Inauguraciones
Con lo que les gusta a nuestros próceres cortar una cinta, es inexplicable cómo el monumento a la Constitución de 1812 de la plaza de España de Cádiz -más conocido allí, simplemente, por El Monumento- llevase en pie 73 años y estuviese aún sin inaugurar. Conozco bien El Monumento: nací enfrente, aprendí a andar junto a él y en esas escalinatas que simulan ser escaños jugué cuando miraba hacia otra parte el guarda de los jardines, un hombre que tenía una doble misión: cuidar aquellos lugares e iniciarnos a los niños en el conocimiento de que la vida -entonces más que ahora- está llena de prohibiciones absurdas.
Tuvo mala suerte El Monumento. Tardó 14 años en ser construido y lo acabaron al final de la dictadura de Primo de Rivera, un régimen que no tenía muchas simpatías por la Constitución del 12. Finalmente, contra lo que se podía esperar, El Monumento no ha sido inaugurado por la Junta -a la que tanto le gustan estas cosas-, sino por un comando sorpresa de los liberales que fueron los primeros que se dieron cuenta. Imagino que la Junta ya estará poniendo medidas para localizar toda obra, monumento o edificio singular susceptible de ser inaugurado y que aún no lo haya sido. No hay que perder jamás una oportunidad de salir en la foto, se esté o no en campaña electoral.
Una inauguración es como una especie de bendición laica, pero no sirve para exorcizar males, como bien sabemos los usuarios de la A-92, que fue inaugurada a todo tren y aún así no para de desmoronarse, debido, según la Junta, a 'nuestra difícil orografía'. Aunque, bien pensado, Suiza no es precisamente plana como la Pampa y a sus autopistas no les ocurren estas cosas. Pero lo de la A-92 es una catástrofe natural, según ha venido a decir el consejero de la Presidencia, Gaspar Zarrías. De eso no hay duda: es natural que se rompan las carreteras que han sido construidas cegando arroyos.
Pero si las inauguraciones laicas no pueden suplantar los efectos del agua bendita, sí se le atribuyen resultados milagrosos sobre el aumento del número de votantes. Por eso se multiplican e incluso dan lugar a mutaciones. Por ejemplo, lo que podíamos llamar la inauguración-performance: la inauguración se inaugura a sí misma y lo inaugurado es sólo una excusa efímera que dura lo que dura la inauguración. No es una broma: hace unos meses se inauguró en el puerto de Málaga una exposición que duró sólo unas horas y que tuvo por espectadores casi exclusivos a unos cuantos periodistas.
Existe también la inauguración sobrevenida o retrospectiva. Para esto no hay que preocuparse demasiado investigando si algo está ya inaugurado o no. Da igual. Es más, cuanto más inaugurado esté, mejor. Sólo hace falta una efeméride en números más o menos redondos. Es, por ejemplo, lo que va a hacer el alcalde de Sevilla: que, como si fuera cosa suya, va a celebrar el décimo aniversario de la Expo.
Pero lo mejor, lo más eficaz, es no darse prisa. Una inauguración sólo se celebra una vez, pero en cambio puede anunciarse todas las veces que se quiera y, cuanto más se retrase, más se podrá anunciar.
Por cierto, ¿cuándo va a llegar la A-92 hasta Almería?
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