Brasil pide a la ONU que reconozca el derecho a fabricar y vender genéricos contra el sida
El país ha logrado, con sus propios fármacos, reducir un 50% las muertes por la epidemia
La postura brasileña sintetiza dos reivindicaciones que levantan ampollas en la Organización Mundial del Comercio (OMC), cuyas normas -apoyadas por Estados Unidos y las multinacionales farmacéuticas- exigen que los laboratorios mantengan la propiedad de las patentes 20 años. Los países pobres piden libertad para fabricar y comerciar con genéricos. La empresa india de genéricos Cipla ha ofrecido su propio cóctel antisida a unas 180 pesetas al día, y el pasado lunes anunció que dialogará con la Organización Mundial de la Salud (OMS) para que sus fármacos se distribuyan en los países pobres. Dos grandes ONG, Médicos Sin Fronteras y Oxfam, protagonizan campañas por el acceso a los medicamentos esenciales y su abaratamiento. El próximo mes se fallará en Suráfrica la querella de 42 empresas farmacéuticas, sostenidas por la multinacional GlaxoSmithKline, contra la ley que permite esa libertad en un país con casi cinco millones de enfermos de sida.
Brasil se siente respaldado en sus exigencias. Un informe del secretario general de la ONU, Kofi Annan, puso la pasada semana a Brasil como ejemplo en la lucha contra el sida. 'El número de casos, especialmente el de muertes', dice el informe, 'ha descendido significativamente como resultado de la extensión del acceso a los tratamientos que prolongan la vida'. Añade Annan: 'Aunque esos programas no son accesibles a todas las personas que lo necesitan, aportan un importante modelo'.
Error del Banco Mundial
El Banco Mundial había pronosticado para Brasil 1,2 millones de infectados. Gracias al cóctel de genéricos ofrecido gratis en los hospitales, las muertes han descendido un 50%, buena parte de los 100.000 medicados trabaja normalmente y el número de enfermos internados ha bajado del 80%. En 1996 comenzó la distribución del cóctel, compuesto por 10 medicamentos, ocho de los cuales se fabrican en el país con materias primas de India y China, cuyos Gobiernos sortean las normas sobre patentes.
El éxito de la lucha contra el sida en Brasil se debe a la política gubernamental, pero también a la iniciativa de la sociedad civil. La distribución del cóctel en los hospitales es fruto de la presión de más de 600 ONG, que han calculado que si los pacientes brasileños tuvieran que pagarse esos fármacos que se les ofrecen gratis gastarían cada uno 1,5 millones de pesetas al año, en un país donde el salario base es de 14.500 pesetas.
También han dado fruto las grandes campañas a favor del preservativo, cuyo uso entre 1993 y 1999 aumentó de 70 millones a 320 millones de unidades: en esas campañas, el Ministerio de Sanidad ha encontrado a menudo la colaboración de la Iglesia de base; la jerarquía eclesiástica sigue prohibiendo oficialmente el condón, pero párrocos y monjas lo aceptan como arma contra el sida.
Antes de la intervención brasileña en la ONU, Louise Frechette, asistente del secretario general, resaltó la importancia de los sistemas públicos de salud para afrontar la epidemia. 'El debate público más reciente', dijo, 'se orienta, acertadamente, en la necesidad de que el tratamiento alcance a millones de personas en países en desarrollo, sobre todo en África, que sin ello se enfrentarían a una muerte lenta, sumidas en el dolor y la humillación'.
Según datos de la agencia de Naciones Unidas Onusida, el 95% de los 36,1 millones de personas que sufren esa enfermedad viven en países pobres. En África es la principal causa de muerte: el continente alberga el 70% de los adultos infectados y al 80% de los niños. El sida mató a tres millones de personas el año pasado, y hubo 5,3 de contagios.
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