Cavallo, último cartucho
Todo apunta a que la aguda crisis argentina se le está yendo de las manos a Fernando de la Rúa. Menos de 24 horas después de anunciar que López Murphy, designado hace tan sólo dos semanas, seguiría al timón económico, el presidente ha nombrado a Domingo Cavallo para que regrese a un cargo que ya ocupó entre 1991 y 1996. El tercer cambio de ministro de Economía en tres semanas se produce mientras la paralizada alianza gobernante se resquebraja, en medio de una creciente contestación social y con el rechazo inicial de los partidos a la idea de un Gobierno de unidad nacional con poderes especiales cedidos por el Parlamento.
El sacrificado López Murphy, un duro al que De la Rúa acudió in extremis, había perfilado un programa de austeridad que preveía un recorte de 4.500 millones de dólares en dos años. Su plan de choque ha sido recibido como una bofetada en sectores del propio Gobierno, por los sindicatos y la oposición peronista. Pero hete aquí que Cavallo, su sucesor, anunció ayer que su medicina irá más allá, pues sólo en este año pretende ahorrar 3.000 millones de dólares. El economista aureolado con la liquidación de la hiperflación argentina prometió que mantendrá la convertibilidad dólar-peso que puso en práctica en 1992.
La designación de Cavallo ilustra dramáticamente la falta de opciones de De la Rúa. Hace menos de dos semanas que su propio partido, la Unión Cívica Radical, consideraba anatema la incorporación al Gabinete del superministro de Carlos Menem, un apóstol del libre mercado. El presidente argentino, que cambia de Gobierno por tercera vez en quince meses para intentar salir de una recesión de dos años y medio, lo hace enfrentado tanto a un sector de su partido como a los socios más a la izquierda en la coalición gobernante -el Frepaso-, que le reprochan la falta de un modelo coherente de desarrollo. Hace dos meses que Buenos Aires recibió casi 40.000 millones en ayuda financiera encabezada por el Fondo Monetario.
Argentina, sin embargo, no tiene muchas alternativas para salir de su espiral de estancamiento y endeudamiento límite, que representa ya casi el 55% del PIB. Para remontar el vuelo, el vacilante De la Rúa necesita romper el marasmo de su Gobierno, poner orden en la Alianza y conseguir de la oposición un pacto de supervivencia en el Parlamento o su integración en un Gabinete de emergencia. Sus principales actores políticos deberían haber aprendido de su reciente historia que cuando las constantes vitales fallan tan alarmantemente no es tiempo de banderías.
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