de familiares españoles, pero el problema es que a ellos lo único que les duele es el bolsillo, y no les va a venir mal un poco de castigo por la fiesta que se dieron a costa nuestra'.

Domingo Cavallo, a la izquierda, y Fernando de la Rúa, presentan ayer los resultados del canje de deuda.
Domingo Cavallo, a la izquierda, y Fernando de la Rúa, presentan ayer los resultados del canje de deuda.EFE

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