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FALLECE EL DUQUE DE ALBA

Un intelectual de la transición

Otros, sin duda los más, conservarán de Jesús Aguirre la imagen del cortesano. Y a fe que el retrato paradigmático que de esa figura hizo Baltasar de Castiglione le cuadraba a la perfección: brillante, ingenioso, divertido, seductor. Los amigos le decíamos que, habiendo nacido a destiempo de la historia, se había empeñado en remontarla hasta convertirse en un príncipe florentino del Renacimiento; algunos decían que en un cardenal.

Pero, como es sabido, en cada hombre hay varios hombres. Debajo de esa máscara, que él, dotado de un fino sentido del humor, exageraba en ocasiones, no nos resultaba difícil a quienes lo tratábamos íntimamente -y yo tuve la fortuna de hacerlo en los últimos veinte años- descubrir al intelectual serio, dotado de una sólida y vasta cultura, que abarcaba los campos del pensamiento y del arte, y en los últimos años, también el de la historia. Y en este sentido debo subrayar algo que fue característica constante de su actitud intelectual: todas sus reflexiones eran siempre proyectadas sobre la circunstancia española, sobre España.

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Muere en Madrid, a los 66 años, Jesús Aguirre, duque de Alba

Jesús Aguirre ha sido una figura importante en la preparación intelectual de la transición. Reducida la historia de ese periodo a hechos y personas indiscutiblemente claves, se olvida con frecuencia a muchos que, cultivando el pensamiento crítico y fomentando el diálogo entre ideologías diversas y hasta opuestas, la hicieron posible. Entre ellos destaca Jesús Aguirre. Varias generaciones de universitarios madrileños de los años sesenta reconocen la deuda que con él tienen contraída: en su predicación y en sus escritos. Cuando más tarde fue director editorial de Taurus demostró cuáles eran las líneas fundamentales de su pensamiento. Algunos lectores de sus artículos de EL PAÍS se quejaban del exceso de citas con que los empedraba. Y recuerdo que él contestó en otro de ellos con una retahíla de nombres que para nada apuntaban, por más que pudiera parecerlo, a la ostentación erudita. Eran la fe de vida de su trayectoria intelectual y constituían a la vez una llamada a superar las estrecheces aldeanas de los lugares comunes.

Amigo leal, optó hace algún tiempo por retirarse a vivir con sus libros y a preparar una historia del patrimonio artístico de la Casa de Alba. Había vencido en él el contrapunto de interioridad que alternaba con la actuación brillante, la música callada, que ahora se ha hecho silencio y abre un espacio para la invencible esperanza.

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