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Tribuna
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Nos llamaban ilusos

Cuando a principios de los años noventa algunos grupos ecologistas pedíamos que al llegar el nuevo milenio funcionaran unos 1.000 megavatios de energía eólica, algunos expertos energéticos nos llamaban ilusos. Pero en enero de 2000 existían unos 1.500 megavatios de esta fuente solar y hoy alcanza los 2.500. Las razones de este cambio son varias. En primer lugar unas notables mejoras tecnológicas. Junto a ello se dispone de un conocimiento más preciso del mapa de vientos, que ha deparado la agradable sorpresa de saber que hay mucho más recurso aprovechable de lo que se creía. Con todo ello, hoy los molinos que se instalan cuestan menos y producen más electricidad. Otros factores han sido los bajos tipos de interés, que han reducido su coste de instalación, y un régimen de compensaciones económicas, existentes desde la época en que Eguiagaray era ministro de Industria, que hacen rentable esta inversión. Unas compensaciones que por cierto no alcanzan a ser la tercera parte de lo que aún hoy pagamos por las piedras de la moratoria nuclear decretada en 1984.

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Además las ventajas ambientales no son menores. Porque no existe minería, no hay grandes movimientos de terreno ni alteración de cauces de agua... No hay mineralurgia ni transformación del combustible, o lo que es igual, no hay grandes consumos de energía, ni mareas negras, ni contaminación del aire, ni agentes químicos muy agresivos. Ni se generan residuos.

Para esto deben evitarse algunos errores, como la proliferación injustificada de proyectos que no tienen ningún viso de materializarse, pero que crean alarma social. Es también deseable una mayor presencia de los poderes locales y de otras formas de propiedad colectiva en la implantación de esta fuente. Y es preciso acabar con las dificultades de acceso a la red eléctrica, que hoy es el mayor obstáculo para su desarrollo.

Ladislao Martínez es miembro de Ecologistas en Acción.

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