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LA REVOLUCIÓN GENÉTICA

La élite científica insta a los países a legislar contra la discriminación

Los expertos no temen que resurja el racismo

El enorme incremento en la capacidad de predicción médica -quién está más expuesto a una enfermedad, cuándo es probable que se manifieste- que suponen los datos que se presentan hoy ha llevado a la élite de la genética mundial a aconsejar a los gobiernos que promuevan la legislación necesaria para impedir la discriminación basada en estas tecnologías, y muy en particular para impedir que las empresas aseguradoras caigan en la obvia tentación de personalizar las primas según los niveles de riesgo genético. Así se expresan hoy en las revistas Nature y Science especialistas como Svante Pääbo, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Leipzig, Alemania) y el premio Nobel David Baltimore, del California Institute of Technology (Pasadena, EE UU).

El riesgo es mayor, según Pääbo, 'en aquellos Estados que, a diferencia de la mayoría de los países europeos, no han sido bendecidos con sistemas sanitarios públicos que comparten los riesgos de modo equitativo entre toda la población'. Este científico añade: 'Los legisladores de esos países harían bien en actuar ahora para contrarrestar las futuras tentaciones de personalizar las primas de riesgo. Más tarde, cuando los poderosos tests genéticos de diagnóstico estén en la calle, será difícil hacer frente a la presión del lobby asegurador para frenar esa legislación'.

Sin razas

Pääbo, sin embargo, no cree que los datos que pronto inundarán los medios de comunicación sobre las diferencias genéticas entre individuos de distintas etnias vayan a estimular los sentimientos racistas. Lo que llamamos raza, sostiene este científico, 'refleja sólo unas pocas características determinadas por una minúscula fracción de nuestros genes'. Esos pocos genes, responsables del color de la piel o de la forma de los ojos, no dan ninguna indicación sobre el resto de la composición genética del individuo.

'Se da a menudo el caso de que dos personas de la misma zona del mundo, y que se parecen superficialmente, están menos relacionados entre sí de lo que cada uno lo está con personas de otras partes del mundo, y que pueden parecer muy diferentes a ellos superficialmente', comenta Pääbo.

Un ejemplo de este efecto son los negros africanos, que suman muchísima más variación genética que los habitantes de todo el resto del mundo juntos. La razón de esto es que toda la humanidad viene de África, pero no de toda África, sino sobre todo de algunas regiones del noreste del continente. Como dice Pääbo, 'todos los humanos somos africanos, ya residamos en África o en el exilio reciente'.

Baltimore extiende sus reflexiones a las bases biológicas que hacen a los humanos diferentes de otras especies, y en particular de los chimpancés, los más cercanos parientes vivos del hombre. 'Ahora que sabemos lo escaso del número de genes que tenemos los humanos, me pregunto si aprenderemos mucho sobre los orígenes del habla, la elaboración de los lóbulos cerebrales frontales, el advenimiento de la postura erguida o las fuentes de la capacidad de razonamiento abstracto, basándonos en la mera comparación de los genomas humano y del chimpancé', dice.

Baltimore considera probable que todos esos espectaculares avances que caracterizan a nuestra especie vengan en realidad de cambios muy sutiles en la regulación de la actividad de los genes o en sus interacciones, y señala que estas características son muy difíciles de explorar con el mero uso de un ordenador. La biología experimental no ha muerto.

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