Los derechos humanos, por encima de las culturas
Tanto en el Tercer como en el Primer Mundo el debate sobre la ablación del clítoris es complejo. En los países que lo sufren -principalmente en África Occidental, pero también en Sudán, Somalia, Etiopía, Eritrea, Kenya y Egipto- la presión de siglos sobre las mujeres hace que éstas perpetúen la práctica y perpetúen el silencio social sobre ella.
En el mundo desarrollado también hay dudas al acercarse al tema, puesto que muchos ciudadanos, e incluso intelectuales, temen pecar de racistas o de intolerantes con las peculiaridades de otras culturas.
'Creo que, a la luz de las noticias de que esto sucede también en España, no sólo no podemos callar, sino que hay que incrementar el debate, y ser contundentes contra la ablación, porque aún estamos a tiempo', dice Enriqueta Chicano, de la Federación de Mujeres Progresistas.
Chicano señala como referente evidente la plataforma de acción acordada en la Cumbre sobre la Mujer de Pekín. 'En ella queda claro que los límites culturales están en lo que atente contra los derechos humanos, y éste es el caso. Será un tema todo lo complicado que se quiera, pero hay que ser beligerante'.
Esta representante piensa que se trata de un delito al que puede aplicarse el agravante de género. 'No es un delito de base gratuita, sino que responde a concepciones muy arraigadas sobre para qué sirve la mujer', dice. Un problema añadido es el hecho de que, si en España las ablaciones se practican clandestinamente en pisos, la mayor parte sucede en los países de origen, donde las niñas son enviadas de vacaciones.
'La Cumbre de Pekín facultó también a que los gobiernos tomen cartas en el asunto y no lo dejen todo en manos de los profesionales de la medicina, de la justicia, de la educación o de la solidaridad. Los Gobiernos tienen que colocar estos abusos en la agenda internacional, porque son agresiones que pueden y deben ser enfocadas en el capítulo de las relaciones internacionales, ya que afectan a ciudadanos que emigran en busca de un trabajo entre nosotros'. Estudios realizados en países europeos de inmigración africana indican que hay que apoyar a las familias para que sean ellas quienes se planteen el problema.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.