_
_
_
_

Un lugar para la ignominia

IU reclama en Huelva que la nave del Centro de Homosexuales franquista se dedique a usos sociales

Hace 30 años cientos de personas fueron víctimas en España de la humillación y la ignominia más absolutas por causa de su orientación sexual. Eran homosexuales en un país cuyos dirigentes ponían la virilidad, el machismo y la homofobia como señas de identidad de su régimen dictatorial. El Gobierno del general Franco estableció en la prisión de Huelva, a principios de los años setenta, el denominado Centro de Homosexuales. Una nave de la antigua prisión provincial, situada en la avenida de las Fuerzas Armadas, en la populosa barriada de la Isla Chica, abrió sus puertas hace 30 años para acoger este siniestro lugar.Es un edificio de ladrillo blanco que ahora está cerrado a cal y canto. Casi abandonado. Cuando se le aplica el adjetivo de siniestro no se hace un mero ejercicio de estilo. En esa nave se trató como a cobayas a cientos de homosexuales a los que se les practicaron terapias extremas contra su voluntad, como lobotomías (operación que consiste en seccionar ciertas fibras nerviosas del cerebro), descargas eléctricas o vomitivos, para modificar sus inclinaciones sexuales.

La Diputación Provincial de Huelva ha aprobado una moción presentada por el grupo de Izquierda Unida (IU) en la que se solicitaba la recuperación de los expedientes relativos al Centro de Homosexuales, con el fin de sacar toda esa documentación a la luz pública "respetando siempre la identidad de sus víctimas".

Durante los últimos meses, son muchas las voces, sobre todo de colectivos ciudadanos, apoyados por Izquierda Unida, las que exigen la reconversión del edificio de la Isla Chica en un centro multifuncional que pueda dedicarse a usos sociales.

El coordinador del área por la Libertad de Expresión Afectivo Sexual de IU, Manuel Velasco, considera que "se trata de un capítulo de la historia de Huelva que no se puede olvidar". Velasco recuerda a dos personas que fueron víctimas de los tratamientos que se aplicaban en el centro. "El primero, ya fallecido, un trabajador portuario, reconoció haber sufrido duchas, insultos y palizas. El segundo, un trabajador del campo, vecino de la sierra onubense, no quiere oír hablar del asunto, porque aún no ha superado cinco años de reclusión terrorífica", señala Velasco.

El recuerdo del Centro de Homosexuales tiene un poso siniestro en la memoria de muchos. Armand de Fluvià, genealogista e iniciador del movimiento gay en España en 1970, explica que la rehabilitación se llevaba a cabo "a base de trabajo y charlas con curas, psicólogos y psiquiatras".

"Seguían el lema que imperaba en los campos de concentración nazis: 'el trabajo os hará libres'. A los homosexuales detenidos se les obligaba a fabricar sogas para la marina, pelotas de fútbol y parqué para el suelo", comenta Fluvià. "Esto era lo que propugnaban los pontífices de la psiquiatría franquista con López-Ibor a la cabeza", agrega Fluvià.

El Centro de Homosexuales de Huelva, el primero de estas características que funcionó en España, se creó en virtud del artículo 24 de la Ley 16/1970 sobre Peligrosidad y Rehabilitación Social. En aplicación de esa norma, se promulgó en 1971 un decreto del Ministerio de Justicia que establecía la apertura del mismo "para el cumplimiento de las medidas de reeducación impuestas a homosexuales peligrosos varones", según cita el Boletín Oficial del Estado del 3 de junio del mismo año.

El decreto, entre otras cosas, autorizaba el uso "de los adecuados métodos psiquiátricos, psicológicos, pedagógicos y sociales para el perfeccionamiento de sus aptitudes y la desaparición de sus síntomas". El sórdido vínculo entre homosexualidad y enfermedad contribuyó a que el centro permaneciera oculto a los ojos de mucha gente. Por ello, todavía es difícil esclarecer cuándo dejó de funcionar.

El escritor y psiquiatra Carlos Castilla del Pino no tiene noticia de este lugar, pero sí recuerda distintos episodios de represión homófoba en los años de la dictadura. "Durante el franquismo tuve ocasión de facilitar el ingreso en un psiquiátrico de dos o tres homosexuales para evitar que fueran a la cárcel", indica Castilla del Pino.

"En esa época, a los homosexuales se les aplicaba la ley de Vagos y Maleantes. Si un homosexual era sorprendido por la policía, la línea de defensa que seguía su abogado era decir que era un enfermo. Se explicaba, a través de un informe, que tenía tendencias homosexuales de carácter impulsivo", comenta. "Para librar a esos hombres de la cárcel, yo les ayudé a ingresar en un psiquiátrico. Estaban recluidos dos o tres meses. Y, luego, se decía que estaban recuperados y se iban del psiquiátrico. Así se libraban de la cárcel. El psiquiátrico era un mal menor", dice Castilla del Pino.

En agosto de 1998 se inauguró la nueva cárcel onubense, ubicada en las afueras de la capital, aunque algunos módulos del antiguo penal se utilizan todavía para recluir a los presos de tercer grado, los que disfrutan de la condicional. La antigua prisión de Huelva recuerda con su mole siniestra un episodio más de los años de plomo de los homosexuales españoles.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_