El ojo vigilante de Bruselas

El ministro español de Defensa planteó el pasado lunes a sus homólogos de la Unión Europea una 'reflexión' y una 'puesta en común de las experiencias nacionales' para financiar los programas de armamento.

Trillo-Figueroa buscaba así la complicidad de sus colegas frente a los responsables contables de Bruselas que, ante la entrada en vigor del euro, se han mostrado cada vez más inflexibles con las maniobras de ingeniería financiera para ocultar el déficit público.

El SEC-95, la normativa contable europea en vigor desde 1998, impone serias restricciones a los Gobiernos y más con el manual de aplicación distribuido el pasado año. La UE está mirando con lupa, por ejemplo, el recurso a créditos reembolsables, como los que ha concedido el Ministerio de Industria (ahora Ciencia y Tecnología) desde 1997 para financiar los principales proyectos militares sin computarlos en el déficit. Su mantenimiento es cada vez más cuestionado, pues al tratarse de créditos sin interés pueden considerarse como subvenciones encubiertas.

Defensa no sólo tiene que empezar a pagar a partir del año próximo el dinero adelantado por el otro ministerio, sino que en cuanto reciba las primeras fragatas F-100 o los primeros cazas EF-2000 deberá anotar su valor unitario en el déficit. Tratándose de programas que superan los 300.000 millones en un caso y el billón en otro, es suficiente para desequilibrar su presupuesto.