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Fin de las tradiciones campestres

Isabel Ferrer

Para alcanzar la autopista M1 en dirección a Londres desde la ciudad de Leicester, situada en el centro del Reino Unido, el automovilista atraviesa primero varios pueblos y aldeas apenas tocados por el paso del tiempo. Una escena idílica rota también ayer en este condado por los mugidos y balidos de animales llevados a sacrificar a causa del brote de fiebre aftosa que suma ya 26 focos, está arrasando a la ganadería nacional y puede destruir las tradiciones campestres más arraigadas. Para sus dueños, se trata sin duda del peor momento de su vida profesional. Debían dejar a los animales a merced de tiradores experimentados que acababan rápidamente con ellos en fincas selladas por el Gobierno, rodeadas de heno empapado en desinfectante y en las que se ha colgado bien visible la advertencia de que nadie se acerque para no propagar el virus.

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Confinados en sus tierras, sin poder recibir visitas, a veces ni siquiera de la familia en un intento de contener la enfermedad, los granjeros murmuran de lejos frases del estilo: 'Es horrible, inimaginable; tantos animales muertos'. Los que eran niños en 1967, cuando una epidemia de fiebre aftosa acabó con casi 500.000 cabezas de ganado, no esconden sus lágrimas. Sus recuerdos son aún tan vividos que varios han sacado a tiempo a sus hijos de casa para que no vieran la matanza.

Sólo uno se ha quejado bien alto de lo que cree una injusticia. Se trata de Bobby Waugh, de 55 años, dueño de una explotación porcina en Northumberland, en la frontera inglesa con Escocia. Su granja está considerada el origen del brote y él admite que estaba sucia, pero sólo porque cría cerdos. Lo que no tolera es que le presenten como una vergüenza para un sector que empezaba a recuperarse de la crisis de las vacas locas y teme hundirse ahora sin remedio. 'Mis puercos comían los restos de los almuerzos servidos en colegios y restaurantes de la región, así que no les he dado nada de mala calidad o ilegal', ha dicho, sin poder convencer al servicio de veterinarios de que el abandono del lugar se deba al tipo de ganado que engorda.

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